Oviedo es la única ciudad que he conocido que dedica una de sus calles a sus monumentos. También es cierto que es de las pocas que tiene varios de ellos a algunos kilómetros de distancia. Parece un acierto, entonces, nombrar la carretera que conduce a ellos como "Avenida de los monumentos" para ayudar al viajero a encontrarlos. La calle no es plana; muy al contrario, tiende hacia arriba, ascendiendo en las faldas del Monte Naranco, símbolo y emblema de los ovetenses. Por ello, lo más recomendable es visitarlos en coche, aunque muchos optan por hacerlo andando, corriendo o en bicicleta: de hecho, existen dos pruebas deportivas para coronarlo por estos dos últimos medios y la Vuelta a España lo ha acogido como meta de etapa en algunas ocasiones.
Santa María del Naranco. Después de 3 kilómetros por la angosta carretera que asciende desde Oviedo nos encontramos con esta iglesia prerrománica del S XIX, mandada construir por aquella época como palacio y posteriormente reconvertida para fines religiosos. Las visitas están muy restringidas, por lo que hay que limitarse a contemplar su doble planta desde el exterior. No obstante, subiendo por sus dos escaleras de piedra del lado septentrional se entreven a través de algunas rendijas columnas y paredes del interior. La iglesia está en todo su esplendor pues ha sido restaurada hace poco y su triple arcada de los costados oriental y occidental han sido escogidos para el logotipo de la famosa campaña "Asturias paraíso natural".
San Miguel de Lillo. Cien metros más arriba de la Iglesia de Santa María del Naranco se alza la de San Miguel de Lillo, completando el binomio de monumentos prerrománicos del s. XIX. Esta iglesia sí fue construida para tal fin desde sus inicios, quizás como complemento a la vecina residencia palaciega. Es más pequeña que la anterior y tiene forma de una casita.
Sagrado Corazón de Jesús. De nuevo con el coche y tras una cerrada curva a la derecha la carretera vuelve a picar hacia arriba. Entre mensajes de apoyo a los ciclistas de La vuelta pintados sobre el asfalto ascendemos bordeando el monte y, tras un par de kilómetros, llegamos a la cima. El lugar está muy acondicionado para pasar un día campestre, con mesas y columpios ideales para domingueros. Al final del camino nos encontramos una enorme escultura de un cristo (aunque más pequeña que el Cristo del Otero de Palencia) con los brazos en cruz en actitud acogedora. La imagen se distingue desde abajo en la propia Oviedo, y es espectacular verla de noche pues se destaca su forma en blanco sobre el negro fondo de la montaña. Debajo, montada sobre el pedestal, se encuentra la Cruz de la Victoria, símbolo que aparece en el escudo del Principado de Asturias.
En lo alto del monte, a 634 metros sobre el nivel del mar y en un hermoso día claro, la vista de la ciudad de Oviedo, al sur, con su cinturón de montañas al fondo, son espectaculares. El mejor final para una calle singular.
La calle de los monumentos
martes, 7 de abril de 2009
Publicado por Lince, viajero de culo inquieto en 19:38
Etiquetas: 012.Monumentos, 100.España, 191.Asturias
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