Tirol porque me toca
martes, 29 de abril de 2008
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Etiquetas: 006.Lugares, 200.Europa, 210.Alemania
Mejor sin humos
lunes, 21 de abril de 2008
Por la ciudad apenas hay coches. No he visto aún ningún atasco ni mucho menos a nadie tocando el claxon. Hay aparcamiento de sobra por todos sitios y los pocos vehículos que circulan lo hacen moderadamente. La mayoría de la población utilizada la práctica red de autobuses, que con apenas 30 líneas alcanzan todos los puntos de la ciudad. Hay autobuses a todas horas y lo más increíble es que en cada parada se puede leer en una tabla a qué hora pasará el próximo autobús... !y siempre coincide! No he escuchado a ningún companero quejarse de que algún autobús se haya retrasado (al contrario, casi todos hemos perdido alguno). Y por supuesto nadie paga. Bueno, nadie controla que lleves el ticket encima, aunque doy más que por sentado que todos y cada uno de los viajeros cumplen con la legalidad (a mi me dieron los del curso un abono mensual).
Pero, sin duda, la reina es la bicicleta. Están aparcadas por toda la ciudad (sobre todo en la estación de tren), con simples cadenas porque nadie las roba. De hecho, muchas de ellas están abandonadas y nadie te diría nada si las cogieras y las repararas. Hay carril bici, aunque simplemente es un par de líneas rojas que separan la calzada para los vehículos de la de las bicicletas (el de Sevilla está bastante mejor disenado). Pero no hace falta porque todo el mundo respeta a los ciclistas. Y con una tecnología de vanguardia: desde chubasqueros que cubren hasta el manillar, hasta remolques adosados al cuadro bajo el sillín para poder llevar a los ninos.
Yo con mi bici voy encantado. Cierto es que la alterno con el autobús, sobre todo los días que llueve mucho. Pero también podría combinarlos, ya que aquí te dejan subir las bicis en el autobús (te dejan subir hasta los perros). Es sin duda un país con otra mentalidad, muy bien organizado y un magnífico ejemplo a seguir en la lucha por conseguir un transporte más limpio y eficaz.
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Etiquetas: 003.Transporte, 200.Europa, 210.Alemania
La puntualidad alemana
martes, 15 de abril de 2008
Este es sólo un ejemplo de lo precisos que son los alemanes con el tiempo. Los relojes tienen fama de ser suizos pero sus vecinos los germanos han debido de comprar todas las existencias. La exactitud con que calculan todo nos ha abordado desde el primer día que llegué aquí. Lo primero que me explicó mi familia fue que para llegar a tiempo a la escuela, debo coger el autobús a las 7,40 (porque cada autobús de cada una de las líneas tiene perfectamente marcada su hora de paso en todas las paradas); pero debo llegar al menos dos minutos antes, porque el autobús puede pasar o un minuto antes o después; pero lo que es seguro es que llegando dos minutos tarde ya no se encuentra ni rastro del vehículo. El trayecto dura 18 minutos hasta la estación, donde hago un rápido trasbordo para coger otra línea a las 8,01 que en 9 minutos me deja cerca del instituto de idiomas. Ya en la escuela, de vez en cuando nos dan algún descanso, aunque en uno nos quedamos impertérritos cuando nos dijeron que duraba 7 minutos.
Ante esta situación hay que ir mirando la hora a cada instante, cosa que llevo mal porque no he traído el reloj y tengo que mirarla en el móvil. Pero no hay problema, ya que en casa, cuando me ducho por las mananas, un práctico reloj situado en la misma ducha me avisa con su ritmo veloz que el tiempo se me agota para no perder el autobús.
Todo este control del tiempo lo asumen con total normalidad, y a los espanoles, con nuestra bien ganada fama de tardones, nos cuesta un mundo asumirla. Aquí nadie llega tarde, por lo que hay que estar siempre a la hora indicada. Menos mal que, ayer cuando perdí el autobús, había quedado con espanoles.
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Etiquetas: 007.Costumbres, 200.Europa, 210.Alemania
Feria... ¡a bailar!
viernes, 11 de abril de 2008
La Feria, la gran fiesta de Sevilla. Una ciudad volcada con su semana grande. Un año entero de espera para gozar intensamente durante 7 días de juerga.
Creo que por muchos aspectos es un evento especial. Las mujeres, de todas las edades, desfilan en un pocentaje elevadísimo con sus trajes de gitana de múltiples colores. Y cómo les queda... Las casetas, como la de mi amigo Otto, ese punto de reunión en el que siempre encontrarás diversión y ganas de bailar sevillanas y disfrutar. La generosidad de la gente, siempre dispuesta a hacerte sentir a gusto cuando les rindes visita. Y el rebujito, la bebida estrella, tan refrescante y tan peligrosamente suave, que corre a raudales por todos los rincones (no me quiero acordar de los tiempos en los que sólo se bebía la manzanilla). Y todo ello a pesar de la lluviosa semana que hemos tenido este año.
Me gusta la feria, aunque de siempre he pensado que es una fiesta elitista, y que debería cambiar para abrirse más a sus visitantes, las gentes de fuera que sólo pueden entrar en las poquísimas casetas públicas que tiene el real. Parece que, en unos años, la feria cambiará de ubicación para hacerse más grande y entonces las públicas tendrán más cabida.
Eso ya se verá, y yo lo veré desde fuera. Hoy viernes me despido de la feria, y el año que viene será este mismo día en el que la empiece. Esta ha sido la última feria que viviré completa en unos años, dado que el año que viene espero estar por otros lares. Y ya sólo me queda hoy porque mañana me embarco (aunque sería más correcto decir "me enaviono") en mi nueva aventura por tierras germanas. Con la buena compañía será una experiencia inolvidable.
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Etiquetas: 011.Fiestas, 100.España, 110.Andalucía, 113.Sevilla
Un crisol de culturas
sábado, 5 de abril de 2008
Esta última semana, mientras trabajaba con mis niños de las aulas viajeras, me ha tocado, por diversos avatares de la vida, ir a Córdoba todos los días de la semana, de lunes a viernes. La verdad es que, con tanta visita, he tenido la oportunidad de conocer muchos lugares de esta hermosa ciudad, algunos de los cuales me resultan ya muy familiares; pero ello no ha sido óbice para tener mi cámara digital siempre a mano y poder retratar rincones que me resultan espectaculares.
Los paseos por Córdoba son reflejo de su rica historia; ha sido a lo largo de los siglos testigo directo de la convivencia de pueblos muy distintos, primero los romanos y luego los judíos, musulmanes y cristianos, quienes han dotado a la ciudad de una particular idiosincrasia y de un legado artístico de incalculable valor. Paseando por el empedrado suelo de su judería (del que me acuerdo porque es tan molesto para mis botines de suela plana), entre patio y patio, se pueden encontrar en pocos metros una sinagoga, varias iglesias y la majestuosa mezquita.
Por sus calles se levantan con frecuencia numerosos esculturas, cosa lógica si se entiende la cantidad de ilustres personajes que han nacido en Córdoba, como el filósofo Séneca, el judío Maimónides o el musulmán que da nombre a la calle de mi hermano Álvaro, Averroes; todos ellos referencias obligadas en su campo. Un importante escritor, Góngora, decidó uno de sus sonetos al río que pasa por su ciudad, en el que calificó al Guadalquivir como el "gran rey de Andalucía".
La ciudad era bonita, pero lo será aún más en un futuro próximo. Los grúas y los andamios pueblan el paisaje, ya que la ciudad está haciendo un enorme esfuerzo por ser considerada capital europea de la cultura en 2016, como se lee un muchos carteles. Lo tendrá difícil, pues compite con Cáceres y Burgos, pero desde luego motivos para conseguirlo le sobran.
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Etiquetas: 000.Generalidades, 100.España, 110.Andalucía, 115.Córdoba
No es salto para cabreros
martes, 1 de abril de 2008
Ahí está, imponente, el Salto del Cabrero, la gran abertura natural que a lo largo de los siglos ha separado a dos magnas paredes de roca totalmente verticales. Una, de 80 metros de altura; la otra, un poco más baja, pero con una caída lo suficientemente impresionante para cortar el hipo de cualquiera. Ubicado en pleno Parque Natural de Grazalema, el dibujo que forma es único, ya que de las numerosas cimas que con características similares lo rodean, ninguna sufre una brecha similar.
Por ende, no resulta extraño que su unicidad haya dado pie entre los lugareños a numerosas leyendas que traten de dar una explicación a tan insólito fenómeno. Una nos cuenta que un cabrero que tenía un hijo enfermo, reunió dos cántaros de leche de sus cabras para poder sanarlo. Por la premura de la situación, pegó un gran salto desde una pared a la otra para ahorrar tiempo, con la suerte de que, al llegar, ni una sola gota se había derramado de ambos recipientes. Lo que no dice la leyenda es si los por todos conocidos milagrosos poderes de la leche salvaron a su hijo.
Otra nos narra la historia de un cabrero que pidió a un usurero 5 monedas de oro para poder curar a su hija enferma (parece que todo gira en torno a lo mismo); pero al no poder devolver el dinero, el prestamista se quedó con su rebaño de cabras y amenazó con quedarse con sus dos hijos. El cabrero huyó, y al saltar sobre una grieta en la montaña, esta se abrió como si hubiera sido Moisés el que brincaba, y por ella cayeron sus dos hijos y el adeudado. No sabemos nada del rebaño de cabras.
Parece físicamente complicado que un cabrero pueda llegar a saltar esta distancia (aunque soy de letras, quién sabe), pero aún así me gusta esto de las leyendas. Es muy del folclore popular. Por eso yo tengo mi propia versión de por qué la montaña está dividida en dos. Para mi, está clarísimo que fue culpa de un cabrero de Bilbao, a quien, mientras perseguía una cabra que se había escapado del rebaño en Santurce, se le cayó el hacha y su pesada hoja golpeó el suelo. No llego aún a entender porqué llevaba un hacha en vez de una cuerda para cazar al animal, pero está visto que en las leyendas siempre queda algo por explicar.
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