Guía para destruir un ecosistema

sábado, 16 de julio de 2011

La conciencia ecológica brilla por su ausencia en Estados Unidos. Les importa más hacer caja que las posibles consecuencias devastadoras de sus acciones. Primero se realiza y luego se piensa cómo solucionarlo. Las pasó con la A1 que une los cayos. Y les ha pasado con esa carretera que une Miami con Naples, una espada que atraviesa el corazón del Parque Nacional Everglades, que ha conseguido desangrar el mayor humedal que existía en el sur de los EEUU.

Hace 100 años, estas "ciénagas eternas" eran un territorio inhóspito, un hábitat único formado al sur de Florida gracias a la acción del River of Grass, una masa de agua dulce de 80 kilómetros de ancho y apenas 15 centímetros de profundidad que avanzaba imparable hacia abrazarse al Mar Caribe, creando un ecosistema de aguas salobres donde convivían cocodrilos con caimanes, o donde las garzas volaban a sus anchas entre una extensión infinita de manglares.

La necesidad hizo que se construyese la Tamiami Trail y que el 60% de sus ricas aguas se desviasen a poblaciones y granjas; el desastre se cernió sobre los Everglades. La carretera dividió el entorno natural y el humedal comenzó a secarse. En 50 años, la espesa vegetación comenzó a clarear, el número de aves se redujo en un 90% y hoy existen más de 20 especies en peligro de extinción, como los manatíes, pumas o tortugas. Hoy los Everglades siguen amenzados. La Unesco añadió en 2010 a este Parque Natural en la lista de Bienes Naturales de la Humanidad en Peligro. A la espera de que las nuevas medidas surtan efecto, los turistas siguen quedándose impresionados por poder pasear en bici rodeados de cocodrilos, o viajando en barcazas por los manglares. Ni un ápice de lo que en su día fue este ecosistema perdido.

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