El Carnaval es símbolo de alegría. Ya sea en Cádiz, en Brasil o en Badajoz... el Carnaval nos disfraza de buen rollo, nos deshinibe y nos hace sacar ese humor que todos llevamos dentro y tantas veces ocultamos. Este año tocaba vivir el Carnaval con una hora menos: en Santa Cruz de Tenerife.
La imagen que se tiene de Tenerife es la de esas reinas de Carnaval, con sus pesados e incómodos trajes emplumados y recargadísimos, que se nota cómo disfrutan llevándolo. Pues sí, esas mujeres existen, y además en varias categorías (infantil, sénior...), pero al margen de ser un producto comercial patrocinado por marcas conocidas, no se les ve más que en las galas previas a los días grandes y en el Coso, un desfile donde diversas agrupaciones conocidas como Murgas pasean con todos sus componentes vestidos igual y haciendo aspavientos con los brazos en ese típico baile de Carnaval que todos tenemos en mente.Pero, reinas aparte, el auténtico Carnaval lo protagoniza su gente, que hace alarde de humor y originalidad en sus disfraces, y por partida doble: en Santa Cruz hay dos noches grandes, el sábado y el lunes, y dos días para disfrutar a pleno sol, el domingo y el lunes. Las azafatas de Espanoir mezclándose con yogures Vitalínea, los trillizos que metían en su cama a quien encontrasen junto al camarero de la Tasca Chonda, y esa extraña obsesión que tienen todos los tíos tinerfeños por disfrazarse de tía, pero todos al fin y al cabo disfrutando y compartiendo su felicidad, tomando una Doradita bien fresca. Ambientazo en la calle, gente de todas las edades desde bebés a ancianos, todos disfrazados con escenarios y música para derrochar alegría. Así es el Carnaval, también en Tenerife.
La alegría del Carnaval
viernes, 24 de febrero de 2012
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Azul Perito
miércoles, 22 de febrero de 2012
Las mujeres, con ese innato don de distinguir infinitos tipos de colores que la genética les ha conferido, encontrarían en el glaciar Perito Moreno un nuevo y excitante universo cromático con el que lucir prendas en la próxima temporada de la moda. La estrella es, sin duda, el azul Perito, un nuevo tipo de azul muy intenso, que los hombres llamarían celeste. El azul Perito tiene la virtud de ser cambiante, en función de los efectos ópticos por la luz. Así, el Perito Moreno es un inmenso glaciar de hielo de 5 kilómetros de ancho y 50 de largo, con paredes verticales en su frente de 200 metros de altura, de los que son unos 60 metros los que emergen del agua y los que ofrecen ese espectáculo azul Perito único.
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No é el arca, pero casi
martes, 14 de febrero de 2012
La imagen de arriba es real, no tiene truco: unas ovejas se acercan a beber tranquilamente a una masa de agua salada, mientras sus sosegados camaradas, los lobos marinos, duermen una plácida siesta. Tal instantánea sólo puede ocurrir en un país como Argentina, donde su variaded climática genera hábitats donde no sorprende encontrar compartiendo sustento a un descendiente del camello como el guanaco junto a un pingüino, o a un tipo de avestruz como el ñandú correteando a sus anchas con caballos silvestres. Queda claro que el arca de Noé debió atracar por aquí cerca.
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El paraíso del trekking: el Chaltén
viernes, 10 de febrero de 2012
Vamos en bus desde el Calafate camino de El Chaltén, un pequeño pueblo en mitad de la nada argentina que sirve como campamento base para que los amantes del senderismo colmen sus emociones en el paraíso del trekking patagónico, la zona norte del Parque Nacional de los Glaciares. En la portada de mi Lonely Planet se destaca la fotografía del Cerro Torre, inmensas agujas de piedra que quitan el sueño a los escaladores más avezados. Quienes tienen la suerte de haberlo visto, dicen que jamás lo olvidan; pero hay que ser afortunado porque, normalmente, el Cerro Torre está cubierto de nubes.
Tras 3 horas de viaje, inmensas lagunas vistas desde la ventanilla y algún que otro glaciar, atisbamos nuestro objetivo. El Chaltén nos recibe ventoso y detrás de él, efectivamente, el Cerro Torre queda oculto entre una imperturbable neblina. Nada más llegar, un guarda del Parque Nacional nos da importantes consejos de seguridad para disfrutar de la naturaleza, muy preocupado por el riesgo de incendio y el respeto a la fauna y flora del lugar. De las múltiples rutas que se pueden realizar, y por mor de sólo tener unas cuantas horas de tiempo antes de regresar al Calafate, decidimos afrontar la ruta que nos dejaría cerca del otro símbolo del Parque, el Fitz Roy, que, al contrario que el Cerro Torre, despejado de nubes nos ofrecía todo su esplendor.
La ruta es sencillamente espectacular. Saber que estás paseando por los infinitos Andes con el telón de fondo de la cumbre del Fitz Roy es algo inenarrable, rodeado de un bosque andino y con la visión azulada de los glaciares. La ascensión no es especialmente complicada, y el primer punto de descanso es un impresionante mirador desde el que admirar embobado las más de 30 crestas que forman el pico del Fitz Roy. El comandante que patroneaba el Beagle de Darwin estaría orgulloso de que hayan utilizado su nomenclatura para semejante maravilla.Nuestra ruta continúa, y entre las flores amarillas del calafate oímos unos curiosos golpes sobre madera. A nuestro lado se encontraba el precioso pájaro carpintero magallánico, un elegante ejemplar de cuerpo negro y cabeza rojiza que buscaba inmutable sustento en los árboles. Poco después, una cacatúa de un intenso verde se posaba a pocos metros del camino. Indescriptible conjunción natural de colores.
Sin detenernos demasiado, llegamos al campamento Poincenot, justo en la base de la cumbre final, donde hacer noche está permitido. Tras 3 horas de excursión, tocaba dar la vuelta para no perder el autobús. Allí tomamos un almuerzo, y alzamos el cuello para contemplar las duras cuestas de ascensión a la cima, con su tramo final de agujas verticales con nieve perenne que se elevan 3405 metros sobre el nivel del mar, meta imposible para mi y sueño platónico para los escaladores.
En el camino de vuelta, tomamos un desvío para pasar por la Laguna Capri. Allí, sus tranquilas aguas con el Fitz Roy al fondo nos deparaban una imagen de postal, a la que si ya complementas con una sintonía de Brave Heart conforma un final de ruta de película.
Al regresar desde el bus, volví la vista atrás para despedirme de este increíble lugar cuando, por arte de magia, comprobé que las nubes del Cerro Torre habían desaparecido, y que lo que hasta entonces había sido para mi una portada bonita de una guía se había convertido en una imagen real, una cordillera que ya pasará a formar parte para siempre de la memoria de mi retina. Y no pude dejar de pensar de nuevo en lo inmensamente afortunado que soy.
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