Mi gozo en el pozo

jueves, 7 de octubre de 2010

La vida de los habitantes de la Lora, al norte de Burgos, transcurría tranquila, sin más prosperidad que la buena cosecha de sus huertos o del escaso ganado que resistiera las duras condiciones del ventoso páramo a 1000m sobre el nivel del mar. Pero una noticia hizo albergar las esperanzas de un futuro más venturoso, pues en sus tierras se hallaba un tesoro escondido que podría cambiar sus vidas y las de todo un país: se había hallado petróleo en España.

La comarca se revolucionó. A sus escasos habitantes, idealizando lo poco que sabían del sueño americano, les entró la fiebre del oro, del oro negro en este caso. Era el año 1964, época del tardofranquismo, en la que se dio un gran impulso a esta nueva posible fuente de ingresos. Vinieron ingenieros y en el pequeño pueblo de Ayoluengo se instalaron los primeros yacimientos de petróleo del país. Campsa se hizo cargo de las explotaciones y dio trabajo a muchos oriundos de la zona, tanto de la Lora como de Covanera y alrededores.

Se desató la euforia, se hablaba de una gran refinería que produjese millones de barriles de crudo anuales, de un gran gaseoducto que uniese la zona con el puerto de Bilbao, del nuevo Texas a la española... pero el gozo de los grandes soñadores se hundió tanto como los cientos de metros de profundidad que miden los pozos para extraer el petróleo. El crudo extraído era muy pobre, su color, de un marrón muy alejado del puro negro, y las reservas, mucho menores de lo esperado.

Los yacimientos fueron pasando de una compañía a otra, el entusiasmo decreció, pero no por ello el complejo ha caído en desuso. Hoy, apenas trabajan 14 empleados vecinos de la zona, nunca se alcanzan los 100 barriles al día, y sólo funcionan 11 caballos de los 53 que llegaron a construirse. Sus motores giran, pausados y solitarios, produciendo un característico ruido de desolación y un olor a abandono.

El futuro de la explotación es mucho más negro que el crudo obtenido, y la zona se está deshabitando. Incluso la gasolinera de Sargentes de la Lora está totalmente desmontada. Se habla de un próximo museo del petróleo, que recordará lo que un día fue un gran sueño truncado. Mientras, el sol se va ocultando por el páramo dejando ensombrecidas las emergentes figuras de unos caballos que relinchan de pena sin cesar.

1 comentarios:

Pi dijo...

¡Qué bonito, Linx!