El misterio de Alicante

martes, 28 de diciembre de 2010

En Alicante, como en Elche, también hay un misterio sin resolver. Un misterio que nos situa en el corazón de la ciudad, donde hay un monte y en el monte un castillo y en el castillo una roca sobre la que se perfila una intrigante cara, una cara en la que se distinguen perfectamente una boca, una nariz respingona y unos ojos tristes bajo una especie de turbante mimético con la caliza. ¿A quién pertenece esta tez amarillácea que todos los alicantinos conocen como "la cara del moro"?

La historia que no es leyenda nos dice que en España, hace muchos años, los árabes dominaron nuestro vasto territorio; y la leyenda que no es historia nos particulariza que en Alicante, por aquella vasta época, gobernaba un rey musulmán (que no de bastos), que como todos los reyes de las fábulas tenía una bella hija, y que como todas las bellas hijas estaba soltera. Esta bella hija soltera hizo bueno el dicho de que los designios del amor son caprichosos, y como en amores imposibles los cuentos no escatiman, la bella hija soltera quedó prendada de un apuesto príncipe cristiano cuyo padre rivalizaba con el de la joven árabe. Rivalidades familiares, políticas y religiosas que forzaron una relación apasionada de encuentros clandestinos por los pasadizos secretos del castillo que conducen a la playa hasta que, como era inevitable en toda buena leyenda, el rey musulmán descubrió la traición y mandó apresar y sacrificar al amante de su hija.

La tristeza que invadió a la joven árabe hizo que su padre rey concediese una última oportunidad al príncipe cristiano: si al día siguiente la medina aparecía cubierta de nieve (apostar por que Alicante no aparecerá nevado es sin duda hacerlo a caballo ganador), el joven sería perdonado. La bella hija soltera imploró porque el milagro sucediera y al día siguiente, al alba, la ciudad apareció cubierta de un precioso manto blanco. Pero el rey árabe no tuvo piedad y el príncipe cristiano amaneció ahorcado. El milagro no fue tal pues donde la joven musulmana creyó ver nieve no fueron copos sino las copas de los cerezos de las que brotaron sus blancas flores. Pero la joven ciega de amor intentó salvar a su amado dando un salto hasta abrazarlo que finalmente fue un salto al vacío, por el acantalido del castillo; el padre rey, intentando rescatar a su bella hija abrumado por la idea de perderla, también tropezó y cayó ladera abajo. La misma ladera donde, castigado por su indulgencia, el rey fue condenado a tallar su faz en la roca con expresión triste y de llanto, para que todos los alicantinos contemplaran su dolor que perdurará para siempre.

Hoy la cara del moro es perfectamente reconocible, convertida en símbolo de Alicante incluso en el escudo de la ciudad. Grabada sobre el monte Benacantil a 166 metros de altura donde aún se conserva el Castillo de Santa Barbara, antes musulmán y llamado ahora así por ser conquistado por Jaime I el día de la santa. El castillo es el monumento más destacado y desde su cima se observan las mejores vistas de Alicante, con la playa del Postiguet a sus pies, la misma playa donde la joven árabe y el príncipe cristiano vivieron una leyenda de amor fugitivo.

Stop

jueves, 16 de diciembre de 2010

Después del letargo vuelven a abrirse los ojos de Lince para contar nuevas historias, ahora sobre Alicante, donde todo marcha sobre ruedas, aunque no precisamente muy rápido. Y lo expreso con toda la literalidad que puedo, pues lo primero que me llamó la atención de esta ciudad es lo que tardan en abrirse los semáforos.

Ya sé que parece un tema un poco banal, pero se me hacía tan largo esperar a que el rojo se cambiase al tan ansiado verde que la curiosidad me empezó a picar: ¿el haber vivido en Madrid me habrá hecho volverme más impaciente? No creo; desde luego, lo que no es normal que el 10% del tiempo total que tardo en ir a mi trabajo lo emplee parado en el semáforo de mi calle.

En seguida los alicantinos comenzaron a darme la razón. En la ciudad hay una obsesión por no conducir a gran velocidad. Las calles se llenan de resaltos de esos que destrozan los ejes de las ruedas, y ya en Radio Nou he oído algún debate sobre el excesivo parque de semáforos de la ciudad. Nada como estar parado en una avenida esperando y esperando a que no pase ningún peatón con tu semáfoto en rojo para darles la razón a los contertulios. ¿No han inventado el botoncito?

Con estas premisas, no me pareció nada raro que pillaran al pobre Drenthe a 160 km/h cruzándose la ciudad por le paseo del puerto; un ataque de desesperación para saltarse los semáforos en rojo. Pero mejor me dejo de imitar el modelo Drenthe: prefiero esperar pacientemente y disfrutar de la sorprendente Alicante y de las virtudes que poco a poco comenzaré a relatar.

Por fin

sábado, 6 de noviembre de 2010

Tantos años han pasado desde la última vez que pudimos ver reflejados los edificios de la Plaza de España en su ría (bueno, sin contar con las lluvias del invierno pasado), tantos años de obras y vallas, de restauración lenta y parsimoniosa... tantos años sin ver las barcas, que desaparecieron casi al mismo tiempo que el burrito que montaba a los niños y les daba paseos por la plaza. Tantos años después, que por fin Sevilla puede lucir con orgullo su monumento más visitado.

La plaza ya está como siempre, recuperando el acabado original que le diera Aníbal González para la exposición de 1929, pero anexionada ya sin coches con el Parque de María Luisa, espacio ahora expedito donde se erigirá una escultura de homenaje al arquitecto.

La así denominada Plaza de España recupera todos sus símbolos que justifican su nombre, los 4 puentes que representan los 4 reinos de la España antigua, su ría semicircular orientada al oeste para unir en abrazo imaginario a Sevilla con las antiguas colonias americanas, los 48 bustos de los españoles más ilustres ordenados cronológicamente, y las 48 hornacinas de cerámica representando a todas las provincias con su hecho histórico más destacado, sin duda el mayor atractivo de todo el conjunto para los visitantes nacionales.

Por fin se acabó este episodio fantasma que ha supuesto la interminable restauración de este referente recuperado con todo su esplendor.

Sólo una semana de la arquitectura

jueves, 14 de octubre de 2010

Son plausibles las iniciativas culturales en una ciudad, le dan vida y movimiento, y te sacan de la rutina diaria. En Sevilla acabó la semana pasada la IX Semana de la Arquitectura, una propuesta de acercar al público edificios significativos de la ciudad, que rara vez son expuestos al interés general del visitante, por medio de visitas guiadas a través de arquitectos que exponen su historia y método constructivo. Y a tenor de la gran acogida popular, pues las visitas eran para grupos cerrados previa cita telefónica de un teléfono que no paraba de comunicar, la semana se quedó corta.

Este año los edificios elegidos eran tan variados como el Palacio Arzobispal, el Palacio de San Telmo o las modernas instalaciones de la nueva sede de Abengoa en Palmas Altas. Cuando por fin nos cogieron el teléfono, las únicas visitas que quedaban era para la Casa de los Pinelo, nombre del que antes de apuntarme jamás había oido hablar.

Las visitas son cada media hora y en grupos reducidos. La Casa de los Pinelo está en pleno centro, en la calle Abades, y siempre ha estado allí pero puede pasar desapercibida para el que no la conozca. La guía nos explicó detalladamente su historia, de sus nobles dueños y de sus posteriores y variados usos que casi acaban con su destrucción. También conocimos sus detalles arquitectónicos, se fachada con mirador porticado y sus elegantes patios renacentistas. Y supimos que hoy es sede de las Reales Academias Sevillanas de Bellas Artes y Buenas Letras.

Resumiendo, esta iniciativa permite conocer lugares a los que no prestamos la atención que pudieran merecer. Seguro que en Sevilla hay tantos que esta semana podría perfectamente ser un mes.

Mi gozo en el pozo

jueves, 7 de octubre de 2010

La vida de los habitantes de la Lora, al norte de Burgos, transcurría tranquila, sin más prosperidad que la buena cosecha de sus huertos o del escaso ganado que resistiera las duras condiciones del ventoso páramo a 1000m sobre el nivel del mar. Pero una noticia hizo albergar las esperanzas de un futuro más venturoso, pues en sus tierras se hallaba un tesoro escondido que podría cambiar sus vidas y las de todo un país: se había hallado petróleo en España.

La comarca se revolucionó. A sus escasos habitantes, idealizando lo poco que sabían del sueño americano, les entró la fiebre del oro, del oro negro en este caso. Era el año 1964, época del tardofranquismo, en la que se dio un gran impulso a esta nueva posible fuente de ingresos. Vinieron ingenieros y en el pequeño pueblo de Ayoluengo se instalaron los primeros yacimientos de petróleo del país. Campsa se hizo cargo de las explotaciones y dio trabajo a muchos oriundos de la zona, tanto de la Lora como de Covanera y alrededores.

Se desató la euforia, se hablaba de una gran refinería que produjese millones de barriles de crudo anuales, de un gran gaseoducto que uniese la zona con el puerto de Bilbao, del nuevo Texas a la española... pero el gozo de los grandes soñadores se hundió tanto como los cientos de metros de profundidad que miden los pozos para extraer el petróleo. El crudo extraído era muy pobre, su color, de un marrón muy alejado del puro negro, y las reservas, mucho menores de lo esperado.

Los yacimientos fueron pasando de una compañía a otra, el entusiasmo decreció, pero no por ello el complejo ha caído en desuso. Hoy, apenas trabajan 14 empleados vecinos de la zona, nunca se alcanzan los 100 barriles al día, y sólo funcionan 11 caballos de los 53 que llegaron a construirse. Sus motores giran, pausados y solitarios, produciendo un característico ruido de desolación y un olor a abandono.

El futuro de la explotación es mucho más negro que el crudo obtenido, y la zona se está deshabitando. Incluso la gasolinera de Sargentes de la Lora está totalmente desmontada. Se habla de un próximo museo del petróleo, que recordará lo que un día fue un gran sueño truncado. Mientras, el sol se va ocultando por el páramo dejando ensombrecidas las emergentes figuras de unos caballos que relinchan de pena sin cesar.

Burgos evoluciona

martes, 5 de octubre de 2010

Algo está cambiando en Burgos. La ciudad fría calienta motores hacia su modernización: peatonalización, carriles bici, candidata a ciudad europea de la cultura en 2016, el venidero AVE y el proyecto estrella que será el símbolo de la ciudad, Catedral mediante, en el siglo XXI: el Museo de la Evolución Humana (MEH). El nuevo coloso, objeto de críticas y halagos por igual, da nuevos aires a la ciudad, que resucita el margen izquierdo del río Arlanzón con nuevos espacios verdes, fuentes y paseos, además de aportar un auditorio público y un centro de investigaciones que se suman a las exposiciones museísticas.

Y no es un museo cualquiera. Si Burgos dedica un museo a este tema es porque en su provincia se han hallado los restos fósiles humanos más antiguos de la historia. La Sierra de Atapuerca fue testigo, illo tempore, de las andaduras de los primeros homínidos que hoy conocemos. En las galerías y cuevas excavadas hay trozos de dentaduras y mandíbulas de hace 800.000 años, cifra que se dice pronto pero que deslumbra si lo comparamos con los apenas 5.000 años que tenemos de Historia escrita. Esta nueva especie, un nuevo eslabón en la cadena evolutiva, ha sido bautizada como Homo antecessor, que significa explorador pero, sin duda, lo de antecesor le viene al pelo. En Atapuerca han hallado también una especie de sima funeraria, la más antigua jamás encontrada, que ha permitido obtener esqueletos completos con una calidad excelente de una edad de 500.000 años; muestras de ello, la cadera Elvis, el cráneo Miguelón o la mano que se exponen en el museo.

El MEH abre sus puertas hacia dentro, con un enorme espacio diáfano pleno de luz donde se exponen los restos principales, así como se repasa la historia de la evolución humana con las más modernas teconologías; pero también hacia fuera, pues organiza visitas guiadas en autobús a los yacimientos in situ y al parque arqueológico de Atapuerca para conocer de primera mano cómo se estudian y analizan los huesos por parte de los científicos. Un millón de años de historia al alcance de cualquiera.

Sonrisa de ganador

lunes, 13 de septiembre de 2010

Sonrisa de ganador. Éste era el lema (con minúscula) con el que Isra y yo habíamos decidido que afrontaríamos cada examen del curso, o cada traba, un último impulso para que todo el esfuerzo no se fuera al traste por los difícilmente controlables nervios que, nunca mejor dicho, jugaban tan malas pasadas. Pero si sólo hubieran sido los nervios... "No, pero eso tú te lo sacas fácil, si tú eres muy listo", solían decirme mentes sabias antes de empezar hace dos años. Tan fácil de decir, tan difícil de explicar.

Desde fuera no se entiénde cuán in-tensos pueden resultar dos años, en concreto 631 días muy largos, donde te juegas tu supervivencia casi a diario, con la presión de tener que aprobar todos los exámenes, y todos fueron 97, y teniéndo que obtener un 70 sobre 100, con criterios de evaluación tan poco objetivos. Pero, por si ello fuera poco, haber tenido que soportar, en-cima, injustos reconocimientos médicos, vituperaciones por quien se cree en el derecho de usar y abusar de su efímero poder, insultos por decreto, decretazos insultivos, y muchos más obstáculos que prefiero, una vez saltados con éxito, olvidar cuanto antes.

Porque, amainada la tempestad, que aún no exterminada, sólo queda quedarse con lo bueno, y los buenos fueron ellos, unos compañeros que sin apenas conocerme me ayudaron como nadie a desatar la eu-foria, un apoyo fundamental que queda unido en la adversidad y que sigue demostrándose, con los que viví una experiencia inolvidable, dentro y fuera de las (j)aulas.

Porque, aún en la incertidumbre de otra espera para nada compatible, sin saber que será quequé será, de momento sólo el haberlos conocido ya me hace sentir ganador, y por supuesto con una sonrisa.

Madrid, la suma de todo

jueves, 12 de agosto de 2010

Pongamos que hablo hoy de Madrid. La capital del reino, la ciudad más poblada, donde no sólo se es uno entre 6 millones. Por muy desapercibido que se pase, todos somos importantes a la hora de configurar la personalidad de una metrópoli donde hay de todo para todos.

Madrid son sus gentes, donde se confunden los gatos autóctonos con la mayor variedad étnica jamás vista; Madrid son sus hombres-anuncio de oro de Sol, sus putas sin rodeos de la calle Montera, sus músicos amateurs del metro, sus punkies sin renovar de Gran Vía, sus guiris con chanclas en invierno, sus camellos subrepticios de Embajadores, sus figurantes con parálisis de Preciados, sus sudamericanos con ambiente festivo en la Casa de Campo, sus vendedores de antigüedades extravagantes del Rastro, su saxofonista del Retiro que toca y toca "somewhere over the rainbow".

Madrid es grande, en muchos sentidos. La ciudad que nunca acaba, que engulle pueblos que ahora son barrios, que construye circunvalaciones que se meten ya en otras provincias, que soterra carreteras porque Madrid ya no cabe en superficie. En el Madrid del -1 cohabitan túneles, líneas de metro, pasos subterráneos refugio de indigentes, bares y casas construidos por debajo del nivel del suelo y hasta centros comerciales. La Madrid que mira al centro de la Tierra en contraste con la que mira al cielo, la de los edificios altos y más altos, las 4 Torres de Castellana y las más de 4 de AZCA.

Madrid es una ciudad dinámica, de proyectos imposibles que normalmente se hacen posibles. Con la mayor oferta de ocio que jamás conocí, existen publicaciones de barrio con la oferta cultural sólo en la vecindad. Es imposible aburrirse en Madrid. A mayor escala, la urbe siempre se haya en obras, señal de que nunca se detiene. Los túneles de la M-30 son la mayor obra urbana de Europa, la red de metro es la tercera del mundo, y son tan propios que se permiten desviar el Manzanares para crear el proyecto Madrid-río que, si algún día se concluye, promete ser espectacular. A largo plazo, las Olimpiadas, el mayor reto de todos, del que tengo la corazonada que algún día conseguirán.

Madrid también es paciencia. Paciencia para soportar las largas colas para ver la exposición de la Fundación Mapfre de acceso gratuito, paciencia para conseguir una entrada de las que se agotan enseguida en aquellos espectáculos que son de pago. Las distancias son enormes, la calle Alcalá tiene 674 números, y lo normal en Madrid es vivir lejos de donde trabajas. La consecuencia son los atascos insufribles en coche, los interminables transbordos en un metro hacinado, la hora y media de ida y otra tanta de vuelta, el laberinto de calles y carreteras que sólo se consigue aprender después de haberte equivocado 20 veces (bendito GPS).

Madrid es todo. Es Cibeles, es el Guernika, es 50 euros por cenar, es el teleférico del Parque del Oeste, es Lavapiés, es Doña Manolita, es Carabanchel, es el anillo verde, es ver a los campeones del mundo, es decir "ejque la dije que", es la M-11, es los detractores de la Espe, es sus benefactores, es el Rayo, es el Honky Tonk, es las tapas por La Latina, es nieve y calor sin pasar por la primavera, es quedarse dormido en el metro, es La chocita del Loro, es un bocadillo de calamares en Plaza Mayor. La suma de todo es la mezcla explosiva de una ciudad que te marca la vida.

La senda de los encuentros

lunes, 26 de julio de 2010

Tras muchos meses de intentos desvanecidos, por fin volvimos a disfrutar de esos encuentros ruteros tan especiales. Empezamos un viernes y los monitores se dividen en coches, 1, 2 y 3, aunque Gema no se enterá muy bien de en qué número va. Justo al empezar el encuentro nos deja un amigo una casa en Covanera, con lo que en vez de dormir vivaqueando lo haremos bajo techo. La ruta nuevamente sigue viva. Llegamos a Covanera y los coches 1 y 3 disfrutan de una cena burgalesa en casa de mis tíos, cosa rara porque la mayoría de la población de Covanera es familia mía. El coche 2, por llegar tarde (gracias a Alberto que decidió que los atascos se evitan mejor metiéndose por vías pecuarias) se queda sin morcillas, rabas, queso de Sasamón y langostinos. Por fin nos reunimos los 11 y pasamos la noche junto al río, algunos dentro del agua, claro. Sin faltar la historia de miedo de Agus, sobre Pechos Tocantes y Caos Rectantes.

Ya es sábado. Almu preguntaba si el encuentro iba a tener agua. No iba mal encaminada. Con parsimonia habitual nos levantamos, vamos al bar a tomar café aunque en verdad era para usar los servicios, y salimos en dirección a hacer la ruta de senderismo del cañón del río Rudrón. Aunque antes una sorpresita: un rally en coche por un estrecho camino de piedras, en el que dar la vuelta resultó casi imposible. El nuevo coche de Rebe superó la prueba. La subida por el río Rudrón nos dejó un primer baño en una cascada y un segundo en una cueva de la que emanaba agua prístina y congelada. A la vuelta nos paramos en el pueblo de inicio donde conocimos a una de sus dos habitantes y Alberto probó cómo de fresquita estaba el agua del pilón...

A la vuelta en Covanera fuimos al Pozo Azul, una surgencia kárstica de agua cristalina y gélida. Aunque Pablo no lo creyese, sus 10 metros de profundidad permitían tirarse desde 3, 4 o más metros de altura, incluso de cabeza... meritoria Gema, que superó su fobia. Y una subida al perentón para ver vistas del pueblo. Después, hubo que complacer a Gema y mis tíos nuevamente nos prepararon una suculenta cena. Increíbles las cerezas de la huerta.

Por la noche, visita al observatorio astronómico, donde se estropeó el telescopio, así que ninguno vio las estrellas... a excepción de la monitora que lo explicaba, que agobiada por las preguntas de Alberto chocó su cabeza con los contrapesos y cayó su cuerpo casi inerte sobre el regazo mío, de Jorge e Íñigo... la pobre se recuperó, y una vez pasado el susto las risas por la situación fueron más que inevitables.

Y el domingo. Llegó la hora del canorafting por el cañón del río Ebro, unas canoas biplaza para bajar los rápidos en un entorno super chulo. Los remansos dieron rienda suelta al Tata y a los vaivenes de canoas, remos, vuelcos y demás. Al acabar, una cuerda en una rama para lanzarse al río acrobáticamente, con Barrera en plan circense. Y pronto la recogida, que Pablo y Ángela tenían que coger el tren a Alicante y los demás tuvimos que soportar el atasco en la A-1... para llegar tarde a ver la final del mundial.

Pero todo sea por los encuentros. Este será recordado por esa cancioncilla del mundial que repetimos una y otra vez.

Canoraft por el Ebro

domingo, 25 de julio de 2010

La nueva aventura se llama Canorafting y el nuevo escenario se llama Cañón del Ebro. Esta actividad se enmarca dentro de las de descenso rápido de ríos, y es un derivado del rafting. A diferencia de éste, la balsa no es de seis personas sino que se utilizan canoas biplaza del mismo material que la balsa del rafting. Al ser de este material tan flexible y más estrecha, la sensación de velocidad es mayor que en el rafting.

El paisaje del Cañón es tremendamente bello, pues los páramos se ven cortados por grandes desniveles al paso del río Ebro. Las aguas descienden a gran velocidad mientras 100 metros más arriba los buitres vigilan en su característico vuelo circular. El camino comienza en Quintanilla-Escalada, y en esta ocación el Ebro bajaba con más agua que nunca. El peligro no es mucho y tras unos primeros rápidos, asistimos a la confluencia de los ríos Ebro y Rudrón que ofrecen unas singulares cascadas donde poder hacer una pequeña parada.

De ahí el camino desciende hasta Pesquera de Ebro, final del recorrido tras casi 3 horas de descenso. La actividad está bastante bien, pues combina la emoción de los rápidos con momentos de relax para poder hacer el tonto sobre las canoas: abordajes, remar de pie, remar desde el borde para levantar la canoa sobre la superficie... Siempre sienta bien hacer nuevas aventuras y que te lo pases de lujo.

Oh manantial de Covanera...

martes, 20 de julio de 2010

Es el Pozo Azul, mal llamado lago tantas veces, el manantial que surge de la roca muy cerca de Covanera y expulsa sin descanso mil litros de agua por segundo al río Rudrón. Una surgencia llena de misterios, que engaña a la vista pues la refracción de la luz nos falsifica su profundidad y su color, pues sus 10 metros de hondo nos parecen someros y la tonalidad azul de sus aguas nos colorean su cristalinidad. Una pureza que nos permite ver la entrada a la cueva de la que sale tanta agua. Un espectáculo natural del que quedó prendado el gaiterillo de la leyenda que hasta hoy desconocía.

Pero esta cueva sumergida aún es una incógnita para los científicos, pues nadie ha podido llegar a su inicio. Hasta 2006 los espeleobuceadores sólo había podido alcanzar los 3.800 metros de longitud, en operaciones de alto riesgo ya que sonya varios los que han perdido la vida intentando conocer las profundidades de este misterioso sifón. En 2009, los aventureros de Al filo de lo imposible quisieron hacer del Pozo su nuevo reto, llegaron incluso a dormir dentro (pues hay una zona conocida como "La burbuja" donde hay aire y se puede respirar) y avanzaron hasta casi los 6 kilómetros... pero el final del Pozo Azul sigue sin llegar a ser conocido, y hoy es la cueva sumergida más larga de Europa, y nadie sabe cuánta longitud alcanzará.

La zona de donde surge el Pozo es kárstica, esto es, abunda la roca caliza que es muy porosa y absorbe mucho el agua. Por eso se cree que el manantial se nutre de las aguas recogidas durantes las lluvias que quedan retenidas en las rocas y van saliendo por el sifón. Pero en algún punto tendrá que empezar. Por eso el Pozo es mágico, por eso y por ser agua pura, potable, y gélida, todo un reto para los que quieran bañarse o zambullirse desde las alturas. Por eso cautivo a todo el que lo visita, como hizo en su día al anónimo autor de esta coplilla que en su día encontramos por la red:

¡Oh! manantial de Covanera:
Irisada vidriera,
que del abismo subes
misteriosas aguas azules.
Luz desleída, vena acelerada,
fresco suspiro, crisol de nieve.
Artífice de roca abandonada,
clara fragua de ruido leve.
Corriente de fuerza pujante,
que a un batán moviste
y a un molino tornaste,
en tu correr galopante.
-Qué son Fontibre y ruidera
y otra fuentesparideras
de ríos de gran solera:
junto a tí...
¡manantial inédito de Covanera!
Yo afirmo y reto:corre, galopa...!
-A que no brota manantial igual en toda Europa!


Jugar con fuego

domingo, 18 de julio de 2010

Es una pena ir a trabajar a un lugar en el que no estás cómodo; y más aún si te encanta tu profesión pero no te dejan desempeñarla en las condiciones adecuadas. En nuestra visita al Centro de Control de Gavá en Barcelona, que controla todos los aviones que sobrevuelan el espacio aéreo mediterráneo, conocimos de cerca realidades de controladores cansados de soportar una presión laboral innecesaria y de aguantar las vejaciones injustas de una opinión pública manipulada por las mentiras que el gobierno les ha querido vender.

El centro, el más moderno y equipado de España, consta de unas instalaciones de trabajo y descanso excepcionales. Se podría decir que da gusto ir a trabajar allí; de hecho, todos los controladores hablan maravillas de su puesto de trabajo. Pero, a raíz del decreto-ley impuesto por el congreso el 5 de febrero, que regula sin opción a negociación las condiciones laborales del sector, el ambiente ya no es el mismo. Una ley ilegal que, además, ha sido respaldada por la Audiencia Nacional quien en su sentencia ha llegado a afirmar sin pudor que los "derechos fundamentales de la Constitución no son absolutos". Pues mira que bien.

El decretazo, saltándose a la torera todas las leyes de las relaciones laborales, ha aumentado los horarios de trabajo un 50%, ha disminuido los periodos de descanso y ha reducido los salarios un 50% de media. Todo con la excusa del "cobran mucho y trabajan poco" y como razón de una deuda económica sin precedentes. Parece que empieza a primar más el ahorro económico que la seguridad de todos los pasajeros.

Porque lo que ha conseguido el decreto es que los controladores curren más, no hagan los descansos pertinentes y en consecuencia, presten menos atención a su pantalla radar donde nunca deja de aparecer aviones. Muchos de ellos han sufrido ataques de ansiedad, taquicardias o desmayos, pues la carga de trabajo ha aumentado sin control. Algunas torres pasarán a manos privadas, donde una empresa tratará de gestionar para obtener los beneficios que pueda. Algunos aeropuertos como La Gomera, El Hierro o Burgos serán vigilados por los AFIS, personas sin ninguna responsabilidad a la hora de gestionar el tráfico que manejen.

Así, puede que algún día ocurra lo que nadie quiere: un accidente aéreo. El señor Pepiño y su gobierno están jugando con fuego al dar prioridad a ganar dinero antes que la seguridad de los aviones. Aunque, si algo ocurre, está claro que siempre le podrán echar la culpa a los controladores.


Cuano España ganó el mundial yo...

martes, 13 de julio de 2010

Algún día mis hijos o nietos me preguntarán qué hice el día que España ganó su primer mundial, y a buen seguro podré relatarles con claridad cómo celebré tan magno acontecimiento. El de ayer fue un día histórico, pero no sólo a nivel deportivo, sino por su trascendencia a nivel social, todo un país unido y alegre; es más, incluso aquéllos a los que no les gusta el fútbol han visto los partidos y se han emocionado.

Siempre podré decir que el esperadísimo día de la final, el partido soñado por todos, llegué tarde para verlo. Volvía del encuentro quetzal en Covanera y la A-1 se colapsó por los miles de madrileños que, como nosotros, habían decidido volver un poco antes para llegar a tiempo. El anfitrión llegó 35 minutos tarde pero los invitados ya se emocionaban con el primer tiempo. El gol de Iniesta desbordó la alegría y los 3 pitidos desataron una euforia retenida durante tantísimos años.

En seguida el barrio se echó a la calle y nos reunimos con todo el vecindario a nuestra fuente, la de la Plaza del Navío. Nunca pensé que me iba a costar tan poquísimo tiempo decidirme que aquella era la primera noche en la que me iba a meter a una fuente pública a celebrar algo. Los chorros de agua con espuma, el perro con la camiseta de España, la dueña del bar donde nos reunimos, los pases toreros a los autobuses municipales... todo se permitía y todo era alegría.

El siguiente objetivo: ir al centro. Para ello cogimos el metro, cabecera de línea y sitio asegurado en el vagón. Y allí comenzó una improvisada fiesta conforme se iban subiendo los nuevos usuarios en las paradas subsiguientes, que iban siendo recibidos con el estribillo llenos de oes de la canción de Bisbal. La gente de los vagones de al lado se subían al nuestro para animarse cantando los camareros, alabando al pulpo Paul o envidiando la novia de nuestro portero favorito.

Al salir por Gran Vía, la marabunta. Una riada de gente de rojo caminando en todas direcciones. Pasear por esta calle sin tráfico no tiene precio, pero hacerlo cuando tu país ha ganado un mundial es inolvidable. Por fin llegamos a la fuente de la diosa abrigada por una bandera de España, para siempre poder decir a mi descendencia que celebré un título en Cibeles. Estas oportunidades no se pueden desaprovechar.



Al día siguiente, el desfile del autobús con los héroes nacionales me permitió ver de cerca esa anhelada copa, aún más bonita en directo que por la tele. No hay nada como llegar a Gran Vía a las 21:31 y que el autobús pase a y 34. Un corto período de espera para ver a Iker con la bandera, a Capedvilla con el pulpo o a Villa con su gorro. Y nuevamente una ciudad entera en la calle compartiendo emociones, sobre todo en esa explanada de Principe Pío a la que no se me ocurrió ir. Con todo lo que había vivido ya tenía suficiente para contar cómo viví este día para la historia.


Las fiestas de San Pedo

jueves, 1 de julio de 2010

Once y media de la noche. Situados ante el mejor escaparate posible, sentados en la cornisa del mirador de la colina del castillo, justo delante de la Catedral de Burgos, los fuegos artificiales comienzan a tronar e inundan el cielo burgalés de líneas y tirabuzones multicolores y de ruidos estruendosos. Comienzan para nosotros las fiestas de San Pedro, las fiestas municipales que se celebran en Burgos cada final de junio.

La ciudad se transforma. Los burgaleses dejan en sus casas sus tradicionales bolsas y toman las calles de la ciudad, sin obviar la chaquetilla en mano pues, aunque a finales de junio, ya se sabe que en Burgos siempre termina refrescando. Por la noche, los grupos de jóvenes se agolpan en el nuevo paseo junto al Museo de la Evolución para hacer botellona en la orilla del río Arlanzón. Y en el centro, la gente se anima con los escenarios de las verbenas, los grupos de charangas o las batucadas.

Aunque la novedad que está causando furor es la tradición importada de Valladolid del concurso de tapas. Los principales bares de la ciudad disponen de una caseta de madera que se dispersan por las principales plazas del centro. Cada comercio ha de inventar una tapa fría y una caliente, que se venden junto con una bebida a un precio muy económico. El resultado es que te hinchas de comer y beber por poco dinero y con comidas tan sugerentes como "tubular relleno de salmón, crema de queso y ciruela con cucharilla comestible de morcilla y manzana, notas de flor de cactus y banana"... mucho mejor decir, "¡una de la caliente!".

De día, lo más típico de esta fiestas son las peñas de barrio, grupos de unas 50 personas que se caracterizan por llevar una blusa y unos pantalones de dos colores que definen a cada una de ellas. Las peñas cuentan con su propio desfile, desde Gamonal al centro, una especie de procesión donde no falta un automóvil tuneado con los colores de la peña, la charanga, carrozas que entran en un concurso y algún traje tradicional. Además, los peñistas van ofreciendo la bota de vino al público que los contempla. Una excusa buena para pillarse un buen pedo desde temprano.

También hay un desfile de gigantillos, gigantones y danzantes, y las típicas corridas vespertinas donde importa más lo borracho que estés en la grada que lo que suceda en el coso. Si al final, todas las fiestas redundan en lo mismo.

El anillo del compromiso

miércoles, 9 de junio de 2010

Imitando el modelo del resto de grandes ciudades europeas, Madrid trata de ponerse al día en cuanto al transporte de bicicletas se refiere, solventando sus grandes dificultades de tamaño, orografía (cuántas cuestas) y de tráfico a motor. A ello se ha comprometido el ayuntamiento, a través de un Plan Director de Movilidad Ciclista de Madrid que aspira a completar, en 2016 una red viaria de 115 kilómetros. Hoy, tal compromiso va materializándose poco a poco, como en el casi completo Anillo Verde.

El Anillo Verde es una propuesta de carril bici circular, a través de un trazado asfaltado de 6 metros de ancho independiente del resto de vehículos. Bordea todo Madrid, por ello tiene una longitud nada menos que de 65 kilómetros. Poco práctico desde el punto de vista de la movilidad urbana, pero una propuesta muy interesante para un grupo de ciclistas ociosos. El anillo permite dar la vuelta a Madrid y conectar barrios muy distantes y muy distintos, y ver una realidad diferente al centro que es lo que todo el mundo ve.

Nuestro viaje comienza en el este, en mi barrio, en la zona del Parque Juan Carlos Primero. Tomamos dirección norte siguiendo siempre los altos postes que nos informan del kilómetro en el que nos encontramos y de cuánta distancia falta para la siguiente zona de descanso, habitualmente con bancos y fuentes para el avituallamiento, de las cuales el anillo está muy bien proveído. Allí conocemos los nuevos barrios residenciales de San Chinarro, Las Tablas o Montecarmelo, que siguen el típico modelo de bloques tranquilos, sin ajetreo de tráfico ni ruido de comercios.

Tras pasar el enlace con el carril bici que sube a Colmenar y a la sierra de Madrid, seguimos ahora dirección oeste, bajando paralelos al río Manzanares. A nuestra derecha tenemos el Monte del Pardo, a nuestra izquierda empiezan a verse edificios importantes de Madrid como el Faro de Moncloa o el Palacio Real, y y más abajo nos adentramos de lleno en la Casa de Campo, que como es sábado está repleta de gente, llamándome la atención que el 90% eran sudamericanos.

Ya llevamos la mitad del camino y nos encontramos en el sur de Madrid. La fisionomía de los barrios ha cambiado. Estamos en Aluche, en fiestas por cierto, y pasamos por Carabanchel. Se ven barrios más pobres que los del norte, y también el tipo de gente cambia, menos pija, más de calle. De hecho, tras cruzar el Parque del Manzanares y pasar junto a la Caja Mágica, circulamos junto a un barrio de chabolas que daba bastante miedito, teniendo en cuenta además que ya estaba anocheciendo.

Tras ello, el anillo nos dirigía al lado este de Madrid, con barrios más cuidados que los que habíamos pasado por el sur, como los de Moratalaz o Las Rosas. Aquí se encuentra la única parte del anillo que aún está en obras, coincidiendo con el paso junto al Estadio Olímpico, por lo que toca callejear hasta reencontrar nuestro camino. Finalmente, tras 6 horas de viaje, cruzamos el puente sobre la A-2 del barrio de Canillejas que nos dejó en el punto de partida.

La aventura de rodar por Madrid sin peligro fue altamente gratificante, no sólo por la seguridad de ir con tu bici sin miedo sino porque me dio la oportunidad de ver lugares que de otro modo nunca hubiera conocido. Aunque deja bastante que desear su señalización, tanto por su ausencia en muchos puntos como por ser errónea, lo que nos hizo perdernos más de una y de dos veces, el Anillo Verde es una idea magnífica, aunque, para que resulte verdaderamente útil para la vida diaria de los madrileños, deba verse complementado con vías radiales que conecten con el centro. Todo un reto con el que hay que comprometerse.

Un bosque en la ciudad

domingo, 6 de junio de 2010

Quedan pocas semanas en Madrid, y hay que aprovechar el tiempo que resta. Madrid nunca se acaba, y siempre hay algo nuevo por conocer. Cómo me arrepiento de no haber descubierto antes un lugar como la Casa de Campo.

Asociada hace años a las putas, la Casa de Campo se ha reinventado y el cierre al tráfico de muchas de sus hectáreas le ha hecho ganar en calidad medioambiental. Putas, haberlas haylas, pero pocas en comparación con la ingente cantidad de ciclistas, viandantes, corredores, jinetes a caballo, piragüistas en el lago o chavales que van al Parque de atracciones o al Zoológico.

Yo y mi bici nos dispusimos a descubrir este entorno natural. Existen varias rutas ciclistas, pero no están muy señalizadas. Lo mejor es perderse por los caminos y senderos que se meten entre la frondosa vegetación; y perderse, te aseguro que te pierdes. Porque la Casa de Campo no es un parque, es un auténtico bosque en la ciudad, donde es fácil sentirse aislado del mundo, una sensación de soledad tan difícil de lograr en la barahúnda madrileña.

Se pueden recorrer decenas de kilómetros entre pinos, robles, fresnos o sauces, por senderos más propios de un circuito de cross, con continuos vaivenes, subidas y bajadas, o terraplenes donde sentir un frenético vértigo flipándose un poco. Y todo al ladito de Madrid.

En estas, después de tantos meses, encontre mi lugar favorito de Madrid. Tras una subida a un monte, que no sabría volver a encontrar, llegué a la cima donde, a la sombra de un roble, observé la estampa más bonita de la ciudad en la que he vivido los últimos 19 meses. Allí, en solitario y en silencio, se veían, tras el Manzanares y las copas de los árboles del Parque del Oeste, las puntas de los edificios más significativos: las 4 torres, las Kío, la Torre Picasso, el Faro de Moncloa, el rascacielos de Plaza España, el Palacio Real o la Almudena... Todos al alcance de un vistazo, desde una posición privilegiada. Me podría haber quedado horas allí sentado.


Si tuviera que volver a aquel lugar, es probable que no supiera desandar mis pasos y encontrarlo. Menos mal que me aseguré de que quedase bien fijado en mi retina.

Corpus Toletorum

jueves, 3 de junio de 2010

No hay nada como decidir ir de tapitas a Toledo... y que te pille allí de pleno la festividad del Corpus. La ciudad repleta de gente, tanto en los bares como fuera de ellos, y algún desfile por las calles que nos impide el paso. Así que, un poco obligado por las circunstancias, no quedaba otra que ver un poco de que iba la cosa (creo que en Sevilla nunca lo he visto).

Y la cosa era un poco extraña. Por las calles, la gente agolpada dejaba libre un carril central para que desfilasen militares, vestidos de uniforme y marchando al son del tambor de una banda. ¿Militares en una festividad religiosa? Pues sí, y lo curioso es que el gentío, a su paso, aplaudía a raudales, sin mayor aliciente que verlos pasar.

Pero en esta procesión no sólo hay militares. También se saca la Custodia típica de esta celebración, que abandona la fastuosa Catedral por 3 horas para recorrer las calles del centro, acompañada por sacerdotes y monaguillos. Y este año, casualmente, con polémica, pues es la primera vez que a su salida el himno nacional ha sido interpretado por la banda municipal de Toledo en vez de por la banda militar, para apartar los honores militares del acto religioso. Entonces, ¿por qué siguen procesionando los miembros del ejército? Parece que por tradición, pues les han permitido que, voluntariamente, pueden seguir desfilando. Y con buena acogida del público, como comprobé con los aplausos.

Más allá de no entender mucho el sentido de la fiesta más allá de la tradición, lo mejor es lo bonita que está la ciudad. Si ya de por sí Toledo es preciosa, el centro estaba engalanado con guirnaldas de plantas, toldos para sofocar el calor, trozos de césped artificial decorativos, cabezudos, tronos de imágenes religiosas y los balcones todos jalonados con escudos de colores. Una forma especial de ir de tapitas.

Los contrastes de Tenerife

martes, 1 de junio de 2010

Lo que más me ha gustado de Tenerife es su falta de homogeneidad. Los contrastes entre sur y norte determinan una dicotomía que agrada, a buen seguro, a todo aquel que la visite.

El sur de Tenerife es el paraíso de los guiris. Las mejores playas de la isla, entendiéndose por extensas, están muy enfocadas al turismo. Los hoteles y apartamentos invaden la línea de costa, y los extranjeros encuentran un clima propicio durante todo el año para satisfacer sus ganas de sol. En el sur siempre hace bueno, aunque el viento también es protagonista, lo cual es óbice para la práctica del surf y derivados.

En cambio, en el norte siempre llueve o hace niebla. También por ello, el paisaje es verde y permite descubrir lugares tan encantadores como el Valle de la Orotava. La isla se vuelve más abrupta, y emergen acantilados como los de Masca, uno de los espacios naturales más impresionantes y sorprendentes que he visto nunca. En el norte es donde viven los chicharreros, donde esá su capital Santa Cruz o donde están las ciudades más bonitas, como Puerto de la Cruz o San Cristobal de la Laguna.

Pero también difiere el centro de la isla, donse se alza colosal el Teide. Parece mentira como tan sólo en 30 kilómetros se pasa de estar a nivel de mar a ascender al punto más alto de España con sus 3.718 metros. El paisaje vuelve a cambiar y se convierte en desértico, apenas algunas especies vegetales como los tajinastes rojos sobreviven a una árida extensión de roca volcánica. La nieve perpetua pinta de blanco la cima de una montaña dando una nota de color diferente al marrón de los roques y llanuras.


Así, en apenas unos kilómetros de extensión, la isla de Tenerife esconde algo para todos los gustos. Contrastes que juegan.

Mil años con un drago

lunes, 24 de mayo de 2010

Al habitante más antiguo de Tenerife, 31 años teóricamente más viejo que Matusalén, le cuesta aferrarse a la vida. Los achaques de la edad no pasan en balde para el ejemplar de drago que sobrevive en Icod de los Vinos, al norte de la isla. Determinar la edad de este árbol es tarea imprecisa, pues los tallos de los dragos carecen de anillos de crecimiento y sus años se determinan en función de las ramas que se distribuyen en su copa en forma de paraguas. Pero lo que es seguro es que el drago milenario tiene muchos, muchos años.

Las arrugas en su ancho tronco (9 metros de diámetro), o la enorme cavidad de 6 metros que se ha desarrollado en su interior, son sólo indicios de su deterioro. La salud de este vestigio del pasado languidece, y las actuaciones para su conservación han respondido a técnicas tan inverosímiles como el relleno de su oquedad interior con cemento y piedras, o la instalación de un ventilador para deshumidificarlo y evitar la aparición de hongos y bacterias que dañen la madera. Todo por conservar este símbolo de 16 metros de altura declarado monumento nacional en 1917.

Un árbol único en el mundo, pues por él fluye savia de color rojo y no blanca como en todos los demás, sin duda la sangre que emana de este dragón dormido que, según cuenta la leyenda, se despertó hace siglos para ayudar a una joven guanche que huía de un mercader que le perseguía. El mercader, precisamente, llegó a Tenerife en búsqueda de esa sangre roja con propiedades curativas, pero su encontró en su camino esta joven de la que se enamoró. La joven, aprovechando un momento de descuido mientras el mercader comía manjares de la tierra, corrió a esconderse en el hueco del tronco del drago. Y como si estuviésemos en el Jardín de las Hespérides, el árbol se transformó en un monstruoso dragón que defendió a su manzana de oro, a su joven guanche, de los ataques del mercader, que huyó despavorido al creer haber interferido en los legados de los dioses.

Realidad o leyenda, el Drago de Icod de los vinos continúa aún resistiendo al paso del tiempo. Matusalén murió en el diluvio universal, ¿hasta cuándo fluirá la sangre de este dragón?

La primera titada

viernes, 21 de mayo de 2010

Una titada es una reunión de titos (aunque ahora también está asumiendo el significado de "primera ronda del póker en la que todos juegan"). Y los titos son un grupo de tonTitos que no para de decir palabras sin sentido, fundamentalmente que rimen con "mi brigada" y otros sufijos indeterminados que entraran a formar parte de la CrAcademia. En este plan, el tito Fots, el tito Rou, el Tito Rich, el titjo Jaf y el tito Phelps se dispusieron a hacer su primera titada en Tenerife.

Los locarios aspirantes a brigadieres montaron su campamento base en Los Cristianos, cerquita de una playa que juega para coger un poco de morenismo. Entre partidas de dados, partidas de póker, partidos de fútbol playa y partidos de ping pong playa, los titos pronto empezaron a expander su círculo de amistades: que si una barbacoa el jueves, que si 5 italianas que al final se quedaron en dos, que si chicas de Vigo, que si unas irlandesas de acento incomprensible, que si una novia farlopera... que liada mi brigada.

También hubo tiempo para conocer todas las carreteras de la isla, a bordo de nuestro flamante Seat Córdoba con apertura en 6 cómodos pasos. Conforme se acercaba el final del viaje, los titos se fueron convirtiendo en Rafa Mora, Felpi, la Rouquesa de Alba, Feti y Desmondo, pero el éxito de la titada no decreció. ¿Para cuando la siguiente? Cuando quieras, maquinón.

Las sorpresas de la caja mágica

domingo, 16 de mayo de 2010

Nunca sabes qué sorpresa te depará el contenido de una caja mágica. La Caja Mágica de Madrid es, en principio, el lugar donde se celebra el Masters Series de Madrid, uno de los torneos de tenis más importantes del circuito ATP. El recinto, de novísima construcción, cuenta con un moderno cierre que permite cubrir el campo en caso de inclemencia meteorológica, tres pistas centrales y otras muchas secundarias para entrenamientos y partidos menos importantes, y es una de las bazas más sólidas en la(s) candidatura(s) de Madrid a las Olimpiadas.

En la pista central vi el primer partido de tenis oficial en directo de mi vida, en el que un decadente Carlos Moyá fue vapuleado por un tal B. Becker que no se llamaba Boris. Me llamó la atención el silencio que reina durante la disputa de los puntos: no se puede entrar o salir de la grada hasta el descanso que se hace cada dos juegos, no se puede hablar durante el intercambio de golpes, el móvil debe estar en silencio... El tenis en directo mola, se escuchan los golpes, el esfuerzo, se aprecian los bolazos en la arcilla, se ven las caras del público como se mueven de un lado a otro, se ve cómo funciona toda la maquinaria de recogepelotas, jueces de líneas (vaya curro), limpiadores de líneas, o la espectacular cámara que sobrevuela las cabezas de todos por un sistema de cables en suspensión. Una pena que el partido no estuviera más interesante, porque en uno disputado el ambiente debe ser espectacular.


Pero este Masters Series es mucho más. Tiene un punto de glamour que nada tiene que ver con el tenis. Yo, como espectador normalucho, tuve que sentarme en las gradas más altas, pues el estadio tiene reservados nada menos que 394 palcos con las mejores perspectivas del juego. Eso hace que los mortales, los verdaderos aficionados, estén lejos y los VIP (¡cuántos hay en Madrid!), se queden con las mejores plazas. Porque en el palco de debajo mía se reunieron un cuarteto de famosos que me sorprendió por los escasos nexos de unión con los que los relaciono: Paulina Rubio, Santiago Segura, Juande Ramos y Manolo Santana, los cuatro juntos y disfrutando (de cerca) del tenis (del del alemán, porque el de Moyá...).

Además, los bajos de la Caja Mágica parecen un centro comercial, lleno de tiendas de lujo para que los del postureo compren mientras van al tenis. Un poco extraño, la verdad. Y en los descansos, o si el partido era aburrido, unas terrazas con bares y restaurantes que dan a un laguito, un sitio donde al solecito se estaba tan a gusto que fácilmente se te puede olvidar que a lo que habías venido era a ver tenis. O no, porque nunca se sabe lo que hay dentro de una caja mágica.

El camino de puntos amarillos

viernes, 7 de mayo de 2010

Los finde de semana los madrileños se lanzan a la sierra, como se conoce por estos lares a las montañas del norte de la provincia. Una de las rutas más populares es el Camino Schmidt, nombre nada castizo para un sendero creado en los años 20 por un guarda austriaco del bosque. La ruta es muy asequible y no tiene pérdida, pues, cual Dorothy en Oz, basta con seguir los puntos amarillos que en árboles y piedras van señalizando el camino a seguir.

Una buena idea para realizarla es dejar el coche en Cercedilla, lugar donde termina la ruta. Allí se puede coger el tren de la sierra, la pintoresca línea de Cercanías que une Cercedilla y el puerto de Cotos y que atraviesa la montaña por su estrecha vía rodeada de pinos. El paisaje lo abandonaremos en la estación del Puerto de Navacerrada, desde donde comienza nuestra ruta a pie. Entre los edificios de una estación de esquí ya cerrada por estas fechas, debemos ascender por carretera hasta tomar una pista de tierra a la izquierda. Antes de llegar a la residencia del ejército del aire, el sendero ya señalizado se inicia a nuestra izquierda.

El camino es sencillo, y alterna repechos y bajadas. Aún en abril, el hielo recubre parte del camino, y hay que andar con cuidado para no resbalar en un descuido. Por eso sorprender ver cómo osados ciclistas desafían las leyes de resistencia para hacer el camino a dos ruedas. Entre un espeso bosque de pinos silvestres y siempre con sombra que alivie el calor, el sendero cruza transversalmente la pista de esquí de El escaparate, aún con mucha nieve. Sin crampones lo único que queda es pasar despacito para no probar el descenso acelerado de pistas sin esquíes.

En pocos kilómetros llegamos al Collado Ventoso, el punto más alto del recorrido, con 1892 m AMSL. Hoy sin viento, es un lugar precioso para descansar y tomar un piscolabis. A partir de aquí, y siempre siguiendo nuestras guías amarillas, el camino sólo es de descenso, entre más pinos y robles, hacia el Valle de la Fuenfría. Es esta una zona muy transitada, pero es normal, pues es ideal para pasar el fin de semana. Verdes praderas, el río, los árboles y bien comunicado por carretera, un lugar5 estrellas en el manual del buen dominguero.

Camino abajo llegamos en pocos kilómetros al lugar donde comenzamos nuestra ruta, la estación de tren de Cercedilla, completando así mi primera ruta de senderismo por la sierra.

El palacio da pena

martes, 4 de mayo de 2010

La mayoría de las veces la evaluación que se hace de un viaje depende no ya del valor histórico o monumental de sus elementos visitados; frecuentemente, el hecho de que nos guste algo más o menos puede depender de nuestro estado de ánimo, del tiempo que hizo, del cansancio acumulado, de los percances que nos ocurrieron o de las gentes que conocimos. Muchos factores que dan lugar a múltiples interpretaciones.

Algo parecido ocurrió en Sintra, la bella población portuguesa cuya visita me decepcionó por la masificación de turistas que decidieron visitarla el mismo día que yo. Añadiendo además un día lluvioso nada favorable, las colas, los atascos y el gentío no me dejaron disfrutar de un sitio que por otra parte me pareció único: un microclima que genera copiosos bosques rodea una ciudad de palacios y callejuelas con un encanto especial.

El ejemplo más claro ocurrió en el Palacio da Pena, un lugar de fantasía situado en la peña de una montaña (de ahí su nombre), en medio de un bosque de 200 ha de lagos, pinos, helechos y secuoyas, donde se pueden hacer rutas de senderismo y admirar las vistas que desde lo alto ofrece la planicie portuguesa. El Palacio es de cuento de hadas, con sus torres y almenas, con sus paredes de colores, con sus mosaicos de azulejos, con su puente levadizo que da al patio y sus recónditos rincones para perderse.

Pero lo que parecía una visita idílica me dejó mal sabor de boca, precisamente, por esa sobresaturación de personas. Tuvimos que hacer cola para coger el bus que nos subiese a lo alto, después cola de 15 minutos para sacar la entrada, y luego una vez dentro del parque, nueva cola para entrar al recinto del palacio. Cuando las colas parecían haber terminado, una nueva fila de gente para entrar a visitar las estancias; pero una vez dentro, había tanta gente que de habitación en habitación se avanzaba al ritmo del de alante. Así es imposible disfrutar de algo, aprate de que las habitaciones de los monarcas me parecieron una recopilación de lo más kitch de todas las culturas del mundo (árabes, indios, japoneses...). Seguramente me influenció mi estado de ánimo. Y para rematar, nueva cola para coger el bus de vuelta.

Por todo ello, la visita al Palacio me dio pena, porque en verdad el lugar era increíble. Pero de todo se aprende, así que en vez de ir a Sintra un sábado santo como esta vez, estoy seguro de que la disfrutaré mucho más en mi próxima visita, un martes a ser posible.

Un viaje super super chulo

lunes, 26 de abril de 2010

Hay muchos adjetivos que podrían describir el viaje a Lisboa, como el de rabioso, pero me quedo mejor con el de super chulo; bueno no, super super chulo. Los mejores viajes son los que pasan las cosas más inesperadas, y en esto ya empezó así desde el principio, porque desde luego quién se iba a esperar que a Fati la del GPS se le ocurriera mandarnos a otro pueblo con una calle igual que la del albergue de Lisboa.

Pero una vez superada esta primera dificultad, todo salió a pedir de boca: y desde luego, porque no pasaban ni dos horas desde la última comida que ya nos entraba otra vez hambre: los choripanes de Óbidos, las queijadas de Sintra, la torta de miel de Nazaré, el bacalao de Lisboa... siempre acompañado, no podía ser de otra forma, de su cervecita, Sagres si era posible.

Un viaje en el que también acompañó el tiempo: unas veces llovía, otras hacía bueno... con esta predicción, ¿quién se iba a resistir a pegarse un bañito en la playa de Guincho? Entre viaje y viaje en coche, un repaso a la guía para conocer mejor los lugares, aunque ya sabéis, si te interesa, manda callar al que va leyendo.

Un viaje en el que al principio no pintaba nada y al final me alegró mucho conocer a Paula, Rosanna la que siempre faltaba, Zaida, Alberto, Tania, Andrea y Cecilia, y al que ya conocía, claro. Obrigado-nos.

Portugal alicatada

jueves, 22 de abril de 2010

Uno de los aspectos más curiosos de Lisboa, y de Portugal en general, es su propensión a revestir de azulejos, como si fuera el más clásico de los cuartos de baño, todo fachada o pared que se precie. Los mosaicos de azulejos lo adornan todo: fachadas de edificios de viviendas, paredes de interior de monumentos tan importantes como el monasterio de Alcoçaba, las estaciones del metro de Lisboa... una tradición que no por antigua se pierde: al contrario, las nuevas construcciones utilizan el azulejo como un ornamento importante, y lo comprobamos en alguno de las modernas construcciones de la Expo del 98 o en el estadio del Sporting de Lisboa hecho para la Eurocopa de 2004.

El azulejo fue introducido en la península por los árabes, pero su gran impulsor en Portugal fue Manuel I, quien lo importó de Sevilla. Al principio, se mantuvo el estilo árabe de figuras geométricas, pero más adelante, con la reconquista, se dio paso a los clásicos temas religiosos y posteriormente a temas costumbristas, como las escenas de caza del Palacio Nacional de Sintra. En esta época, el uso del color se limitó al azul. Hoy en día, los azulejos muestran colores de todo tipo, y rellenan las paredes de toda la ciudad incluso con funciones divulgativas, como en aquel puente en el que se disponían una serie de diferentes mariposas con sus nombres latinos.

Los azulejos dan un toque de personalidad propia al país; de hecho, en Lisboa tienen su propio museo. Aunque bien es cierto que, los que decoran los exteriores de los edificios, los podrían tener un poco más cuidados, pues por Alfama se pueden ver muchos desgastados, rotos o caídos. A no ser, pensandolo bien, que esto sea también un signo de distinción.

Colgado por Lisboa

lunes, 19 de abril de 2010

Por Lisboa corre una esencia especial, diferente, heterogénea y embaucadora; es una ciudad difícil de definir, mezcla de nuevo y viejo, de culturas y estilos. Quizás es esa indefinición lo que la hace tan atrayente o misteriosa, o la que provoca que todos los que han ido a Lisboa coincidan en que cuando estás saliendo de ella siempre te quede la sensación de que estás deseando regresar. Te quedas colgado por Lisboa.

En Lisboa, incluso las cosas que no te gustan tienen su encanto. Su aire se enrarece por su odioso tráfico, propio de una gran ciudad; pero, en contraprestación, su metro, moderno y cómodo, funciona a la perfección. La ciudad se asienta junto a la desembocadura del en este punto inmenso Tajo; aunque la brisa fluvial no sea especialmente amable para los olfatos, el río ofrece otros muchos valores añadidos: atempera el frío, los paseos junto a él en días soleados son una delicia y las vistas de Lisboa con el Tajo de fondo desde los muchos miradores de los barrios altos son inigualables.

En Lisboa, una calle es la columna vertebral: la rua Augusta, absolutamente plana, conecta la plaza del Rossio con el arco que se antepone a la Praça de Comercio, abierta al río. Me llamó la atención el particular enlosado de las calles, un sencillo pero estéticamente resolutivo mosaico de piedras blancas y azules, que combinados formaban figuras geométricas o incluso nombres de comercios. A ambos lados, cuestas y más cuestas conducen a dos de los barrios más populares.

Alfama, al oeste, es un típico barrio árabe de callejuelas y cuestas. Lo mejor para adentrase en él es pillar uno de los míticos tranvías amarillos lisboetas; su traquetreo denota vetustez, palabra que puede definir esta parte de Lisboa. Por Alfama la decadencia no es fea: las casas pueden estar cayéndose, las paredes desconchadas, a las clásicas paredes de azulejos que recubren la mayoría de sus casas siempre les falta alguno, las calles pueden estar levantadas... pero todo ello confiere a Alfama un encanto íntimo y especial. En el barrio destacan la Catedral o Sé y el Castelo de Sao Jorge, que domina la colina desde su privilegiada posición.

Al este, tras empinadas rampas llegaremos al Barrio Alto. Podemos optar por ascender los cientos de escalones o usar el Elevador da Bica que en pocos segundos salva el desnivel con nuevas vistas espectaculares. Por sus callecitas se respira la Lisboa más tradicional; sin duda, lo que más me llamó la atención fue cómo los lisboetas no dudan en tender su ropa en el balcón para que se seque. Debe ser tradición el exponer las intimidades a todos los viandantres. El Barrio Alto es el mejor lugar para disfrutar la noche lisboeta, ya sea en la animada Rua Atalaya, donde sus decenas de bares te permiten sacar las bebidas a la calle y charlar con tus amigos bajo las ropas colgadas; o en algún lugar donde escuchar la canción portuguesa por excelencia: el fado.

Pero Lisboa ofrece mucho más. Como todos sabemos el año del descubrimiento de América, los lisboetas se saben de carrerilla la fecha del terremoto de Lisboa de 1755; prácticamente, la historia de todos sus edificios empieza con la cantinela del "Fue reconstruido después del terremoto de Lisboa de 1755..."; el más significativo que se salvó fue el Monasterio dos Jerónimos, en el barrio de Belem; otra visita obligada, no sólo por comprar pasteles, sino porque el día que fuimos hacía tan bueno que sus amplias explanadas de césped estaban abarrotadas de gente, incluso algunos osados jugaban al fútbol delante de la Torre de Bélem, el símbolo de la ciudad.

La experiencia del terremoto transformó Lisboa; por ello todo lo nuevo se hace con cabeza. A este respecto, me maravilló el Parque das Naçoes, los restos de la expo de 1998. Con muchísima envidia comprobé cómo, a diferencia del caso de la expo de Sevilla, todos sus modernos edificios han sido conservados y reutilizados: el oceanario, el teleférico, sus cuidadas y limpias calles, incluso edificios de viviendas y restaurantes que dan vida a una de las zonas más bellas de la ciudad.

Así es Lisboa; y espero que la próxima vez que vaya, la encuentre tan igual y diferente como la conocí.

Donde occidente acaba

sábado, 17 de abril de 2010

Es el punto final. Más allá, ningún caminante puede ir más lejos. El meridiano más occidental de toda la Europa continental pasa por unos acantilados que se han dado en llamar el Cabo da Roca. Ciento cuarenta metros roca abajo, el mar azota fuerte contra las paredes; es el primer contacto de las aguas con un continente inmenso.

El lugar llama la atención por sus increíbles vistas. Desde el mirador, el horizonte se abre en perfecta línea recta, y en los acantilados se abren cuevas enigmáticas. Al contrario que en el sureño Cabo de San Vicente, en el Cabo de Roca abunda la vegetación, y las laderas se copan de verde. Un monumento con una cruz nos recuerda las coordenadas que ponen fin al continente, y un faro datado en 1772 resiste aún y siempre el fuerte azote del viento que siempre reina en este punto.

Unos kilómetros más al sur, se halla una de las playas más espectaculares de la zona, la playa de Guincho, un lugar preferente para windsurfistas que tienen aseguradas las olas en cualquier época. La fuerza del agua es tan intensa que apenas con mojarte los pies se corre el riesgo de ser llevado por una ola, por eso es considerada una playa peligrosa. Pero ello no es óbice para disfrutar del encanto de una puesta de sol desde sus dunas.