Cine Nostrum

viernes, 4 de noviembre de 2011

Si visitas la ciudad où le soleil ne se couche jamais (donde nunca se pone el sol), y tienes la mala suerte de que se pase toda la semana lloviendo, no esta mal tener la buena suerte de que justo esa semana coincida con su prestigioso festival de cine. Montpellier celebra, cada inicio de otoño desde hace 33 años, su Festival de cine mediterráneo, aunando en su cartelera películas, cortos y documentales procedentes de todos los países ribereños del Mare Nostrum.

Los festivales de cine son iniciativas plausibles que debrían tener más repercusión mediática y de público. Por un lado, establecen un contacto directo entre el espectador y el director, permitiendo poner cara y voz a ese creador de sueños que nunca (o casi nunca) aparece en sus historias, para poder preguntarle en primera persona sus motivaciones e intenciones. Por otro, sirven de nexo de unión entre diferentes países con sus diferentes maneras de entender este arte, haciendo real eso que llaman el universo del celuloide.

El Cinemed de Montepellier es un acierto por su accesibilidad, ya que la mayoría de proyecciones tienen lugar en el centro de conferencias Corum situado en pleno centro. Dentro del gigantesco edificio, bien resguardaditos de la lluvia, se respira cine por sus muchos costados. Cámaras y entrevistas sobre la alfombra roja, actores y espectadores compartiendo una misma cafetería, directores que asombran por su juventud... un pequeño Hollywood pero más campechano.

Era la primera vez que participaba en un festival de este tipo. Después de ver una película griega y dos documentales, uno georgiano y otro turco, asistí a una caótica entrega de trofeos en la que, el chovinismo nunca falla, ganaron sobre todo pelis francesas. Como suele pasar en estos casos, nunca gana el que tu quieres. En cualquier caso, en tiempos tan dramáticos para el cine, estas iniciativas son tremendamente positivas para revitalizar un arte que poco a poco se ahoga... y no por la lluvia de Montpellier.

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