Arte en la calle

miércoles, 29 de octubre de 2008

Hace ya algún tiempo que el ayuntamiento de Sevilla ha decidido tomar parte activa en el acercamiento de la gente al arte, que sale de los museos (ese lugar al que, aún cercano, nos cuenta tanto ir) para exhibirse en la calle, gratis y abierto 24 horas.

La nueva galería al aire libre se encuentra temporalmente en la renovada plaza de la Iglesia del Salvador, que, como dirían algunos, "ya no es lo que era"; y menos mal, desde mi punto de vista, pues ayer estuve por allí y se ha convertido en un amplísimo espacio para el disfrute de todos sin la horrible carga de coches que soportada antes. Y encima ahora es un espacio expositivo que acoge 6 esculturas de Dalí en bronce de estilo, como es habitual en este autor, muy particular y con representaciones bastante imaginativas (pues en algunas hay que echarle imaginación). No llega a la categoría del elefante de largas patas o el reloj blando que se ven de forma permanente a la orilla del Támesis junto al London Eye, pero me parece una iniciativa muy acertada.

Bien es cierto que esta preocupación por divulgar las formas artísticas adolece de un cierto interés partidista por parte de la corporación municipal, pues han estado ligadas a inauguraciones de plazas que se han llevado mucho tiempo en obras. Empezaron con las esculturas gigantes de Igor Mitoraj en la Plaza Nueva, y continuaron con las Meninas gigantes de Manolo Valdés en la Alameda (que algunos vándalos pintarrajearon) o las de Baltasar Lobo en la Alfalfa. Aún así, me sigue pareciendo excelente esta nueva política. Y sobre todo porque parece que tiene un efecto continuista, pues también ayer me fijé en los llamativos colores con que de repente me recibió la Plaza Nueva. Otra exposición, diez esculturas multicolor de Cristóbal Gabarrón dedicadas a su tocayo Colón en el 500 aniversario de su muerte. Y en esta ocasión no se inauguraba nada. O las fotografías que con motivo de la Bienal de Flamenco se suceden por toda la avenida de la Constitución (aunque tengo que decir que me parecen horrorosas; pero sobre gustos...).

Espero que continúe así pues si ya pasear por Sevilla es una delicia, si se hace con arte mucho más.

Día de despedidas

martes, 28 de octubre de 2008

Ayer fue un día de despedidas. Me pasé por las oficinas de las 3 empresas con las que he venido "trabiajando"durante los 3 últimos años, Escultura, Aires Creativos y Pinapark. Fue un día especial, pues con ellas currar no ha significado sólo ganar un puñado de euros; ha sido algo con lo que siempre he disfrutado muchísimo y que seguro echaré de menos.

Y eso que siempre me he andando quejando de que el trabajo de "monitor" (con todas las inimaginables posibilidades que puede abarcar este concepto) está muy mal remunerado, no tiene horarios (cuántas horas me he pasado en urgencias), tiene una responsabilidad no valorada (tienes a tu cargo a un grupo importante de niños o mayores), te quita mucho tiempo (días y días fuera de tu casa) o al tratar con tanta gente te hace pasar malos tragos (véanse los dirigentes del Monasterio de Guadalupe).

Pero, pese a todo eso, ha merecido tanto la pena. Gracias a estas tres empresas, he conocido a muchos compañeros que hoy son amigos; he perdido toda la vergüenza disfrazándome de cualquier cosa ya fuera en mi ciudad o no; me conozco todos los bares de tapas del centro con los privilegios que ello conlleva (alguna invitación de los camareros ya ha caído); he montado en bici, he hecho rutas en 4x4, en quad, he usado el Segway; me he divertido en futbolines humanos, en castillos hinchables, en paseos en piragua; he montado en barco; he visitado todas las provincias de Andalucía y he incluso he podido explicar muchos de sus monumentos; he viajado a Madrid, a Valencia, a Cáceres...; he participado en gymkhanas, en rutas de orientación, en multi olimpiadas; he tirado con el arco, con la cerbatana; he escalado, me he tirado en tirolona, he ido a parques temáticos; he salido en la prensa, en la radio y en la televisión; he practicado los idiomas que sé y he aprendido mucho de la gente con la que he tratado; y sobre todo hemos hecho disfrutar a mucha gente.

Pero a este culo inquieto se le paran ya los pies. Ahora toca hacerle forma al cojín de la silla. ¿Aguantaré mucho?

Parece mentira

sábado, 25 de octubre de 2008

Parece mentira que hayan pasado 27 años hasta que por fin he visitado el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Y eso a pesar de que es gratis, de que he pasado por su puerta miles de veces, de que hablan maravillas de él... Pues no, no lo conocía, hasta que el otro día, de paseo con Otto, y buscando un sitio para tomar algo que no encontramos, nos topamos con él y nos animamos a entrar.

El museo me gustó mucho, pues no tiene afán acumulativo sino que gira principalmente en torno a un tema: el arte en Sevilla, pasando por diversas épocas y por los artistas principales de la escuela sevillana. Hay obras de una calidad excepcional, destacando sobre manera las de nuestros dos principales representantes, Murillo con sus inmaculadas y Zurbarán (aunque extremeño de nacimiento) con sus monjes siempre en contrastes blancos y negros. También hay alguna de Velázquez (tal vez debería haber más) e incluso de Bécquer. Todo ello en el entorno de un antiguo convento (el de la Merced Calzada) que da personalidad propia al museo y espectacularidad a alguna de sus salas, como la de la iglesia.

Es cierto de que si lo hubiese visitado antes quizás no habría sabido valorar las valiosas colecciones artistícas que posee; aunque también creo que a este museo, considerado la segunda pinacoteca más importante de España después del Prado, no se le da la publicidad que merece. Una campaña adecuada atraería a más visitantes (también oriundos de Sevilla) pues es algo de lo que creo que la ciudad debe sentirse orgullosa.

Además, coincidió que el museo presentaba una interesante exposición de esas itinerantes que me fascinó (está hasta el 5 de noviembre). Se trataba de una serie de fotografías del israelí Ilan Wolff que fueron tomadas de una forma innovadora: con una cámara oscura que, a diferencia de las que todos hemos hecho en algún taller de fotografía (con una caja de zapatos), el autor creaba a partir de objetos cilíndricos (como una lata de refresco o un bidón) en los que, aprovechando la curvatura de sus paredes, colocaba el papel fotográfico. Una vez captaba la imagen, el revelado ofrecía efectos espectaculares, pues los edificios retratados cambiaban sus rectas líneas de las fachadas por sinuosas curvas. Así, se puede ver la Torre Eiffel que parece que está andando o puentes similares a serpientes en movimiento. Las fotos parecen cuadros pintados pero no lo son.

La verdad es que impresiona ver cómo se puede captar la realidad de formas tan variadas e ingeniosas. Otto y yo, que precisamente habíamos quedado para hacer fotos artísticas de Sevilla, hemos encontrado a un innovador que nos ha aportado nuevas ideas.

De los errores se aprende

jueves, 23 de octubre de 2008

Siempre que voy a Cáceres acabo sucumbiendo a la tentación. No puedo evitar comprar una Torta del Casar. Todas las tiendas de alimentación te las venden, junto con otros productos típicos de la provincia como el pimentón de la Vera, el vino de Pitarra, el chorizo "patatera" o las perrunillas. Pero estas viandas no tienen el toque especial de este queso, eso algo que me hace gastarme unos buenos euros (la verdad es que es carísimo) y llevármelo siempre para mi casa a pesar de que allí nos lo acabamos en menos de 3 días.

Ese algo especial vino, como suele ocurrir con los grandes descubrimientos (preguntémosle a Newton), fortuitamente. Se creó en una localidad situada a 10 kilómetros al norte de Cáceres y que da nombre al queso: el Casar de Cáceres, la cual reunía unas condiciones idóneas para que sucediera. Allí se criaban (y se crían) ovejas, de cuya leche se obtiene el queso. Yo no entiendo mucho del tema pero sé que para fabricarlo, la leche hay que cuajarla, y para ello se utilizan recursos vegetales. En el Casar de Cáceres, como no tenían otra cosa, utilizaron un tipo de cardo que sólo crecía en aquellas tierras (un cardo llamado "Hierba cuajo" precisamente). Pero el queso que obtenían poseía una corteza muy blanda y no quedaba compacto, sino más bien líquido. Además, el queso por su propio peso se aplastaba y por su forma asemejada a una torta (y de ahí el nombre posterior).

Por el resultado obtenido, ese queso tenía un futuro destinado al fracaso. Pero hete aquí que a algún pastor le dio por probarlo y... cayó la manzana. El sabor era delicioso. A partir de entonces, ese queso amorfo pasó a ser más demandado, y hoy en día es un manjar de lujo, por su precio y por lo laborioso de se ejecución, ya que aunque el proceso de producción se ha industrializado, aún se usan técnicas manuales como añadirle la sal o voltearlo diariamente durante 2 meses mientras está reposando.

Aún hoy es un queso especial, pues como su corteza sigue siendo blanda, lo venden en cajitas de cartón cilíndricas para que no se estropee. Y la forma de cortarlo no tiene nada que ver con las clásicas porciones del Trivial. Para disfrutar de su sabor, hay que abrirlo por la parte de arriba, cuya corteza posteriormente servirá de tapa para que no se reseque. Y con un cuchillo, se unta en pan tostado o tierno (si está caliente mejor). Para que sepa totalmente delicioso, hay que sacarlo de la nevera un tiempecito antes de empezar a tomarlo, pues si no queda demasiado duro y no asienta el sabor.

Además de la torta que proviene del Casar, se han creado otras de regiones de Extremadura, como la torta de la Serena (que bien conocerá Teresa), con un regusto a roquefort que personalmente me encanta. Aunque la genuina y primeriza es la del Casar. Menos mal que el hombre tropieza dos veces con la misma piedra. Si no, igual no la podríamos disfrutar.

La fe mueve montañas

martes, 21 de octubre de 2008

Más allá de lo que opine de sus dirigentes, el Monasterio de Guadalupe es una auténtica joya monumental. A simple vista parece una fortaleza por sus altas murallas; en realidad lo era, pues tenía que preservar todos los tesoros que encierra. Pero, una vez dentro, adopta la forma de lo que todos entendemos por un monasterio: un claustro mudéjar con un impresionante templete en el centro; un refectorio donde los monjes se reunían para comer; una cocina, etc. Hoy, las salas de alrededor del claustro están dedicadas a diversos museos donde se comprueba la importancia del edificio: un sala con libros gigantes (¿vivía allí Gulliver?), una galería de arte con cuadros de Goya, Rubens y Zurbarán (ahí es nada), un museo de trajes de curas (todos bordados en oro)...

Lo más curioso del caso es que la mayoría de las valiosas pertenencias del monasterio son donaciones particulares de gente devota de la virgen de Guadalupe. Parece que la fe mueve montañas, y no precisamente la del Aljarafe, sino mucho más altas. Porque la visita continúa y los ojos de nadie pueden quedar indiferentes ante la sucesión de riqueza que se observa. El coro de la iglesia; el llamado "tesoro" del monasterio (todo tipo de piedras preciosas, dos o tres coronas, oro y plata por doquier, vestidos y trajes para la imagen...); o el camarín donde descansa la virgen de Guadalupe, la morenita (por el oscuro color de su tez). Pero lo más impresionante es la sacristía (el lugar donde los curas se cambian de ropa). Una sala gigantesca, preciosamente ornamentada y con cuadros de Zurbarán de una calidad excepcional, todos dedicados a San Jerónimo. No llega a la categoría de la capilla Sixtina pero está considerada la mejor sacristía de España. No dejan hacer fotos en ningún lugar del monasterio (eso sí, venden postales en la tienda...) pero me tomé la libertad en un descuido del guía (sin flash no se hace daño a nada).

Todo este lujo se ha creado en torno a la Virgen de Guadalupe. Su historia es de lo más rocambolesco, y parece sacada de un capítulo de Lost. Según la leyenda, un pastor llamado Gil Cordero, natural de la comarca, encontró muerta una de sus vacas cerca de un río. Al ir a desollarla, le hizo con un puñal la señal de la cruz, y de repente se le apareció la Virgen. Su vaca volvió a la vida, y el pastor pidió a la virgen que sanara a su hijo enfermo, cosa que, como en estos casos suele ocurrir, sucedió. El milagro fue corriendo de boca en boca y ocurrió que, escavando en el punto donde yacía la vaca, apareció una imagen, una escultura de madera de escasos centímetros con la cara oscurecida... la Virgen de Guadalupe. En ese punto se erigió una ermita, la devoción fue creciendo, los peregrinos llegados de muchos puntos se congregaban para pedir favores divinos (por eso había tantos hospitales en el pueblo) y los regalos a la virgen aumentaban (incluso reales -de la realeza me refiero)... hasta llegar a hoy.

En verdad, algo de la historia se puede explicar. Está documentado que la imagen de la virgen se creó en época temprana, y que estuvo expuesta en Roma y Sevilla. Pero, debido a la invasión árabe, en el 714 fue tomada y enterrada junto al río Guadalupe (que significa "río escondido") para evitar que cayera en manos iconoclastas. Por eso Gil Cordero se la encontró en Guadalupe. No tiene mucha explicación lo de resucitar a su vaca, pero en parte así son los milagros. Te los crees o no. Tampoco tiene explicación, desde mi punto de vista, regalar tanto lujo a un trozo de madera, cuando quizás haya gente que lo necesite más (y seguro que la virgen estaría de acuerdo conmigo). Pero, como dije antes, la fe mueve montañas, y por supuesto lo respeto aunque no lo comparta (porque debe tener mucho mérito desplazar una montaña con lo que tiene que pesar).

Con la iglesia hemos topado

domingo, 19 de octubre de 2008

Taquilla del Monasterio de Guadalupe. Nos acercamos Ángela y yo para sacar las 50 entradas para que los viejitos visiten el santuario. El dependiente nos informa de que para los acompañantes sólo regalan una entrada, y por cortesía, y que la otra la debemos pagar. Nosotros, que ya lo sabíamos, le respondemos que por favor haga una excepción, pues no tenemos intención de visitar de nuevo el monasterio (yo ya lo he visto 6 veces) sino que vamos trabajando con personas mayores que tienen una movilidad reducida y hay que ayudarles en todo momento. Nos responde que son normas del prior. A nuestra propuesta de dividir el grupo en dos, para que cada uno de nosotros se reparta a 25 personas, nos sale con otra negativa pues las entradas gratuitas a los guías son a partir de 30 personas. Le pedimos con amabilidad que nos deje hablar con el prior para intentar hacer una excepción, pero nos responde con sorna que querer hablar allí con él es como ir a la Moncloa y querer hablar con el Presidente del Gobierno, y que además por un tema de 3 euros no se va a molestar. Así las cosas, y observando con indignación cómo nuestros viejitos se están dejando una pasta en la tienda de recuerdos, decidimos poner una hoja de reclamaciones ante esa actitud tan cutre.

Curioso que, justo al ir a entregarla al dependiente, nos salta con que el prior ya está disponible y que quiere hablar personalmente con la Junta de Andalucía para solucionar el tema (parece que no eran tan complicado hablar con el superior). Nosotros nos negamos, pues la reclamación la hemos puesto a nuestro nombre y no en el del ente autonómico. Ante esta postura, el dependiente nos amenaza con llevarnos a juico (¡por una hoja de reclamaciones!) y con este mal ambiente se tiene que quedar Ángela fuera y yo sólo con 50 personas mayores en una visita de hora y media.

No son ya los 3 euros de la entrada, es la cutrería de ver cómo nos vamos a dejar unos 400 euros entre entradas, recuerdos y donativos que hacen los señores, y que en la iglesia, con un claro afán recaudatorio, nos obliguen a pagar 3 míseros euros más por uno de los acompañantes (cuando en ningún otra visita los guías pagan). Estoy seguro que en algún lugar de la Biblia pone algo de ser austero en la vida. Algunos deberían plantearse ciertas cosas.

A la semana siguiente el mismo panorama pero con los papeles cambiados. Me quedo yo fuera y esto me da la oportunidad de darme un paseo por el pueblo. Y me doy cuenta de que Guadalupe es mucho más que su Monasterio (que, más allá de sus dirigentes, es una preciosidad). Su historia se va gestando en torno al crecimiento de su santuario, y lo hace con unas calles empinadas que salvan los desniveles del terreno. Pasear por ellas es una delicia, con hospitales de peregrinos que venían a adorar a la virgen (separados los de las mujeres de los de los hombres), restos de la muralla que se creó en torno al monasterio (aún quedan 4 de los arcos originales), y unas casas con soportales de grandes vigas madera y balcones plagados de plantas y flores, algunas de ellas correspondientes a una judería de la Edad Media.

Menos mal que me quedé con un buen sabor de boca de Guadalupe. Una pena que algunos se empeñen en manchar su nombre.

Son como niños

jueves, 16 de octubre de 2008

Hace 7 días que acabé uno de los trabajos que he venido haciendo últimamente, las rutas turísticas que la Junta de Andalucía programa para los jubilados andaluces por Cáceres y provincia. El jueves pasado, en la fiesta de despedida, estuve reflexionando con el grupo que me tocó (que venían de la provincia de Sevilla) sobre lo que este trabajo ha significado para mí en estos dos años, y lo cierto es que es una de las experiencias que más me han marcado en mi vida y de la que seguro que guardaré un mejor recuerdo.

Tratar con mayores requiere unas aptitudes básicas sin las cuales se está destinado al fracaso. Hay que tener mucha paciencia para recordar una y otra vez en qué consiste la planificación de las visitas del día (no importa lo claro lo que lo digas, si se puede preguntar lo mismo que se acaba de explicar mejor para estar más seguros); hay que ser astuto para establecer normas desde el principio que no se pueden saltar (como ocupar siempre el mismo lugar en el autobús o en las mesas del comedor; las peleas cuando alguien se cambia son de lo más habitual); hay que ser inteligente a la hora de abordar las protestas constantes que tienen (y saber que si alguien se queja de que en su habitación del hotel hay pocas perchas, quizás haya que prestarle poca atención); y hay que ser amable y atento (sobre todo a la hora de bajar del autobús: los escalones son auténticos acantilados para algunos de ellos).

Una vez tenido todo esto en cuenta, sólo queda disfrutar de ellos y hacerlos disfrutar. Estos viejitos andaluces con los que he trabajado parece que han vuelto a una segunda juventud. Les encantan los chistes verdes y me muero de risa con las carcajadas tipo "enlatadas" de las señoras cuando se pronuncia la palabra "culo" o "cosita de los hombres". Adoran bailar (algunos son auténticos profesionales, se nota que "Mira quien baila" tiene audiencia entre los mayores) y les encanta bailar pasodobles conmigo aunque no tenga ni idea (aunque alguna viuda ya me rechazó porque ella "no bailaba con hombres"). Son cotillas por naturaleza y les encanta emparejar a los "solteros" (los corrillos eran evidentes cuando un divorciado quiso invitar a un baile a una viuda). Se empeñan en buscarme novia y todas sus sobrinas o nietas son candidatas perfectas (tengan la edad que tengan). Me recriminan toda la semana que no me afeite y en las fiestas de los jueves, cuando por fin lo hago, la sorpresa es mayúscula y todas me felicitan. Su tema de conversación favorito es sus respectivas enfermedades (desde que se suben al autobús ya empiezan a contarme de todo lo que están operados). Se preguntan asombrados porqué en sus teles no se puede ver "Arrayán" (sin percatarse de que en Extremadura no se ve Canal Sur). Y disfruto observando cómo hacen cola desde antes de que abran el Franki para comprar regalitos para toda la familia en esa tienda tan barata que les obsesiona.

La verdad es que me lo he pasado en grande con ellos. Pero, a la vez, me he dado cuenta de todo lo que se puede aprender de sus historias. Las famosas "batallitas" están cargadas de anécdotas que son reflejo de nuestro pasado. Te ayudan a entender mejor los difíciles años que vivieron en la guerra, o en la postguerra; cómo muchos tuvieron que emigrar y dejar a su familia atrás; como enviaban todo lo que ganaban de Argelia o Alemania para que la existencia de los suyos fuera un poco más placentera. Me encanta escuchar cosas de sus pueblos, y me emociono al observar sus caras maravilladas cuando ven el teatro romano de Mérida o el Monasterio de Guadalupe (muchos no han salido nunca de su pueblo).

Echaré de menos trabajar con mayores. Yo, que no tengo ya abuelos, he podido volver a disfrutar de ellos y escuchar con tristeza cómo muchos piensan que la sociedad los tiene un poco abandonados. Por eso, como le gustaría a María del Monte, sirva hoy esta entrada como homenaje a todos ellos.

Menos lobos

jueves, 9 de octubre de 2008

Este año en el campamento de verano el clan ha hecho dos rutas en una, diferentes pero igualmente atractivas: la de los Picos de Urbión y la del Cañón del Río Lobos. Esta última tiene una vertiente burgalesa y otra soriana, ambas de unos 13 kilómetros de longitud, pero nosotros hicimos sólo la segunda, que era la más cercana al campamento y la que más nos convenía.

El Parque Natural del Cañón del Río Lobos no tiene nada de bélico. Al contrario, es un remanso de tranquilidad. El sendero empieza en el pueblo de Ucero, con su castillo y su viaducto romano, aunque en realidad nuestra ruta comenzó 18 kilómetros antes ya que salimos directamente desde el campamento en Talveila. Después de comer, emprendimos camino e hicimos una primera parada en el centro de interpretación del parque (donde cogimos los pertinentes folletos), edificio anexo a una piscifactoría repleta de peces.

La ruta tiende cuesta arriba, cosa lógica porque remontamos el río. No llevaba mucha agua (esperaba mucho más caudal), pero la suficiente para estar repleto de truchas y de nenúfares que a veces no dejaban ver el fondo, aunque sí el reflejo del cañón.

El camino discurre rodeado de los paredes de roca caliza entre las que desciende el río. Me recordaba mucho al Cañón del Río Ebro pero un menos majestuoso y con menos agua. Pinos y sabinas flanqueaban las montañas, y gigantes trozos de piedra perfectamente dispuestos ayudaban a cruzar el río cuando el sendero así lo exigía.

Al poco de empezar nos encontramos con una iglesia (la ermita de San Bartolomé) que hubiera hecho las delicias de Robert Langdon y Sophie Neveu (los protagonistas del Código da Vinci), pero como cobraban un euro ni siquiera nos interesamos por los tesoros que los templarios pudieran llegar a esconder allí dentro. A su lado, sin embargo, la Cueva Grande, que haciendo honor a su nombre se abría con una entrada gigantesca, nos permitía el acceso gratuito para descubrir sus profundidades.

El terreno del cañón es muy calizo y es por ello por lo que, a mediados de ruta y por estar en verano, el río desapareció. Bueno, realmente se escondía en el subsuelo, por medio de galerías subterráneas que en otras épocas del año afloran a la superficie. Sin río que nos acompañase, continuamos nuestro camino con nuevos compañeros de viaje: los rebaños de ovejas y sus guardianes los mastines tamaño caballo que intimidaban más que si hubiera habido lobos de verdad.

Ya después de mucho andar, divisamos el puente de los 7 ojos que marcaba el final de nuestra ruta. Podríamos haber seguido pero después de más de 30 kilómetros de marcha pensamos que aquel era un buen lugar para poner el punto final y resguardarnos de la noche bajo el techo de los aparcamientos de coches que había a su lado. Otro día de ruta nos esperaba al amanecer.

El cazador cazado

martes, 7 de octubre de 2008

Yo, el eterno organizador de eventos para los demás, estoy poco acostumbrado a ser el sujeto que participa en las actividades que preparan los otros. Pero, en el campamento de verano, los rovers no sólo consiguieron darle la vuelta a esta tortilla, sino que me dieron una de las mayores sorpresas de mi vida.

Su tarea consistía en llevar a cabo una "gymkhana para el scouter", es decir, un típico juego de pistas con un único grupo participante compuesto por una sola persona. Dispuesto a disfrutar a lo grande de una oportunidad como ésta, puse todas mis ganas en encontrar cada uno de los papelitos que se hallaban dispersos por todo el recinto (por supuesto, colocados todos ellos lo más alejado posible el uno del otro). Con cada pista, una foto obligatoria, una prueba, un trozo de puzzle y una nueva dirección para hallar la siguiente.

Después del largo paseo para ir y volver del campamento de la Társis, me esperaba el último obstáculo, esta vez por las alturas: cruzar un puente mono. Y allí, en vez del ya clásico papelito azul que me daba las informaciones, me encontré con algo inesperado. Don banderas colgaban protegiendo las 4 camisas del uniforme de los rovers, perfectamente dobladas y con sus pañoletas al cuello, con la mía delante igualmente dispuesta. En una mirada más atenta, me fijé en un cartel donde había escrita una frase que no olvidaré nunca, "Siempre formarás parte de nuestra vida". Y otro papel me anunciaba que empezase a cantar el estribillo de una canción que nos ha marcado en este año rover, el famoso "Hay que superar" de la Társis.

Cuando así lo hice, Niala, Chacal, Teresa y Adri salieron de su escondite y me siguieron en mi cántico. Mi cara de tonto no iba a ser nada con lo que aún faltaba: detrás del cartel con la frase inolvidable había algo más, que no había apercibido. El puzzle de papel que había ido formando se transformaba de repente en uno real, de verdad, y personalizado, con una foto de todos mis rovers dividida en 560 pedazos.

Aún se me eriza el pelo cuando pienso en ello, y recuerdo que, aunque no solté lágrimas, era incapaz de decir nada por la emoción. El cazador cazado. El culmen perfecto para un año increíble. Yo sí que estoy feliz porque os hayáis cruzado en mi camino.

La expo se fue...

domingo, 5 de octubre de 2008

A pesar de que las comparaciones son odiosas, me fue inevitable pensar la Expo de Sevilla cuando estuvimos visitando en julio su homónima en Zaragoza. Yo entonces era mucho más pequeño, y quizás por ello todo me pareció que en el recinto de la Cartuja todo era grandioso. Sin embargo, la Expo del agua me dejó un sabor agridulce. Había tenido tanto bombo publicitario que esperaba encontar algo más que unos pabellones monodedicados a la concienciación del uso del agua de una manera sostenible. Y lo que es peor, en muchos de los que visité se veía claramente que el agua era sólo una excusa para intentar vender el país de alguna forma.

La expo en sí era bastante bonita. Tenía grandes cubetas de agua, amplias avenidas, y algunos pabellones muy modernos arquitectónicamente hablando (como el Pabellón-Puente o la Torre del agua), pero la mayoría se encontraban apilados unos detrás de otros como naves industriales en un polígono (aunque mejor decoradas, claro). Una vez en el interior, muchas fotos, algún vídeo y la inevitable tienda, 3 elementos que desde mi punto de vista no justifican una presencia en un evento de tal magnitud. Cierto es que debido a las colas no entré en los supuestamente mejores pabellones, pero sí que estuve en muchos y el esquema se repetía una y otra vez.

Los pabellones nos defraudaron, aunque los rovers lo pasaron en grande intentando buscar recuerdos que regalar al resto del grupo que permanecía en el campamento en Talveila. Por la noche, los espectáculos animaron un poco más el ambiente y la expo despertó de su letargo. La función del iceberg sobre el río Ebro fue bastante espectacular, y nos lo pasamos en grande asistiendo a unas clases de salsa para toda la multitud.

Después de tanto tiempo, creo que mereció la pena ir a Zaragoza y ser partícipes de tal evento, aunque la Expo del agua (que por cierto carecía de fuentes para beber el líquido al que estaba dedicada) no fue exactamente lo que esperaba.

El record de la hora (y 18)

jueves, 2 de octubre de 2008

Hace ya una semana que corrí la XX Carrera Nocturna del Guadalquivir y aún no me creo que lograse acabar la carrera y sin pararme ni una sola vez a lo largo de los 12 kilómetros de distancia. Sobre todo teniendo en cuenta que sólo había salido a correr 3 veces antes en mi vida y con una marca máxima de 40 minutos seguidos. ¿Cómo pude aguantarlo?

Puede que me motivase el atractivo recorrido. La carrera discurre paralela al río en su mayor parte, pasa por la Torre del Oro y la Barqueta, y termina en las pistas del Estadio Olímpico (que por fin se abre para algo). O tal vez me motivó que, aquel día y a la misma hora, Amaral ofreciera un concierto en el Auditorio y por dos veces escuchásemos privilegiadamente sus canciones mientras trotábamos en busca de la meta.

Tambien motivaba el festivo ambiente de la carrera. Más de diez mil corredores abarrotaban las calles y adelantar se tornaba complicado en algunas fases. Resultaba bastante divertido correr junto a atletas vestidos con traje de flamenca o junto a uno disfrazado del mismísimo papa, al que, ataviado con su sotana, sombrero papal y libro en la mano, le cantaban "Qué maravilla, el papa está en Sevilla". O el público que nos apoyaba, incluyendo el hecho de encontrar caras conocidas como las de Magüi o Lola.

Y, por supuesto, me sirvieron de ayuda mis compañeros de carrera, aunque empezamos los últimos porque no nos encontrábamos en la salida. Gema, Íñigo y sobre todo Palma, quien continuaba hablándome y animándome a pesar de que a partir del kilómetro 7 empecé a flaquear y me resultaba imposible responderle.

Pero, fundamentalmente, conseguí acabar por orgullo propio. Tenía esa ilusión y quería conseguirlo. Y conforme quedaba menos distancia para llegar, y las fuerzas se esfumaban vertiginosamente, cada vez tenía más ganas cruzar la meta. La entrada al estadio es espectacular, me asaltó una gran alegría al ver las gradas desde dentro y golpear la pista con mis pies, y de repente, sin saber cómo, comencé a dar zancadas más largas y aumentar la velocidad. ¿Dónde se había ido el cansancio? No lo sé, pero en la curva final adelantamos a muchos corredores y cruzamos la meta una hora y 18 minutos después de haber tomado la salida. Todo un record personal. La carrera había concluido y me invadió una gran satisfacción.

Después del gran esfuerzo, abrazos, camisetas de regalo y cervecitas. Esta carrera ha sido una gran experiencia, y espero que sigan proyectando más eventos como este pues ayuda al fomento del deporte entre los ciudadanos.

Pringaos por to los laos

miércoles, 1 de octubre de 2008

En Cáceres, rodeado todo el día de mis viejitos, siempre me agrada ver un grupo de jóvenes rondando por ahí. Pero lo de hoy no ha destacado precisamente por ser agradable, al menos para alguno de ellos. Por las calles de la ciudad se notaba hoy un gran bullicio y agitación. Un enorme grupo de jóvenes avanzaba en masa hacia la Plaza Mayor vociferando, gritando y cantando. Pero enseguida noté algo raro en esta manifestación espontánea: el grupo se dividía en dos, claramente diferenciados; unos daban órdenes mientras los otros obedecían; unos dirigían como pastores al rebaño de ovejas todas atadas entre sí; unos tenían las caras manchadas de garabatos que los otros les pintaban.

Todo tenía una explicación. Ayer comenzó el curso universitario en Cáceres y es tradición (también en Badajoz) el hacer novatadas a los nuevos. El segundo día los antiguos alumnos acuden a las clases de los primerizos y los raptan, los atan a todos con una cuerda, les pintan una N de novato en la cara, los recubren de un plástico de colores y los sacan a las calles de la ciudad. Empieza un día de calvario o de fiesta, según te lo tomes.

Los novatos tienen que soportar las perrerías a plena luz del día delante de todos los convecinos. Tienen que cantar algo así como "Pringaos, pringaos, pringaos por to los laos, soy un novato y obedezco" y demuestran su sumisión a los antiguos (que pasaron por lo mismo el año pasado) gritando "Qué buenos son, los señores veteranos, qué buenos son, que nos llevan de excursión". Si no obedecen, les tiran huevos, les manchan el pelo o les ponen fregonas en la cabeza, y al pasar por calles estrechas, la gente desde los balcones les echa cubos de agua. Cualquier cosa por dejarlos en ridículo.

Desde luego es algo que llama la atención y no deja indiferente a nadie. Y todos los años se repite: los que lo sufren un año arden en deseos de hacer lo mismo a los nuevos al siguiente. Parece que tiene cosas positivas, ya que los nuevos se integran rápidamente y todos lo celebran juntos al final del día con una fiesta (algunos bares anuncian ofertas especiales con motivos de las novatadas). Aunque a mi me parece algo bastante infantil y creo que más pringao es el que lo hace que el que lo recibe. Algunos de los que lo han soportado aseguran que te lo pasas en grande, pero yo prefiero haber estudiado en Sevilla para no tener que pasar por ello.