Oviedo, ¡oh!

miércoles, 1 de abril de 2009

Hacía más de 10 años que no visitaba la ciudad de Oviedo; demasiado tiempo para una ciudad que te deja con la boca abierta. Y no es porque tenga unos monumentos que deslumbren al mundo entero (aunque Calatrava ha diseñado un nuevo Palacio de Congresos muy a su estilo que destaca con su blancura por encima de todos los demás edificios). Más bien es por su carácter tranquilo que la convierten en una ciudad ideal para vivir.

Aunque tengo que reconocer que hablo desde el punto de vista de alguien que ha estado en Oviedo 5 días de pleno sol; no es lo habitual, ya que, muy al contrario, la máxima histórica en Oviedo es de sólo 38 grados y llueve la mayor parte de los días del año. Ello repercute en sus parques y jardines, siempre verdes, como el Parque de San Francisco en pleno centro de la ciudad.

La capital del Principado de Asturias no es muy grande (algo más de 220.000 habitantes) y es ideal para pasear por sus calles, las cuales, como curiosidad, siempre tienen el nombre de algún personaje del que se dice su nombre, apellidos y profesión entre paréntesis. Entre edificios históricos pasamos por delante del Teatro Campoamor donde cada año se entregan los Premios Príncipe de Asturias, y del Auditorio Príncipe Felipe donde cada domingo se reunen los fans de Fernando Alonso para ver los grandes premios en pantallas gigantes.

De repente, unas campanas comenzaron a doblar al ritmo del famoso "Asturias patria querida". Es una tradición que el reloj de la Plaza de la Escandalera toque a las en punto el himno de Asturias. Seguimos el paseo entre estatuas callejeras (por Oviedo permanecen inmóviles multitud de personajes que cohabitan con los viandantes, algunos conocidos como la Regenta o Woody Allen, y otros anónimos como "El viajero" o "La lechera") y llegamos a su Catedral, dedicada a El Salvador (como la de Cifuentes), cuya preciosa aguja de observa desde muchos puntos de la ciudad. Su horario de visita es muy restringido pero pudimos asomarnos antes de que comenzase un oficio; aunque la verdad es que tampoco mereció mucho la pena.

Tras ello, nuevamente la música llamó nuestra atención. En la plaza de la Catedral un grupo de personas ataviados con trajes tradicionales cantaba y bailaba danzas regionales ante la atenta mirada de los turistas; no es algo extraño en Oviedo, donde también se ven grupos de gaiteros tocando por las calles, con sus ropajes típicos y los clásicos zuecos (llamados "madreñas") alegrando el día a los demás.


Cerca de la Catedral bajamos a la Calle Gascona, donde la mayoría de los bares son "chigres" o sidrerías. Tras dar buena cuenta de la gastronomía asturiana, nos dirigimos a una especie de rastro que se coloca en Oviedo en varias de sus calles del centro. Al igual que en el de Madrid, los ciudadanos van allí a encontrar cualquier cosa, y el regateo está a la orden del día.

Los ovetenses deben estar muy contentos de vivir en su ciudad. Quizás por ello tengan ese deje al hablar que les hace acabar cada frase con el vocablo "ho". No deja de resultar sorprendente oirles decir ""Vamos al bar, ho!" (que parece que estén animando a mi hermano Álvaro), pero lo tiene como algo normal, como el "pues" de los vascos. De hecho, "¿qué pasa?" lo dicen como "¿qué yo ho?. El idioma astur (o bable) es muy curioso, pero tendré que volver de nuevo a Uviéu para conocerlo mejor y dedicarle algunas palabras más en mi blog.

0 comentarios: