El anillo del compromiso

miércoles, 9 de junio de 2010

Imitando el modelo del resto de grandes ciudades europeas, Madrid trata de ponerse al día en cuanto al transporte de bicicletas se refiere, solventando sus grandes dificultades de tamaño, orografía (cuántas cuestas) y de tráfico a motor. A ello se ha comprometido el ayuntamiento, a través de un Plan Director de Movilidad Ciclista de Madrid que aspira a completar, en 2016 una red viaria de 115 kilómetros. Hoy, tal compromiso va materializándose poco a poco, como en el casi completo Anillo Verde.

El Anillo Verde es una propuesta de carril bici circular, a través de un trazado asfaltado de 6 metros de ancho independiente del resto de vehículos. Bordea todo Madrid, por ello tiene una longitud nada menos que de 65 kilómetros. Poco práctico desde el punto de vista de la movilidad urbana, pero una propuesta muy interesante para un grupo de ciclistas ociosos. El anillo permite dar la vuelta a Madrid y conectar barrios muy distantes y muy distintos, y ver una realidad diferente al centro que es lo que todo el mundo ve.

Nuestro viaje comienza en el este, en mi barrio, en la zona del Parque Juan Carlos Primero. Tomamos dirección norte siguiendo siempre los altos postes que nos informan del kilómetro en el que nos encontramos y de cuánta distancia falta para la siguiente zona de descanso, habitualmente con bancos y fuentes para el avituallamiento, de las cuales el anillo está muy bien proveído. Allí conocemos los nuevos barrios residenciales de San Chinarro, Las Tablas o Montecarmelo, que siguen el típico modelo de bloques tranquilos, sin ajetreo de tráfico ni ruido de comercios.

Tras pasar el enlace con el carril bici que sube a Colmenar y a la sierra de Madrid, seguimos ahora dirección oeste, bajando paralelos al río Manzanares. A nuestra derecha tenemos el Monte del Pardo, a nuestra izquierda empiezan a verse edificios importantes de Madrid como el Faro de Moncloa o el Palacio Real, y y más abajo nos adentramos de lleno en la Casa de Campo, que como es sábado está repleta de gente, llamándome la atención que el 90% eran sudamericanos.

Ya llevamos la mitad del camino y nos encontramos en el sur de Madrid. La fisionomía de los barrios ha cambiado. Estamos en Aluche, en fiestas por cierto, y pasamos por Carabanchel. Se ven barrios más pobres que los del norte, y también el tipo de gente cambia, menos pija, más de calle. De hecho, tras cruzar el Parque del Manzanares y pasar junto a la Caja Mágica, circulamos junto a un barrio de chabolas que daba bastante miedito, teniendo en cuenta además que ya estaba anocheciendo.

Tras ello, el anillo nos dirigía al lado este de Madrid, con barrios más cuidados que los que habíamos pasado por el sur, como los de Moratalaz o Las Rosas. Aquí se encuentra la única parte del anillo que aún está en obras, coincidiendo con el paso junto al Estadio Olímpico, por lo que toca callejear hasta reencontrar nuestro camino. Finalmente, tras 6 horas de viaje, cruzamos el puente sobre la A-2 del barrio de Canillejas que nos dejó en el punto de partida.

La aventura de rodar por Madrid sin peligro fue altamente gratificante, no sólo por la seguridad de ir con tu bici sin miedo sino porque me dio la oportunidad de ver lugares que de otro modo nunca hubiera conocido. Aunque deja bastante que desear su señalización, tanto por su ausencia en muchos puntos como por ser errónea, lo que nos hizo perdernos más de una y de dos veces, el Anillo Verde es una idea magnífica, aunque, para que resulte verdaderamente útil para la vida diaria de los madrileños, deba verse complementado con vías radiales que conecten con el centro. Todo un reto con el que hay que comprometerse.

Un bosque en la ciudad

domingo, 6 de junio de 2010

Quedan pocas semanas en Madrid, y hay que aprovechar el tiempo que resta. Madrid nunca se acaba, y siempre hay algo nuevo por conocer. Cómo me arrepiento de no haber descubierto antes un lugar como la Casa de Campo.

Asociada hace años a las putas, la Casa de Campo se ha reinventado y el cierre al tráfico de muchas de sus hectáreas le ha hecho ganar en calidad medioambiental. Putas, haberlas haylas, pero pocas en comparación con la ingente cantidad de ciclistas, viandantes, corredores, jinetes a caballo, piragüistas en el lago o chavales que van al Parque de atracciones o al Zoológico.

Yo y mi bici nos dispusimos a descubrir este entorno natural. Existen varias rutas ciclistas, pero no están muy señalizadas. Lo mejor es perderse por los caminos y senderos que se meten entre la frondosa vegetación; y perderse, te aseguro que te pierdes. Porque la Casa de Campo no es un parque, es un auténtico bosque en la ciudad, donde es fácil sentirse aislado del mundo, una sensación de soledad tan difícil de lograr en la barahúnda madrileña.

Se pueden recorrer decenas de kilómetros entre pinos, robles, fresnos o sauces, por senderos más propios de un circuito de cross, con continuos vaivenes, subidas y bajadas, o terraplenes donde sentir un frenético vértigo flipándose un poco. Y todo al ladito de Madrid.

En estas, después de tantos meses, encontre mi lugar favorito de Madrid. Tras una subida a un monte, que no sabría volver a encontrar, llegué a la cima donde, a la sombra de un roble, observé la estampa más bonita de la ciudad en la que he vivido los últimos 19 meses. Allí, en solitario y en silencio, se veían, tras el Manzanares y las copas de los árboles del Parque del Oeste, las puntas de los edificios más significativos: las 4 torres, las Kío, la Torre Picasso, el Faro de Moncloa, el rascacielos de Plaza España, el Palacio Real o la Almudena... Todos al alcance de un vistazo, desde una posición privilegiada. Me podría haber quedado horas allí sentado.


Si tuviera que volver a aquel lugar, es probable que no supiera desandar mis pasos y encontrarlo. Menos mal que me aseguré de que quedase bien fijado en mi retina.

Corpus Toletorum

jueves, 3 de junio de 2010

No hay nada como decidir ir de tapitas a Toledo... y que te pille allí de pleno la festividad del Corpus. La ciudad repleta de gente, tanto en los bares como fuera de ellos, y algún desfile por las calles que nos impide el paso. Así que, un poco obligado por las circunstancias, no quedaba otra que ver un poco de que iba la cosa (creo que en Sevilla nunca lo he visto).

Y la cosa era un poco extraña. Por las calles, la gente agolpada dejaba libre un carril central para que desfilasen militares, vestidos de uniforme y marchando al son del tambor de una banda. ¿Militares en una festividad religiosa? Pues sí, y lo curioso es que el gentío, a su paso, aplaudía a raudales, sin mayor aliciente que verlos pasar.

Pero en esta procesión no sólo hay militares. También se saca la Custodia típica de esta celebración, que abandona la fastuosa Catedral por 3 horas para recorrer las calles del centro, acompañada por sacerdotes y monaguillos. Y este año, casualmente, con polémica, pues es la primera vez que a su salida el himno nacional ha sido interpretado por la banda municipal de Toledo en vez de por la banda militar, para apartar los honores militares del acto religioso. Entonces, ¿por qué siguen procesionando los miembros del ejército? Parece que por tradición, pues les han permitido que, voluntariamente, pueden seguir desfilando. Y con buena acogida del público, como comprobé con los aplausos.

Más allá de no entender mucho el sentido de la fiesta más allá de la tradición, lo mejor es lo bonita que está la ciudad. Si ya de por sí Toledo es preciosa, el centro estaba engalanado con guirnaldas de plantas, toldos para sofocar el calor, trozos de césped artificial decorativos, cabezudos, tronos de imágenes religiosas y los balcones todos jalonados con escudos de colores. Una forma especial de ir de tapitas.

Los contrastes de Tenerife

martes, 1 de junio de 2010

Lo que más me ha gustado de Tenerife es su falta de homogeneidad. Los contrastes entre sur y norte determinan una dicotomía que agrada, a buen seguro, a todo aquel que la visite.

El sur de Tenerife es el paraíso de los guiris. Las mejores playas de la isla, entendiéndose por extensas, están muy enfocadas al turismo. Los hoteles y apartamentos invaden la línea de costa, y los extranjeros encuentran un clima propicio durante todo el año para satisfacer sus ganas de sol. En el sur siempre hace bueno, aunque el viento también es protagonista, lo cual es óbice para la práctica del surf y derivados.

En cambio, en el norte siempre llueve o hace niebla. También por ello, el paisaje es verde y permite descubrir lugares tan encantadores como el Valle de la Orotava. La isla se vuelve más abrupta, y emergen acantilados como los de Masca, uno de los espacios naturales más impresionantes y sorprendentes que he visto nunca. En el norte es donde viven los chicharreros, donde esá su capital Santa Cruz o donde están las ciudades más bonitas, como Puerto de la Cruz o San Cristobal de la Laguna.

Pero también difiere el centro de la isla, donse se alza colosal el Teide. Parece mentira como tan sólo en 30 kilómetros se pasa de estar a nivel de mar a ascender al punto más alto de España con sus 3.718 metros. El paisaje vuelve a cambiar y se convierte en desértico, apenas algunas especies vegetales como los tajinastes rojos sobreviven a una árida extensión de roca volcánica. La nieve perpetua pinta de blanco la cima de una montaña dando una nota de color diferente al marrón de los roques y llanuras.


Así, en apenas unos kilómetros de extensión, la isla de Tenerife esconde algo para todos los gustos. Contrastes que juegan.