Azul Perito

miércoles, 22 de febrero de 2012

Las mujeres, con ese innato don de distinguir infinitos tipos de colores que la genética les ha conferido, encontrarían en el glaciar Perito Moreno un nuevo y excitante universo cromático con el que lucir prendas en la próxima temporada de la moda. La estrella es, sin duda, el azul Perito, un nuevo tipo de azul muy intenso, que los hombres llamarían celeste. El azul Perito tiene la virtud de ser cambiante, en función de los efectos ópticos por la luz. Así, el Perito Moreno es un inmenso glaciar de hielo de 5 kilómetros de ancho y 50 de largo, con paredes verticales en su frente de 200 metros de altura, de los que son unos 60 metros los que emergen del agua y los que ofrecen ese espectáculo azul Perito único.

El Perito Moreno es de los pocos glaciares que quedan en el planeta que no está en retroceso; al contrario, avanza a razón de un metro al día, lo que provoca que cada 15 minutos enormes bloques de hielo se desprendan en caída libre desde su frente al agua del lago en el que se posa, un momento especial que provoca un ruido estremecedor que contrasta con el silencio más absoluto que nos rodea. Eso sí, nada comparado con la ruptura, evento que sucede cada 2 ó 3 años en el que el Perito Moreno desploma un enorme puente naturalmente formado sobre el lago, que los afortunados que lo han visto alguna vez aseguran que no existe nada más emocionante.

El glaciar se forma en un valle, rodeado de los montes de la cordillera andina. Desde las pasarelas del parque, su silueta se pierde en el horizonte. Junto al hielo, destaca entre la escasa flora una flor de un amarillo chillón, es el amarillo Calafate, una flor que da nombre a la región y que poco después se ransformará en una baya violácea, y el rojo Nore, una planta autóctona con un cromatismo intensificado por su excepcional entorno.

Pero las pasarelas saben a poco. Lo bonito es sentir el glaciar, y la única forma de conocerlo a fondo es contratar la excursión monopolio llamada Big Ice, con un precio desorbitado pero absolutamente imprescindible. Los guías del Big Ice te cruzan en barco a donde casi nadie alcanza, para comenzar una hora de trekking por el lateral del glaciar, por un sendero marrón Morrera entre árboles y cascadas, hasta el campamento base donde se inicia la auténtica aventura. "Has usado crampones alguna vez", me pregunta Julián, el guía. "Nunca", le digo. Contento de mi contestación, me responde orgullloso: "Bien, así siempre podrás decir que la primera vez que te pusiste crampones fue en el glaciar Perito Moreno".

Desde allí, nuestros pasos chirrían sobre el hielo, un hielo que de cerca ya no es azul, sino blanco Hielo, un blanco que nos rodea hasta el infinito. Son 6 horas de trekking en el que se observa que el glaciar no es sólo su espectacular frente. En el desierto de hielo sobre el que caminábamos se escondían grietas de decenas de metros de profundidad, ríos de un agua naturalmente desmineralizada pero igualmente saciadora, y sifones realmente peligrosos si corrías la mala suerte o temeridad de caer en ellos. Pero también una espectacular laguna, de un azul increíble, que ya no era azul Perito sino azul Glaciar, un entorno excepcional en el que reposamos para comer.

El Big Ice es una excursión dura, pero muy reconfortante. La sensación de estar perdido en medio del hielo, totalmente rodeado de un desierto blanco, provoca una ceguera de placer, pero hay que tener cuidado porque si no llevas gafas de sol puede provocar también una ceguera en la vista muy dolorosa, por experiencia propia. Lo bueno es que no daña la memoria interna de la retina, esa que nunca formateará la experiencia del Perito Moreno y su inolvidable escala de colores.

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