¿Hay alguien ahí?

miércoles, 30 de diciembre de 2009

El último pueblo de Andorra, frontera con Francia, y separado del resto del mini país por el puerto con carreteras más álto de todos los Pirineos, el Puerto de Envalira (2.409 metros AMSL). Es Pas de la Casa, un poblado de 2.500 habitantes con una situación de aislamiento que se refleja en su población pero no en su encanto.

Los autóctonos de Pas hay que buscarlos con lupa. Se mezclan por un lado con los turistas de deportes de nieve, principal fuente de ingresos, y los buscadores de trabajo en temporada de invierno, que hace que el país de llene de argentinos que de autostop en autostop (muy usual en Andorra) buscan un buen curro para hacer su agosto en navidad.

La nieve es riqueza en Pas. Si no nieva, el pueblo queda desierto, como en verano, cuando se vive de los ingresos del invierno. Con nieve, las montañas enblanquecen y se abren las pistas de esquí y snowboard. Las pistas de Pas están conectadas con las de otros pueblos cercanos por medio de los remontes, lo que hace que, en una buena temporada, haya 193 kilómetros de disponibles en 110 pistas de todos los colores.

Pero Andorra es rico, y los andorranos se aprovechan de su ventaja fiscal de no pagar impuestos para ofrecer precios competitivos que llenen sus arcas. Pero no en todo: el ahorro se nota en tabaco (casi la mitad de económico), gasolina (10 céntimos menos por litro), alcohol (como en los Duty free de los aeropuertos) y en perfumes. Y les debe ir bien porque si no no me explico cómo las perfumerías Gala copan el pueblo pudiendo haber hasta 4 establecimientos iguales en un cruce de calles.

El alto status social se nota en muchas cosas. No ya en los coches caros (hay más coches que personas) o en las casas de lujo: la simple iluminación navideña, tan limpia, blanca y bonita, dan fe de ello (había hasta una grúa de obra decorada).

También me llamó la antención el idioma. Aún no tengo claro si escuché más español, francés o catalán. Y los que hablaban uno bien se dejaban llevar en el otro. La propia disyuntiva aparece incluso en el nombre del pueblo. Pas de la Casa parece una mezcla de francés y español, ¿o estará en catalán?.

Sea como fuere, mereció la pena conocer este lugar y sus gentes, aunque los -12 grados que llegamos a sufrir me hicieron cuestionarme si de verdad había alguien ahí; había que saber bien dónde buscar (sin duda, los bares como el Underground o el Déjà Beer eran buenas recomendaciones).

Un as en La Manga

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Puede que La Manga del Mar Menor sea el lugar más conocido de Murcia, por la singularidad del estrecho brazo de tierra que origina un gran lago interior separado del gran Mediterráneo. Sin embargo, su encanto natural se ha perdido en pro de la urbanización masiva: hoteles y apartamente se suceden devastándolo todo.

Pero en este Monopoly aún no está todo comprado: a escasa distancia al sur del Mar Menor existe una zona conocida como Calblanque, una extensión de 13 kilómetros de litoral de playas vírgenes (que me recordaron a Doñana o Cabo de Gata) en las que la acción de algunos seres racionales ha impedido que la especulación urbanística haya arrasado con semejante paraíso natural.

Efectivamente, para llegar a Calblanque hay que acceder por una pista de tierra. La única edificación es un centro de interpretación e información: todo lo demás es nada. Sólo un templado y cristalino mar, y multitud de playas, que van de inmensos arenales de un intenso amarillo a diminutas calas de ensueño, flanqueadas por montañas de escasa altura repletas de arbustos aromáticos como la jara, la lavanda o el romero.

Por Calblanque se pueden hacer rutas de senderismo o en bicleta, visitar sus salinas o unas dunas fósiles prehistóricas que hoy están protegidas. Pero lo más recomendable es dejarse atrapar por su aislamiento y tranquilidad. Proteger este lugar es tarea de todos, pues conservar este as es sin duda una jugada maestra.

¿Hay montañas en Murcia?

domingo, 20 de diciembre de 2009

¿Quién dijo que en Murcia no había montañas? Pues no sé quién lo dijo, pero yo así lo creía. Y muy cerquita de la ciudad: en apenas 7 kilómetros ya se empieza a ascender por una verde ladera. La ruta empieza en el santuario de la Fuensanta, un lugar de devoción para los murcianos desde el que cada septiembre la virgen, patrona de la ciudad, es bajada a la catedral. Como no podía ser menos, sábado por la mañana y boda al canto en la ermita con Murcia al fondo.

Desde allí, una vereda secreta, que solo conocen los buenos murcianos, continua subiendo hasta el techo de la montaña, un mirador conocido como La Gaveta desde el que se obtiene una panorámica magnífica de toda la ciudad. Una imagen de la que resalta una mancha blanca central, correspodiente a lo urbanizado, y un anillo verde que la rodea, de las huertas que aún perduran en Murcia.

Nuestra ruta continúa, ya sin ascender demasiado, rodeados de pinos que estaban siendo talados para evitar mayores riesgos de incendio en el futuro. Hasta llegar a uno de los lugares más populares en Murcia, la cresta del Gallo, una serie de grandes peñascos (no hace falta decir qué forma tienen) rodeados de vegetación que son el auténtico pulmón de aire fresco que mitiga un poco el sofocante calor de la ciudad. Es un lugar ideal para sentirse en el campo, foco de salidas de grupos scouts y montañeros, pero sobre todo de escaladores que aprovechan sus empinadas paredes para practicar este deporte. Verlos trepar en vertical es una delicia.

Las vistas desde la cresta son espectaculares. A un lado Murcia y sus huertas, y al otro el mar, el gran Mediterráneo y el menor de La Manga. Es lo que tienen las montañas, que sí, efectivamente, existen en Murcia.

Murcia, hermosa, ¿qué eres?

jueves, 17 de diciembre de 2009

Nunca había estado en Murcia y mi conocimiento sobre ella se limitaba a ese programa que cada 9 de junio (día de la comunidad) echaban por la noche en La Primera, con un lema que los murcianos han cogido un poco de tirria. Porque aquel programa de propaganda política no ha ayudado en nada para dar a conocer a una ciudad que, sin hacer ruido, es la séptima en población de toda España con nada menos que 430.000 habitantes. Murcia, hermosa, ¿qué eres?

Murcia se relaciona siempre con la huerta: hace años todos los murcianos tenían una casa con un huerto que les suministraba los productos más básicos ayudados por el benigno clima de la región; pero la expansión urbanística rompió tendencia y los murcianos vendieron sus tierras para que se construyeran los nuevos barrios. Por eso hoy se ven pocas huertas, y las que hay las encontramos en la periferia.

La venta de tierras dio dinero a los murcianos, la ciudad duplicó su población en 50 años, y hoy, según nos cuenta Juanchope, el estatus de vida mejoró y se nota en los hábitos de la gente, como en su forma de vestir o en el hecho de que algunos procuran perder el característico acento murciano (de boca abierta y con muchas "ees") por uno más formal.

Por lo demás, en Murcia se vive muy bien. El clima es espectacularmente cálido aunque bochornoso en verano; por eso, en diciembre, y a 20 grados, la gente va por la calle con abrigos (algún día habría que ponérselos). La ciudad está llena de bares y es típico el salir de tapas; de hecho, dimos buena cuenta de productos típicos como el zarangollo, los michirones, la ensalada murciana o el pastel de carne (espectacular el de sesos). Y por la noche, se nota buen ambiente por las calles.

El día que visitamos Murcia era día de fiesta, y la gente se agolpaba por las calles peatonales del centro. Por el cruce de las calles Platería y Trapería o en la Plaza de la Catedral, los murcianos disfrutaban de los edificios como el Casino o el Palacio Almodóvar; aunque lo que más nos llamó la antención es que todos los niños hermanos, aunque fueran de edades diferentes, iban vestidos iguales.

Por cierto, siempre se dijo que Murcia era una región seca. Es cierto, llueve poco, y el Segura recorre con poco caudal y un color verdáceo bajo varios puentes (uno, el típico de Calatrava) al sur de la ciudad. Del ayuntamiento y de varios puntos de la ciudad cuelgan pancartas reivindicando el "agua para todos", pero ese es un polémico tema de difícil solución.

Pon un Juanchope en tu vida

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Qué difícil es resumir el encuentro de Murcia... tan corto pero tan intenso. Empecemos por sus participantes, siendo protagonista indiscutible el gran anfitrión Juanchope, cuya bondad nos tiene ganada el cariño inmenso de todos... y por ser integrante del buen dúo Los caños; la cumpleañera Almu, que no duda en tratar de que su tos nos deje dormir curándola con chupitos de licor de crema; el inquieto Curro, estrenando California yendo a por el turrón; la reflexiva Meriangels, que busca El secreto de orientarse un poco mejor; el cuentacuentos Agus, feliz de poder por fin haber terminado una historia de miedo; la nutricionista Gema, tan contenta de ver el lema "Agua para todos" por doquier; y el lector Felirrintxi, que a falta de Audi se entretiene con las citas del libro rutero "Qué soñaste". Aunque, aún ausente, hay que citar al gran fichaje Mariana, cuya casa invadimos y que no puede faltar a la próxima quedada.

Ha sido un encuentro con cabida para la reflexión. A sabiendas de que el reto de vivir es el reto de elegir, hemos llegado a profundas conclusiones sobre el "¿Porqué no tengo pareja?". Pero no hablamos de ligar con furcias que fumándose un par de pitis nos digan vamos a follar por la calle; los achos pijos, para conquistar zagalas, tienen que empezar comprándose un perro, un capricho de Braco de Weimar a ser posible; o meterse a pintor de cuadros, o dejar medio armario vacío esperando a que venga tu media naranja. Todo sea por arrimar el caño...

Pero también tuvo cabida el entretenimiento. Tras un copioso desayuno con macedonias, tostadas de tomate y dulces varios, tuvimos ruta de senderismo por la sierra periférica de la ciudad. Visita a la virgen de la Fuensanta con boda incluida (algún pico de más) y subida a un precioso mirador de la ciudad y la Cresta del Gallo, un lugar ideal para practicar la escalada. Por la tarde, talleres varios: aprendimos cómo saber si eres zurdo o diestro de ojo; y a fabricar unas complejas estrellas de papiroflexia... con papel de servilleta. Y por la noche, tapitas por Murcia probando lo mejor de la huerta: zarangoyo, berenjenas fritas, ensalada murciana, habitas y sangre frita; y salidita nocturna por Murcia la nuit para bailar y adivinar las canciones que sonaban.

Al día siguiente tocaba baño. Tras comer la tarta que regalamos a Almu, nos fuimos al parque regional de Calblanque, donde entre montañas verdes llenas de arbustos aromáticos encontramos la calita que sería la base para el baño ritual. Arena amarilla y agua cristalina para disfrutar del calor murciano un 6 de diciembre. Comida y juego de orientación para que Almu encontrase sus regalos de cumpleaños. Y luego visita Portman para disfrutar de los colores de un atardecer en la bahía. De noche nos separamos con tristeza, ya que la mitad del grupo tenía que marchar. Los que nos quedamos pudimos conocer a la familia de Juanchope, tan buena como él. Y al dia siguiente nos dedicamos a visitar Murcia y sus monumentos, aunque por llegar apurados de tiempo siempre nos terminaban echando de todos ellos. Unas tapas por el centro, que en ausencia de Gema era fritanga y sesos altos en colesterol, un campeonato de lanzamiento de huesos de aceituna y el tiempo justo para recoger e irnos con una gran sensación de felicidad.

Glacias Juanchope por ponernos en tu vida.