Un museo abierto

miércoles, 2 de febrero de 2011

Besalú, al norte de Gerona, es un auténtico pueblo-museo del medievo, donde el espacio expositivo lo constituyen las propias calles del minúsculo municipio por las que el tiempo parece haberse detenido desde hace 500 años. Vías solitarias, jalonadas por muros de piedra de unas casas en las que no parece vivir nadie, testigos de un pasado medieval que lo convierten en uno de los conjuntos más impresionantes de toda Cataluña.

Como todo museo, Besalú tiene entrada, aunque carece de torno por el que cruzar, sino que su puerta siempre está abierta para todos los públicos. Se trata de una torre vigía con una gran reja de hierro que hoy siempre está elevada para los amigos turistas, como antaño tuvo que estar siempre cerrada cuando vinieran los enemigos intrusistas. La puerta se halla en el centro del fastuoso puente románico sobre el río Fluviá, la angosta construcción de 5 metros de ancho, obstáculo insalvable para las huestes contrarias y ahora símbolo del pueblo. Sus 145 metros de largo, salvando el río con 7 arcos dispuestos en ángulo obtuso con vértice en la torre, otorgan el perfil diferenciador del que se sienten orgullosos sus poco más de dos mil convecinos.

Las calles del pueblo constituyen per se un verdadero museo, pero actualmente acogen además una iniciativa cultural expositiva: un intercambio con un artista italiano que ha decidido traer su obra a Besalú, una obra llamativa que ha llenado el enclave de sillas de todos los tamaños y formas, dispuestas en las calles o incluso en las paredes de las casas. Un paso más para potenciar su fuerza como museo urbano.

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