De vuelta del desierto conducía abstraído en ese tipo de pensamientos que vienen y van (como bien diría Fito) cuando vas al volante de un coche, cuando nos cruzamos con una de tantas personas que te encuentras en medio de la nada por las carreteras marroquíes. Pero en esta ocasión se trataba de una niña acompañada del que podía ser su hermano pequeño. Vestían ropas haraposas y nos hacían gestos pidiendo agua.
Decidimos parar y me bajé para trasvasar algo de la garrafa que llevábamos en el maletero. Con pulso firme llené su botella pero ante mi sorpresa a la mitad me dijo que parara y comenzó a pedirme insistentemente otras cosas, como pan o "un stylo" (bolígrafo). Abrí de nuevo el maletero y les di un pan pero ambos comenzaron a husmear dentro y pedir ropa para continuar pidiendo dirhams. Su ansia de pedir no cesó y tuvimos que apurarnos en cerrar las puertas y marcharnos rápidamente de allí. Arranqué el motor con una sensación muy agria, pues habíamos intentado ayudar a aquellos pequeños pero parecía que nuestro gesto no les reportó ninguna satisfacción.
Y al alejarnos de allí me pregunté si aquella joven alguna vez sería feliz.
La joven del agua
miércoles, 28 de noviembre de 2007
Publicado por Lince, viajero de culo inquieto en 0:18
Etiquetas: 004.Gentes, 300.África, 310.Marruecos
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