Las fiestas de San Pedo

jueves, 1 de julio de 2010

Once y media de la noche. Situados ante el mejor escaparate posible, sentados en la cornisa del mirador de la colina del castillo, justo delante de la Catedral de Burgos, los fuegos artificiales comienzan a tronar e inundan el cielo burgalés de líneas y tirabuzones multicolores y de ruidos estruendosos. Comienzan para nosotros las fiestas de San Pedro, las fiestas municipales que se celebran en Burgos cada final de junio.

La ciudad se transforma. Los burgaleses dejan en sus casas sus tradicionales bolsas y toman las calles de la ciudad, sin obviar la chaquetilla en mano pues, aunque a finales de junio, ya se sabe que en Burgos siempre termina refrescando. Por la noche, los grupos de jóvenes se agolpan en el nuevo paseo junto al Museo de la Evolución para hacer botellona en la orilla del río Arlanzón. Y en el centro, la gente se anima con los escenarios de las verbenas, los grupos de charangas o las batucadas.

Aunque la novedad que está causando furor es la tradición importada de Valladolid del concurso de tapas. Los principales bares de la ciudad disponen de una caseta de madera que se dispersan por las principales plazas del centro. Cada comercio ha de inventar una tapa fría y una caliente, que se venden junto con una bebida a un precio muy económico. El resultado es que te hinchas de comer y beber por poco dinero y con comidas tan sugerentes como "tubular relleno de salmón, crema de queso y ciruela con cucharilla comestible de morcilla y manzana, notas de flor de cactus y banana"... mucho mejor decir, "¡una de la caliente!".

De día, lo más típico de esta fiestas son las peñas de barrio, grupos de unas 50 personas que se caracterizan por llevar una blusa y unos pantalones de dos colores que definen a cada una de ellas. Las peñas cuentan con su propio desfile, desde Gamonal al centro, una especie de procesión donde no falta un automóvil tuneado con los colores de la peña, la charanga, carrozas que entran en un concurso y algún traje tradicional. Además, los peñistas van ofreciendo la bota de vino al público que los contempla. Una excusa buena para pillarse un buen pedo desde temprano.

También hay un desfile de gigantillos, gigantones y danzantes, y las típicas corridas vespertinas donde importa más lo borracho que estés en la grada que lo que suceda en el coso. Si al final, todas las fiestas redundan en lo mismo.

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