Por fin, por primera vez en toda mi vida, la selección nacional hizo algo importante a nivel internacional (en fútbol, claro). La ilusión de la gente iba creciendo conforme avanzaba la Eurocopa y en el ambiente se notaba una alegría generalizada que explotó de un modo nunca visto con la consecución del título.
El domingo, como casi siempre en este torneo, quedamos en casa de alguien (Marta en este caso) para ver la final, y disfrutamos con el juego, nos emocionamos con cada jugada, aplaudimos en todo momento, nos deleitamos con la pannacotta y saltamos con el pitido final. Un gran momento y un gran placer.
Y nos echamos a las calles de Sevilla, todos vestidos de rojo como casi todo el mundo con el que nos encontramos. Las calles rebosaban júbilo y la Puerta de Jerez era una fiesta que no hacía distinción de colores, no había béticos ni sevillistas, sino banderas, bufandas y camisetas de España. Gentes de todas las edades (botaron hasta las abuelas) unidos en unos mismos cánticos.
Fue algo muy especial. Antes de la Eurocopa, enseñar una bandera de nuestro país parecía un acto vergonzoso (era fácil tildarte de "facha", incluso por gente que no sabía ni lo que esto significa), por claras reminiscencias de un pasado deshonroso no muy lejano (ni muy cercano). Sin embargo, el otro día las banderas no recordaban a la dictadura sino que significaban otra cosa. Y la gente gritaba al unísono el "yo soy español" sin ningún pudor. ¿No se sentían así antes de la cita de Austria y Suiza, o es que no se atrevían?. Puede ser que, gracias al fútbol, las costumbres vayan a cambiar, y a la gente no le importe enseñar unos emblemas de los que se sienten orgullosos. Veremos, en un futuro, si este cambio es posible.
Unidos
jueves, 3 de julio de 2008
Publicado por Lince, viajero de culo inquieto en 16:19
Etiquetas: 016.Momentos, 100.España, 110.Andalucía, 113.Sevilla
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