No fallan

martes, 22 de marzo de 2011

Se acabaron las Fallas. Valencia echa el cierre el 19 de marzo a un año de preparativos con una traca final de 3 días de locura. Tres días para quemar una ciudad que está de fiesta, una fiesta donde predomina el olor a pólvora por las calles, unas calles por las que pasear se torna complejo tratando de evitar ora la marabunta de gente, ora los petardos ensordecedores y molestos que lanzan los niños a todas, y digo a todas, horas. Las fallas no fallan. Predomina el buen ambiente y la fiesta en la calle. ¿Qué qué es lo que se hace en Fallas? Dada su gran variedad de posibilidades nada mejor que hacer una lista para no perderse un detalle.

Ver las fallas. Las fallas son esos monumentos de poliespan que abarrotan cada plaza de Valencia. Cada barrio expone 2, el gigante y uno infantil, y su temática, aunque me la esperaba mucho más crítica, era muy variada (la televisión, deportes, y otras muchas de difícil interpretación). Los personajes más repetidos, Zapatero y Rita Barberá, la alcaldesa. Su elaboración conlleva todo un año de preparación por parte de un maestro fallero. Se disponen el día 15, con lo que apenas hay 4 días para intentar ver las más de 400 dispersas por toda la ciudad. Todas las fallas entran en un concurso, de la que resulta ganadora una el día 18, aunque, como en las elecciones, a pesar de haber un único ganador, todas parecen ganar, pues hay premios secundarios (ingenio, infantil) y todas exponen un baluarte con destacando con orgullo su posición, fuere cual fuere.

Sentir la Mascletá. Todos los días a las 14.00 en la plaza del Ayuntamiento se hace la guerra. Una hora antes la gente se atrinchera, nunca mejor dicho, alrededor de un cubículo enrejado que aloja en su interior cientos de kilos de pólvora presta para ser explosionada. En apenas 10 minutos todo que quema, el suelo tiembla, el corazón palpita y las bocas quedan boquiabiertas doblemente para no dañar los oidos y para expresar la emoción de este caos controlado. Un vídeo para recordar la traca final:


Ver un castillo. Los castillos de fuegos artificiales tienen lugar a diario a la 1 de la madrugada. Cada noche distintos, se lanzan en al antiguo cauce del Turia y el más largo y espectacular en el del día 18, la Nit del foc, más de 20 minutos de cohetes y petardos de colores, alguno cayendo pausadamente con un pequeño paracaidas. Lo más importante, sin duda, saber cuándo terminan: dos petardazos finales y un aplauso generalizado.

La ofrenda. El 17 y el 18, por la tarde, se organiza un desfile en el que cada falla, ordenadamente, procesiona en una especie de carrera oficial con final en la Plaza de la Virgen, detrás de la Catedral. Las falleras lucen sus trajes, caros carísimos, con sus característicos peinados, que son postizos y que tienen que mantener durante una semana (duermen boca abajo); y los falleros llevan un curioso traje que recuerda al de un pirata, al son de una banda que toca canciones típicas (aunque sean alicantinas como mon'anirem al Postiguet). Todos llevan claveles a la virgen, que al llegar a la plaza, entre lágrimas de los falleros, serán dispuestas en una estructura de madera gigante que formarán un espectacular manto para la Cheperudeta (así se llama cariñosamente a la Virgen de los Desamparados).

Las luces. La calle es protagonista, también, de otro concurso: el de la iluminación. Cada barrio decora sus vías con luces, aunque siempre siempre gana la de Russafa, que se gasta un pastizal en formar una espectacular estructura. Cada tarde, a las 8, se enciende ceremonialmente con música de fondo muy muy mística, un evento que acoge a multitud de interesados como se ve en el vídeo.



La cremá. El fin de fiesta, la noche del 19, el día más triste para los valencianos. Las fallas se queman, siempre rodeadas por un dispositivo de bomberos que riegan las edificios, muchas veces muy próximos al monumento. Un año de preparación que arde en unos segundos, cuando la fallera mayor, a lágrima viva, enciende la mecha que marca el final de la fiesta. No todo se reduce a cenizas: la falla que gana puede salvar un pequeño muñeco, el ninot indultat, que se guardará en un museo.

Y más y más. Las fallas dan para mucho. Los guiris se ponen un pañuelo de cuadros azules, que ningún valenciano lleva; por las noches, si no te cuelas en algún casal de esos privados con ambiente bastante cerrado, existe la posibilidad alternativa de que cada falla monta una paellada, para no limitar el comer arroz en el almuerzo, y una verbena para bailar hasta las tantas; y a la vuelta, nada mejor que desayunar, pero sin equivocarse: lo típico no son los churros, sino los buñuelos de calabaza. Y si no se ha conseguido ligar, no hay problema. Como dice el refrán, "Si en Fallas no follas, en Pascua no fallas".

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