Las tierras del norte son muy dadas a la creencia en seres extraordinarios que habitan de forma subrepticia en sus bosques y montañas. En Asturias, la mitología guarda un lugar privilegiado a las Xanas, unas ninfas cuya existencia se liga a la cercanía de las dulces aguas de los ríos más cristalinos, que estas bellas hadas utilizan para lavar sus ropajes o como espejo para peinarse mientras susurran canciones misteriosas. Naturalmente, por su extrema singularidad, encontrarse con una Xana es casi tan complicado como ver un lince en Doñana, pero quizás el problema sea saber dónde buscar.
Muy cerca de Oviedo (las posibilidades que para el senderismo ofrecen la proximidad de las montañas a esta ciudad son inmensas) se halla el conocido como Desfiladero de las Xanas, que enlaza con la popular Ruta del Oso que recorre el valle del río Trubia. Sus características hidrográficas lo convierten en un lugar perfecto para el escondite de las ninfas. Saliendo de la capital y tras poco más de 20 kilómetros, se inicio el sendero justo antes del pueblo de Villanueva y del área recreativa donde se cuidan a las osas pardas Paca y Tola.
El camino se empina súbitamente para alcanzar las altas paredes del acantilado. A casi 80 metros de atura el angosto sendero quita el hipo al mirar hacia abajo y divisar el río Viescas (o De las xanas) convertido en un fino hilo de agua. Echamos la vista atrás y los poblados se pierden en la serranía. Hacia delante, las paredes de las montañas se confunden entre sí aproximándose cada vez más y resultan un refugio ideal para las Xanas. El trazado atraviesa túneles, cascadas de agua y, cuando camino y río se unen, puentes y bosques que permiten acercarse a la corriente. Pero, entre piedras y árboles llenos de musgo, propios de parajes encantados, ni rastro de las hadas de agua. El susurro de una canción me hace sospechar la presencia de alguna, pero no era más que mi compañero Alfredo cantando "Una rosa es una rosa".
Tras dos horas de caminata, el desfiladero concluye en el minúsculo pueblo de Pedroveya, en entorno de lo más rural con laderas verdecidas, animales de granja con su inconfundible olor, y los clásicos horreos asturianos. En el poblado hay un famoso restaurante donde dimos buena cuenta de una señora fabada; tuvimos suerte, pues es el único bar de la aldea y siempre está muy demandado. La vuelta atrás transcurre por el mismo camino, pero en pendiente cuesta abajo (muy recomendable para bajar la copiosa comida). El regreso permite disfrutar nuevamente de esta ruta que algunos conocen como "El pequeño Cares"; pero las ninfas de agua dulce seguieron escondidas a nuestros pasos. No hubo la suerte que tuve en Doñana.
Desfile de Xanas
domingo, 12 de abril de 2009
Publicado por Lince, viajero de culo inquieto en 20:58
Etiquetas: 013.Leyendas, 018.Rutas, 100.España, 191.Asturias
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2 comentarios:
joder no paras en ingun lao???
como te va por el centro???
un beso mu grande linx!!!!!!
¡Ey Marta! Por el centro (y alrededores) me va muy bien, algo del poquito tiempo libre que queda lo aprovecho para conocer mundo ya sabes, que aquí hay muchas posibilidades. Y si no, vente por aquí y lo compruebas :P
Un besón
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