Lo tuyo es puro espectáculo

domingo, 29 de mayo de 2011

Se encienden las luces, están listas las cámaras, ¡comienza la acción!. En el American Airlines Arena de Miami está a punto de comenzar uno de los mayores espectáculos del mundo. Y no exagero cuando hablo de espectáculo, pues los americanos son especialistas en convertir lo que puede ser un rutinario partido de la NBA de final de temporada entre Miami Heat y Charlotte Bobcats en un auténtico show para el disfrute del público.

Los yanquis no se andan con chiquitas. Lo quieren todo a lo grande; es por eso por lo que el soccer no termina de triunfar en suelo estadounidense: los marcadores reflejan guarismos bajos, y no cabe en cabeza americana que un 0-0 pueda significar un buen partido. Ellos quieren más, quieren acción, por eso les motiva que en baloncesto siempre se marquen más de 100 puntos.

Un partido de la NBA lo tiene todo para que el espectador no se aburra. Incluso me atrevería a decir que el juego en sí es lo de menos. Si no, no se entiende que hasta una vez bien empezado el primer cuarto, aún hubieran muchos asientos vacíos y gente entrando con perritos y pepsis tamaño XL. Es lógica esta tardanza, pues antes de entrar a las gradas el público puede entretenerse con todo tipo de tiendas, restaurantes, juegos o las típicas fotos de parque temático que te cobran 10 dólares a la salida.

Antes de empezar el juego, se sigue una parafernalia. En esta ocasión, y con la excusa de un homenaje a no se quién (el quién no es lo importante cuando se trata de enarbolar el orgullo americano), se despliega una gigantesta bandera de barras y estrellas y una voz en solitario entona el himno americano. Suficiente para poner los pelos como escarpias a un público que, de pie y con la mano en el corazón, enloquece cuando la cantante finaliza los últimos tonos. Una impresionante muestra de fervor irracional a los símbolos nacionales.



Con la gente ya animada, llega la presentación de los equipos. Otra muestra del show en el que convierten el partido. Las luces del Arena se apagan, y en los enormes videomarcadores centrales las estrellas de Miami Heat posan con trajes de marca al ritmo de Phil Collins. Más tarde, los jugadores salen al campo dándose empujones unos a otros y chocando puños ante la pasión de una grada ya entregada.



Y aún no ha comenzado el partido. El nivel baloncestístico americano es impresionante, y el juego que despliegan los Miami, con sus 3 estrellas Lebron James, Wade y Bosch levantan del asiento a cualquiera. Pero, por si el partido estuviera aburrido y el público no disfrutase, ahí está el speaker para evitarlo. Un speaker que no tiene reparos en pedir a los espectadores que abucheen al rival cuando lanzan tiros libres, que pincha música durante las jugadas del partidos, que anuncia en inglés y en español cuando quedan dos minutos para que acaben los cuartos, o que si ve que un jugador de Miami va a hacer un mate no duda en poner la musiquita esa de Ryanair de cuando aterrizan a su hora.



A lo que hay que sumar las cheerleaders, que a parte de bailar lanzan camisetas a los espectadores que más muevan el esqueleto en las gradas; los concursos de encestar pelotas en chisteras en el descanso; los monitores que muestran al público aplaudiendo con las típicas manos gigantes; o una especie de regidores que animan con carteles de Applause or Let´s go Heats que entregan a la gente para que los enseñe.

Un partido de la NBA es más que un partido. Es un puro espectáculo. Y, ahora que los Miami Heat han llegado a la final, en el Arena lo será mucho más. The show must go on!

Conducción en Miami

lunes, 2 de mayo de 2011

En los años 80, la millonaria audiencia de la serie Corrupción en Miami permitió al gran público conocer a bordo de un Ferrari las calles de South Beach. Veinte años después, Miami vuelve a ser el escenario de carreras de Ferraris, Chevrolets y BMWs en 2 Fast 2 Furious. El lujo gusta en Miami. Es sin duda significativo que nada más salir del aeropuerto, lo primero que vea sea una limusina aparcada en Llegadas. Los coches y motos más llamativos posturean por la ciudad, y gorrillas con esmóquin aguardan en la puerta de restaurantes o edificios para coger las llaves y aparcar el vehículo a cambio de una obligatoria propina (son los conocidos como Valet parking, autorizados cobradores del impuesto revolucionario de aparcar tu coche).

Pero la realidad es bien distinta a la ficción. Paul Walker tendría bastante complicado pegar acelerones en la cuadrícula perfecta que forman las calles y avenidas de Miami. Los límites de velocidad están claramente marcados a 30 m/h, cifra que se reduce a la mitad si mientras conduces lo hace a tu lado el clásico autobús escolar amarillo que lleva a Bart Simpson al colegio. Pasarse del límite está considerado una falta muy grave; es más, si conduces rápido y hay obreros trabajando en la calle, la multa se dobla. Y dentro de esta moral americana de hay que hacerlo todo bien, los policías, si te pillan, te sueltan un discurso paternalista sobre lo importante de respetar las normas. "Drive safe".

Sin embargo, esta moral yanqui sobre el buen conducir entra en contradicción si analizamos algunas costumbres que están legalmente permitidas. En Florida, los coches no pasan ningún tipo de ITV y los motoristas pueden circular sin el casco. No se hacen controles de alcoholemia porque presuponen que nadie bebe si va a conducir; pero eso sí, si tienes un accidente y das positivo en la prueba, te tratan como un criminal: te esposan y te llevan a la cárcel. Lo más curioso de todo es que puedes hablar por el móvil o mandar SMSs al volante, o que los niños cuando cumplen 15 años pueden sacarse el carnet si justifican que el uso del vehículo será para ir a trabajar.

Son las contradicciones de un país que vive por y para el coche. Vale que el sistema calles/avenidas y el modo de vida en chalet individual hace que las distancias sean enormes. Pero es que en USA coger el autobús está visto como de pobres, e incluso se ve mal que la gente vaya andando por la calle. Si no tienes coche eres un pringao.

De repente, un vehículo parece ir contra el sistema americano. Circula sin luces y a toda velocidad por Alton Road, saltándose todo semáforo que halla en su camino. Pocos segundos después, las sirenas de un coche de policía anuncian que habrá movida. La patrulla circula a toda velocidad, y detrás del primer coche pasa uno, y otro, y otro, y otro... conté 15 hasta que me cansé. Los demás coches se apartan del asfalto para no molestar y la gente se agolpa preocupada en la acera. Se trata sin duda de una persecución policial en toda regla. No podía asistir a algo más peliculero en el ideal escenario de Miami.