Si las bicicletas hablaran

viernes, 29 de enero de 2010

Si las bicis hablaran, se sorprenderían de cómo una ciudad como Madrid, a la cabeza en vanguardia para muchas cosas, las tiene completamente olvidadas en su red de comunicaciones; las bicis se quejarían de tener que ir por unas aceras estrechas, esquivando peatones, por el miedo a circular por unas calzadas repletas de coches en su doble vertiente: parados en un atasco o a velocidad endiablada; y llorarían por la incomprensión de conductores que les pitan, les aparcan en doble fila o les abren la puerta del coche sin mirar si viene alguna.

Justo ayer recorrí los 12 kilómetros que separan mi casa de la Puerta del Sol, un recorrido en exclusividad por la calle Alcalá (la más larga de la ciudad) que se tradujo en una terrorífica experiencia de riesgo: ni por la acera ni por la calzada, soportando pitidos, Alonsitos, atascos, taxistas... el ciclista no cuenta nada en Madrid. Realmente, acudía a un evento que pretende conseguir lo contrario: todos los jueves finales de cada mes, a las 8 de la tarde, se reunen de manera no oficial en la Plaza de Cibeles todos aquellos ciclistas que lo deseen para dar un paseo conjunto por Madrid. Es la conocida como Bici crítica.

Al llegar a Cibeles me sorprendí de la gran masa de ciclos presentes: podría haber más de mil personas congregadas. Y enseguida empezó el recorrido, un itinerario de unos 10 kilómetros que cada mes varía según van decidiendo los que van en cabeza, los veteranos de este movimiento que ha cumplido ya 5 años de vida. El ambiente es festivo, y el pelotón ocupa toda la calzada por lo que impide el paso de coches. Así, hicimos un tranquilo paseo, ya sin miedo a ser atropellados por nadie, de casi dos horas de duración por las principales calles del centro, pasando junto a la Puerta de Alcalá, las torres de Colón, el Palacio Real, la Puerta de Toledo, Atocha y de nuevo Cibeles.

La concentración carece de normas, aunque se suele respetar a los peatones que tienen que cruzar la calle. No así a los vehículos motorizados: en los cruces, algunos ciclistas taponan a los vehículos para que no pasen y la bici crítica permanezca compacta. En el gran pelotón se ve de todo: monociclos, bicis antiguas de estas altísimas, tandems, gente en patines o monopatín, incluso un ciclista con un remolque que va llevando un hilo musical un poco esperpéntico pero bastante animado. Es muy curioso observar las reacciones de la gente al ver una concentración de bicis por las calles de Madrid ocupando tanto espacio: los incrédulos, los que se enfadan, y los que están encantados, como la señora mayor que, loca de contenta, se acercó para darme las gracias por esa gran idea de salir todos en bici, algo que ella ya no podía hacer.

¿Necesita Madrid una red de carriles bici? Es más, ¿sería factible? Es cierto que las distancias en la capital son tan enormísimas que el coche se hace imprescindible para los desplazamientos. Pero Madrid debe estar a la altura de las grandes ciudades europeas, que están apostando por integrar las bicicletas en el trazado urbano como un complemento a la red de transportes. El transporte público en Madrid es la envidia de muchas ciudades (el metro, quizás el mejor del mundo), pero debería dar más importancia a este medio tan ecológico. Muchos dicen que no hay hueco, pero también se decía de Sevilla y se ha conseguido. Las bicis ya han hablado, ahora le toca el turno a los políticos.

Clase de arte

domingo, 24 de enero de 2010

Tenía ciertos reparos a la hora de ir a conocer el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, ya fuera por lo repipi del nombre o por todas las implicaciones de lujo y fama que rodean a la familia de Tita Cervera. Pero la verdad es que, dejando al margen el lado rosa, me alegro mucho de haberme comido mis prejuicios porque la visita es, sencillamente, imprescindible.

Esta acaudalada familia ha apostado por invertir su fortuna en el coleccionismo de obras de arte, que ahora queda expuesto a pocos metros del Museo del Prado. Pero, a diferencia de este, el Thyssen está organizado de una manera cronológica, es decir, esta familia tiene tantísimo dinero que ha sido capaz de recopilar cuadros que van desde la pintura medieval del siglo XIV hasta los más modernos del Por Art del siglo pasado, pasando por todos los estilos y escuelas de la historia.

Así, ir al Thyssen es como acudir a una clase práctica de Historia del Arte. Con la audioguía al oido me fui enterando de toda la evolución del arte, claramente ejemplificada en la colección. Del teocentrismo al humanismo, de la pintura burguesa a la popular, del policromismo al tenebrismo, de Tintoretto a Van Gogh, del rococó al cubismo, de los patrones al individualismo... los progresos de las técnicas artísticas resumidas en 3 plantas. En ninguna clase teórica aprendí tanto como en este museo.

Además, por esta época el Thyssen (conjuntamente con la Fundación Caja Madrid) acoge la exposición temporal Las lágrimas de Eros, que nuevamente está organizada de una manera que considero muy acertada: se elige un tema genérico, en esta ocasión la relación del amor y la muerte en el arte, y se exponen obras de épocas y estilos diferentes sobre ese tema. Es muy ilustrativo porque da a entender de qué variada forma se puede expresar lo mismo, y se observa también la evolución del arte. No sé muy bien qué pinta el vídeo de Beckham echándose una siesta, pero todo lo demás de la exposición me pareció realmente interesante.

Todo vale

miércoles, 20 de enero de 2010

¿Qué es el arte? Creo que siempre me hago esta pregunta cuando visito alguna exposición de arte moderno; pero si ni científicos ni historiadores han logrado dar con una definición apropiada, no seré yo quién pierda mi tiempo hallando la cuadratura del círculo; en cambio, prefiero planterame esta otra: ¿vale todo en el arte?

El Museo Reina Sofía de Madrid es el centro de arte moderno más importante del país. Salvo algunas salas de la exposición permanente que supe valorar, como las cubistas con el Guernica de Picasso destacando, las surrealistas de Dalí y alguna de fotos de la guerra civil española, el resto me decepcionó. Y puede que quede como el típico cateto que no entiende el arte; pues vale, no sabré entenderlo, pero al menos sí puedo decir que no me gustó.

Parece que hoy en día para ser artista hay que ser original, pero yo creo que no debería valer todo. No entiendo porqué un señor que pinta un cuadro de blanco y le pone una rallita negra vertical minúscula en la parte central alta tirando un poco a la izquierda se merece estar en un museo; o el que dispone una pared con varios focos fluorescentes como los de las cocinas puestos en vertical en número ascendente; o el que hace un tablero de ajedrez en el suelo (que por cierto pisé sin querer). Tampoco es todo malo: hay obras excepcionales, originales y muy bonitas... pero hay otras que parece que el artista se está riendo del público (de hecho, se han hecho experimentos con obras de arte falsas expuestas en museos para ver las reacciones de la gente).

Si todo vale, todos somos artistas, todos expresamos cosas a diario, en nuestros quehaceres, en nuestros hobbies, en nuestros trabajos, luego todos nos mereceríamos estar en un museo. ¡Qué guay!

No quiero quitar méritos a los artistas modernos, que los hay y buenos, pero creo que alguno está aprovechando la indefinición del arte para colarnos más de un golito. ¿Todo vale? Mal que me pese, parece que sí.

La lluvia en Sevilla

domingo, 17 de enero de 2010

Después de un mes seguido sin parar de llover (los andaluces no exageramos, son los demás los que se quedan cortos), ¿a quién le sigue pareciendo que en Sevilla la lluvia es una maravilla?

Se quejan los conductores, porque los atascos se multiplican (aún más si cabe); y los del metro, porque han salido goteras; se quejan los ciclistas, porque no pueden usar las bicis; y los viandantes, que se mojan la ropa con los enormes charcos que se forman cada vez que llueve (¿por qué nunca drenan bien los sumideros?); se queja el peluquero porque la gente pasa de arreglarse el pelo; y el de la tienda porque nadie sale a comprar; los turistas, porque la ciudad está fea; y los de Lipasam porque no paran de limpiar.

Lo cierto es que pasarme toda la Navidad en casa y que no haya parado de llover es un trastorno incómodo, ya que apetecía más reguardarse en casita que salir a tomar algo. Pero a mí, en verdad, la lluvia en Sevilla me maravilla. Será por lo poco acostumbrados que estamos, pero me quedo embobado viendo las gotas caer tras la ventana. Y, cuando llueve, el aire se limpia, los humos se esfuman, y cuando por fin escampa y sale el sol, la luz que alumbra la ciudad le confiere un color especial.

Eso sí, a ver si sale el sol ya, que Sevilla parece Vigo. Que por tener, dicen, han tenido este año hasta nieve. Nuevamente, son los demás los que se quedan cortos.

Tatatito, Tati, Tati

lunes, 4 de enero de 2010

Irse a esquiar un fin de semana es todo un reto, pero se puede convertir en un viaje mucho más divertido si te equivocas de hotel y lo reservas a 170 kms de distancia de donde hubieras debido; la cosa se complica si encima Pas de la Casa es el último pueblo de Andorra, todavía más lejos. Pero no pasa nada, ya que estábamos, Ricardo el snowboarder y yo el esquiador principiante nos lanzamos a la aventura de conocer Andorra en un viaje exprés.

Muy ilusionado por esquiar en una estación nueva, aunque tuviera que volver al hotel a por la documentación ya que no se pueden alquilar esquíes sin dejar el DNI. El fin de semana pilló con poca nieve, pero nunca imaginé que hubiera tan poca que sólo estuvieran abiertas pistas rojas y negras (las más difíciles), yo que por lo máximo que me había tirado era por una azul... Así que tocaba armarse de valor para bajar por esas empinadas cuestas... y levantarse de las innumerables caídas. Remonte arriba (sin dar bastonazos a la señora de al lado, claro), y poco a poco cogiendo confianza y controlando más los esquíes. Y si alguna vez me perdía de Ricardo... bastaba con dar un toque al móvil para quedar en el lugar convenido (si no te olvidas el móvil en el baño del hotel, claro).

Al acabar la jornada de esquí, toca guardar el equipamiento en las taquillas del hotel (sin cerrar el candado en la taquilla del de al lado, claro). Duchita (sin mojar la toalla con el grifo, claro), siestecita sin moverse mucho para evitar los muchos lugares doloridos y vueltecita por el pueblo siguiendo las recomendaciones la recepcionista (ligando con ella sin la boca llena de chocolate, claro). Tras poner el correspondiente ticket de zona azul al coche (sin olvidarse la llave en la habitación, claro), conocimos trabajando bien en equipo la ambientada noche pasdelacasiense, especialmente el Déja Beer del que nos hicimos clientes habituales.

Un viaje con muchas anédoctas y en el que todo salió a pedir de boca... hasta el tiempo nos acompañó y aunque el lunes de regreso se cerraron muchas de las carreteras españolas, nuestra vuelta por la A-2 no tuvo mayor dificultad (después de haber comprado las cadenas para el coche, claro).