Es una pena ir a trabajar a un lugar en el que no estás cómodo; y más aún si te encanta tu profesión pero no te dejan desempeñarla en las condiciones adecuadas. En nuestra visita al Centro de Control de Gavá en Barcelona, que controla todos los aviones que sobrevuelan el espacio aéreo mediterráneo, conocimos de cerca realidades de controladores cansados de soportar una presión laboral innecesaria y de aguantar las vejaciones injustas de una opinión pública manipulada por las mentiras que el gobierno les ha querido vender.
El centro, el más moderno y equipado de España, consta de unas instalaciones de trabajo y descanso excepcionales. Se podría decir que da gusto ir a trabajar allí; de hecho, todos los controladores hablan maravillas de su puesto de trabajo. Pero, a raíz del decreto-ley impuesto por el congreso el 5 de febrero, que regula sin opción a negociación las condiciones laborales del sector, el ambiente ya no es el mismo. Una ley ilegal que, además, ha sido respaldada por la Audiencia Nacional quien en su sentencia ha llegado a afirmar sin pudor que los "derechos fundamentales de la Constitución no son absolutos". Pues mira que bien.
El decretazo, saltándose a la torera todas las leyes de las relaciones laborales, ha aumentado los horarios de trabajo un 50%, ha disminuido los periodos de descanso y ha reducido los salarios un 50% de media. Todo con la excusa del "cobran mucho y trabajan poco" y como razón de una deuda económica sin precedentes. Parece que empieza a primar más el ahorro económico que la seguridad de todos los pasajeros.
Porque lo que ha conseguido el decreto es que los controladores curren más, no hagan los descansos pertinentes y en consecuencia, presten menos atención a su pantalla radar donde nunca deja de aparecer aviones. Muchos de ellos han sufrido ataques de ansiedad, taquicardias o desmayos, pues la carga de trabajo ha aumentado sin control. Algunas torres pasarán a manos privadas, donde una empresa tratará de gestionar para obtener los beneficios que pueda. Algunos aeropuertos como La Gomera, El Hierro o Burgos serán vigilados por los AFIS, personas sin ninguna responsabilidad a la hora de gestionar el tráfico que manejen.
Así, puede que algún día ocurra lo que nadie quiere: un accidente aéreo. El señor Pepiño y su gobierno están jugando con fuego al dar prioridad a ganar dinero antes que la seguridad de los aviones. Aunque, si algo ocurre, está claro que siempre le podrán echar la culpa a los controladores.
Jugar con fuego
domingo, 18 de julio de 2010
Publicado por Lince, viajero de culo inquieto en 18:33
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