De Madrid al cielo

lunes, 16 de noviembre de 2009

Esta es buena. Una excursión por Madrid, bocadillo en mano, por el eje viario más importante de la ciudad, la gran avenida que forman los paseos de El Prado, Recoletos y la Castellana. Un recorrido de 8 kilómetros, antiguo cauce de un arroyo llamado Fuente Catellana, que diametriza la M-30 y que acoge en su ribera los principales edificios y museos de la ciudad.

El paseo del Prado empieza en la glorieta de Atocha, que en verdad se llama de Carlos V. Empezamos bajo tierra, en la estación
de trenes, que acoge el monumento a
las víctimas del 11-M, mucho más impresionante en su azulada sala interior que en su horrenda chimenea de cristal externa. Alrededor de la plaza se levantan también el Ministerio de Agricultura y el Museo Reina Sofía de arte contemporáneo.


El paseo dirección norte nos lleva por un bulevar lleno de árboles, los del "No a la tala" de Tita Cervera. A la izquierda la sala de exposiciones Caixa Forum, que se sostiene milagrosamente en el aire, junto con el impresionante jardín vertical. Miramos derecha donde sabemos que se encuentran el Jardín Botánico y la pinacoteca más famosa, el Museo del Prado. Pasamos junto al Ministerio de Sanidad y Consumo y enseguida llegamos a la siguiente plaza.

Es la Plaza de Neptuno, donde el Atleti muy de vez en cuando celebra algo, rodeado de dos de los hoteles más lujosos, el Ritz y el Palace. Más adelante llegamos a la Plaza de la Lealtad, que recuerda a los caídos el 8 de mayo, donde también se encuentra la Bolsa de Madrid. Más museos en este tramo: el Thyssen (el de Tita) y el Naval, para acabar el Paseo del Prado en la siguiente plaza.


Es Cibeles, cita obligada en los triunfos del Madrid. La diosa está rodeada de edificios tan importantes como el Cuartel General del Ejército, Correos (que será el próximo ayuntamiento de Madrid), la Casa América y el Banco de España, y es el cruce de camino con la otra calle más larga de Madrid, la de Alcalá.




En seguida empieza el Paseo de Recoletos, que pasando por la Biblioteca Nacional y la sala de exposiciones Fundación Mapfre termina en la siguiente plaza, la de Colón, donde se halla la bandera de España más grande del mundo. Allí se encuentra el soterrado teatro Fernán Gómez, unos pedruscos dedicados al descubrimiento, y rodeando, el Museo de Cera y el primer gran edificio alto: las Torres de Colón. A partir de ahora empieza la castellana y vamos a tener que mirar para arriba.

Entramos en la zona financiera de Madrid. Se suceden bancos y rascacielos como el de Mutua Madrileña. Debajo de un puente hay una exposición permanente al aire libre de esculturas contemporáneas. Pasamos la Plaza de Emilio Castelar y la de Gregorio Marañón para encontrarnos con el Museo de Ciencias Naturales y el cubículo que está dedicado a la constitución de 1978.


La tortícolis empieza después de pasar los edificios de Nuevos Ministerios. Llega AZCA, el complejo de negocios más importante de la ciudad con sus impresionante rascacielos: el edificio BBVA, la Torre Picaso que con sus 157 metros de altura fue hasta hace poco la mayor altura de todo Madrid, y la Torre Europa. Era en esta zona donde existía un famoso Windsor que acabó calcinado.



El dolor de cuello se relaja para mirar a la derecha y llegar al Santiago Bernabeu, el campo del Madrid. Seguimos y pasamos el INE (que será desde nos llaman para hacer esas "interesantes" encuestas telefónicas) y llegamos a la Plaza de Cuzco, donde se empieza a divisar el final de nuestro camino.




Unos metros más adelante llegamos a la Plaza Castilla, casi ya a las afueras, famosa por sus inclinadas Torres Kio que hasta hace poco eran el símbolo de la salida de la ciudad. Hoy está eclipsada por un obelisco dorado aún en construcción, invención de Calatrava que cuando esté operativo hara girar sus 92 metros sin descanso. Y más adelante, como colosal final del paseo, las 4 torres del business area, los edificios más altos de todo el país.

Tres horas de paseo para conocer la zona más espectacular de toda la ciudad. Un recorrido muy recomendable de hacer a pie; aunque, la vuelta, por supuesto, la hice en metro.

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