La feria de April

jueves, 29 de mayo de 2008


Para que luego digan de los andaluces. En Stuttgart, y en abril (como la de Sevilla), los alemanes celebran su propia feria , pero a diferencia de las de aquí, su duración no se limita a 7 días. Allí la mantienen durante 3 semanas seguidas, y no sólo eso, sino que en octubre la repiten. Es decir, 6 semanas de feria en total. No está nada mal.

En Suttugart la feria se llama Frühlingsfest, y se puede describir como una gran "calle del infierno", llena de atracciones de todos los tipos. En realidad, no son tan distintas a las de aquí, ya que no faltan los clásicos como la noria gigante o los coches locos. Tampoco faltan las tómbolas o los puestos de comidas, aunque adaptados a la cultura alemana. Así, los camellos de las clásicas carreras son sustituidos por coches de Fórmula 1; y degustamos unas deliciosas brochetas de frutas cubiertas con chocolate negro o por supuesto blanco.

Lo que sí cambia son las casetas. Sólo había 3, pero gigantescas. Allí se encuentra la esencia de esta feria. Innumerables filas de mesas y banquetas donde los alemanes se sientan para beber jarras de cerveza de a litro. Esa es la mayor diversión y es muy gracioso ver cómo el alcohol empieza a hacer sus efectos cuando todos al unísono se suben de pie encima de los bancos y comienzan a bailar.

Lo único malo es el aforo de las casetas es limitado y no se puede entrar cuando se quiera. Hay una larga cola que sólo avanza cuando sale alguien. Los porteros nos dijeron que la espera era de dos horas y media, así que decidimos hacer nuestra particular Frühlingsfest, y nos fuimos a uno de los puestos de bebidas a tomarnos cerveza y salchichas de un metro de largo. Para los alemanes el tamaño importa.

En canoa Danubio abajo

domingo, 25 de mayo de 2008


En la parte occidental del sur de Alemania se encuentra una gran riqueza natural que toma formas muy diversas: de bosque de coníferas en la Selva Negra; de mar interior en los espectaculares lagos Titisee o Constanza; o de ríos que comienzan su discurrir como el Neckar o el Danubio. Siguiendo el curso de este último se entra en una reserva llamada Naturpark Obere Donau, que encierra en sí un precioso valle de numerosas posibilidades.

Mi familia alemana nos organizó una excursión por ese valle, pero no por caminos forestales, sino en canoas biplaza. A lo largo de 11 kilómetros y 4 horas, descendimos por el segundo río más largo de Europa (que nace aquí y desemboca en Rumanía después de 2.888 kms) en medio de las altas montañas que formaban el valle. Por estas zonas, cercanas a su origen, el Danubio no lleva una gran corriente y el fondo se transparenta desde la superficie, pues el no está a más de metro y medio de distancia.

A pesar de ello, el descenso no fue sencillo del todo, aunque más por nuestra torpeza que por la dificultad, por lo que alguna rama de la orilla nos comimos. Lo más complicado del camino eran dos saltos de agua que había que sortear sacando las piraguas del río. En el primero así lo hicimos. Pero en el segundo nos arriesgamos a bajarlo sin salir de la canoa. No era muy alto, pero si lo afrontábamos sin estar completamente derechos corríamos serio riesgo de volcar en un tramo de fuerte corriente. Por suerte, nadie tuvo problemas y bajamos el tobogán con gran satisfacción. Podríamos haber seguido si hubiéramos querido río abajo un ratillo más hasta Budapest, pero optamos por salirnos donde nos correspondía y pergarnos un chapuzón en sus frías aguas.

El curso del río por el valle ofrece parajes de gran belleza. En varias ocasiones nos cruzamos con cisnes que tranquilamente flotaban en el agua. Las canoas nos permitieron acercarnos a ellos y ni se inmutaron. Y por las orillas del río, muchos aventureros haciendo senderismo, descansando en barbacoas o recorriendo en mountain bike todo el curso del Danubio desde su nacimiento hasta la frontera con Austria. Es esta una idea que he anotado para una próxima ocasión.

La ciudad de la sonrisa

martes, 20 de mayo de 2008


Me encanta Tübingen. Creo que lo he repetido a diario durante el mes que he pasado allí. La ciudad de la eterna sonrisa, que la lleva explícita incluso en su propio nombre (ya no puedo evitar ver siempre la carita sonriente en su segunda letra). No es de los lugares más conocidos de Alemania, pero es sorprendente. De un tamaño pequeño, conserva el encanto de una ciudad medieval que afortunadamente no notó los efectos de las bombas en las guerras sobre el país germano. Conserva muchos edificios de hace 500 años y, desde las vistas que ofrece el mirador de su castillo, se observan los escarpados tejados de teja roja de sus casas, similares a una cordillera montañosa de afilados picos (en invierno y con nieve el parecido debe ser asombroso).

Si por algo es conocida Tübingen en Alemania, es por su universidad, la segunda más antigua del país después de la de Heidelberg. Es por ello por lo que 23 mil de sus 80 mil habitantes son estudiantes, lo que la convierten en la ciudad con una media de edad más baja de toda la nación. Por sus calles, llenas de jóvenes, se respira acción. Hay miles de carteles o folletos con actividades de todo tipo (teatros, talleres, conciertos...) y existe cierto tono reivindicativo, que no deja escapar al mismísimo poeta Goethe con una placa que lo critica.

Salvo el 1 de mayo (con una gran manifestación a veces un poco alterada), es una ciudad muy tranquila. Es una delicia pasear por el centro peatonal o tomar un helado sentados en el murito sobre el río Neckar. Y para desplazarse, no existen atascos: apenas hay coches, las bicicletas invaden las calles y los transportes públicos cumplen a la perfección su cometido.

Además, tiene otras cosas muy curiosas. Aún se puede hacer botellona en la plaza del ayuntamiento (aunque allí son reuniones bastante menos ruidosas que por estos lares); tiene 4 ríos (uno de ellos forma un canal tipo veneciano que vertebra el centro de la ciudad); y a los coches se les puede poner la matrícula que se quiera, siempre que empiece por Tü y esté libre (con lo que da pie a curiosos juegos de palabras).

Por todo ello, es difícil no escapar de Tübingen con una sonrisa en la cara.

Una película para no olvidar

viernes, 16 de mayo de 2008

En las últimas 4 semanas he intervenido en una película de lo más original. El escenario, una ciudad pequeña pero preciosa, Tübingen, con unas posibilidades ingentes para el rodaje. El guión, escrito en unas frases ininteligibles llenas de consonantes seguidas unas detrás de otras que formaban palabras interminables. Y multitud de capítulos, todos interesantísimos: subida a 6 torres eclesiales incluyendo la más alta del mundo de este tipo, paseos en barcas tradicionales o en hidropedales por lagos en plena selva, descenso en canoa por el río más largo del mundo, cenas tradicionales, actividades al aire libre, museos, fiestas, contacto con animales desde monos a cisnes, castillos de cuento, cuevas, clases con diversión asegurada... un compendio completísimo.

Pero esta película no hubiera podido salir adelante sin su factor humano. Como directora de orquesta, nuestra querida Bettina Wissing, organizadora principal que escogió un elenco de actores de primer nivel internacional, cada uno con un rol decisivo para el éxito de esta opera prima. Desde Rusia, Anastasia alias Wikipedia, Olga Ohlala, Ivan crazy man, Niko Li hijo de Jackie Chan, la dulce Galina o la bailarina Jenny G. El explorador fue Jan el checo, con su inseparable sombrero scout. Actores británicos fueron Andrew y sus cervezas y Glen "Forget the film", encargado de la banda sonora. De Turquía participaron Sibel, olé por ella, Emrah alias "Wie Spät" y Nichet Firdes. Destacó la presencia de Pina Pie, italiana políglota encargada de las traducciones a cualquier idioma. Y los españolitos, Lourdes en su paraíso, Diana la Sexy sexy, Ibai hablador callejero y por supuesto Hanah "mein klein Kuchen". Otros actores secundarios pero importantes fueron las kazajas y la ucraniana, nuestro Papi Chulo texano y nuestros colaboradores del SIT: Flo, Fri, Crissy, Hannah, Susane, Daniele... Aunque no puedo olvidarme de Juta, que por motivos ajenos a la organización nunca llegó a aparecer (la última vez fue vista en Heidelberg) y ella "ist nicht da".

Gracias a todos ellos, la película pudo rodarse y aquí quedará para el recuerdo. Con todo cariño del último de los actores, George.

Dolor de cabeza

jueves, 15 de mayo de 2008

Después de 4 semanas viviendo en Tübingen, puedo afirmar que el alemán es muy difícil. Sin duda, el más complicado de todos los idiomas que intentado estudiar. Los primeros días, era frustrante estar totalmente concentrado en escuchar lo que mi familia quería decirme, y no comprender nada; o tratar de leer cualquier texto y ser incapaz de distinguir qué era un verbo o un adjetivo. Pero me apasionan los retos, y quedé profundamente satisfecho cuando, en la última cena en casa, fui capaz de mantener una conversación de lo más divertida con mi madre y mis hermanos.

El alemán tiene todas las dificultades de todos los idiomas. Los verbos se conjugan en todas las personas (como en español), y además de todos los tiempos del indicativo añaden la incertidumbre del subjuntivo. Los sustantivos pueden ir acompañados de 3 artículos (masculino, femenino o neutro) pero sin ningún tipo de lógica (con casos tan curiosos como que "la manzana" es masculino, der Apfel, pero "la niña" tiene género neutro, das Madchen). Para más inri, no se les ocurrió que para formar el plural podían añadir una simple -s; no, ellos tienen 7 plurales diferentes que, como en el caso de los artículos, hay que estudiarse todos de memoria. Todas las palabras tienen un orden determinado en la frase que hay que respetar (con lo que una frase correcta podría ser "yo he hoy por la mañana en el colegio a Pedro una sandía dado"). Y, al igual que el latín, las palabras cambian de forma según su función en la frase por las temidas declinaciones.

Pero sin duda, lo que más gracia me hace del alemán es que se pueden unir de manera interminable las palabras una detrás de otra, con la libertad de que te puedes "inventar" palabras a tu antojo. Así, Frauenarmbanduhr significaría algo parecido a "reloj con correa de pulsera para mujeres". Una vez quedé impresionado cuando leí en el titular de un periódico Wirtschaftsförderungsgesellschaft (a saber qué quiere decir). Y nuestra profesora Anette (curioso nombre) nos enseñó la palabra más larga por ella conocida: Verkehrßinfrastrukturfinanzierungsgesellschaft, 46 letras que fui incapaz de escribir en una sola línea en la pizarra. Pronunciarla velozmente es todo un desafío.

En mi opinión, el alemán es un idioma muy divertido. Una de las cosas que más me gustaba era encontrar la palabra con más consonantes seguidas. En una revista leí un apellido curioso, el de Michael Krtsch (¡no tiene vocales!). Pero me quedo con una de mis palabras favoritas (después de la archiusada kaputt), Kopfschmerzen, que une 6 consonantes todas seguidas y que significa literalmente... "dolor de cabeza" (supongo que por lo que cuesta aprendérsela).

Así da gusto

jueves, 1 de mayo de 2008


Uno de los motivos principales por los que estoy en Alemania es el de conocer la estructura y funcionamiento de algunas instituciones juveniles del país. Desde la escuela nos han organizado diversas visitas a centros de este tipo en Tübingen, en los que trabajan con chavales de todas las edades y circunstancias, y a mi me ha tocado realizar una presentación de uno de estos lugares, la Epplehaus.

Epplehaus es un edificio muy llamativo desde el exterior. Situado junto a la estación de trenes, la fachada de sus 5 plantas está decorada con graffitis con dibujos y eslóganes varios (de temas pacíficos y reivindicativos). La casa en sí es enorme. En total, el edificio cuenta con 850 metros cuadrados, y en él colaboran a medias trabajadores sociales del ayuntamiento de Tübingen y una asociación juvenil. Thomas, uno de los encargados, nos contó que a la Epplehaus puede venir cualquiera, aunque fundamentalmente trabajan con jóvenes de entre 16 y 20 anos desfavorecidos (sin techo, malos estudiantes, drogadictos) a los que les ofrecen divesas alternativas de ocio repartidas en cada una de las plantas: una discoteca, una sala de edición de música, un taller de carpintería, una sala de ordenadores, una sala de conciertos... el tema central es la música, y en nuestra visita comprobamos cómo a un grupo de chavales con síndrome de Down les organizaban un taller de baile.

Mientras lo visitaba, la envidia me corroía. El ayuntamiento de Tübingen está muy concienciado en la educación de sus jóvenes, y en particular dona sin problemas 20.000 euros al ano a la Epplehaus para que gestione sus actividades. Desde mi punto de vista, la Epplehaus no está muy bien aprovechada, pues creo que se le podría sacar mucho más partido con un programa de actividades más sólido e interesante (Thomas nos contó que suelen acudir de 10 a 15 personas al día). Por ello no podía parar de pensar en las trabas que nos pone la Diputación de Sevilla para cedernos a los scouts unos de los inutilizados locales del Psiquiátrico de Miraflores, que se están pudriendo por el desuso; o en todas las actividades que podríamos llevar a cabo con sólo la mitad del dinero que le dan a la Epplehaus o simplemente con una de las plantas del edificio.

Nuevamente, los alemanes nos ganan en lógica por goleada.