Sevilla es una ciudad especial para muchas cosas; todos los acontecimientos se suelen vivir con mucha intensidad, y por supuesto la inauguración de un transporte público tan costoso como el metro no podía ser menos. La solución para muchos de las congestiones de tráfico en el centro y periferia de la ciudad ha tenido una acogida masiva y, desde los ojos de un lince viajero, ha dado lugar a situaciones nunca vistas.
Ha sido el proyecto más esperado. De hecho, nunca había visto que se tardasen más de 30 años en terminar la primera línea, desde la idea inicial de los años setenta a los parones por las supuestas críticas condiciones del subsuelo sevillano (repleto de agua... como si no hubiera islas con líneas y líneas de metro subterráneo). La reactivación de la iniciativa en 1999 vivió un retraso tras otro hasta su inauguración oficial hace justo un mes. Eso sí, con 5 de las 22 estaciones cerradas.
Ha sido el proyecto más accidentado. De hecho, nunca había visto tantas y tantas incidencias desde los rallies de Carlos Sainz. Una tuneladora que pierde aceite, los túneles que se desvían unos metros de su trazado original, una viga que se desploma sobre la SE-30 y el colmo unos días antes de la supuesta puesta en marcha: un quiosco que es engullido de repente creando un socavón de 6 metros en la Puerta de Jerez.
Ha sido el proyecto con mejor acogida. De hecho, nunca había visto que, en sus primeros días, los usuarios de las paradas intermedias no se pudieran subir al vagón porque la gente no se bajaba en ninguna estación: cogían el metro en las cabeceras y de ahí no se apeaban hasta que volvían a su casa. El recorrido completo ida y vuelta. Ir de excursión al metro. Las colas para entrar, en los días de Semana Santa, salían de la estación y daban la vuelta a todo el edificio. Ni Madonna había creado tanta expectación.
Ha sido el proyecto que más ha dado que hablar. De hecho, nunca había visto tanta disparidad de criterios: que si nadie entiende cómo se saca el billete, que si no hay bancos en las estaciones, que si es muy moderno y limpio, que si las mamparas de seguridad son un acierto, que si el vagón es muy chico, que si los diseños de Vittorio y Luchino de los asientos son una pasada, que si va muy lento, que si las estaciones están muy lejos... El caso es hablar de él. Pero todos lo han cogido.
Ha sido el proyecto más peculiar. De hecho, nunca había visto situaciones como la del otro día volviendo de la Feria, cuando el tren repleto se detuvo unos metros después de arrancar en Blas Infante. El conductor, micrófono en mano, soltó una parrafada que no podía haber ocurrido en ningún otro lugar del mundo: "A vé, er grasioso que haya tirao de la palanca de emergensia, que la vuerva a poné en su sitio; ¡o de aquí no nos movemo hasta mañana!". No pude evitar una sonrisa. Primero, porque en ningún momento pensó que a lo mejor se tiró de la palanca porque hubiera una emergencia de verdad. Y luego, por la formalidad del protocolo de actuación: ni advertir que eso es una falta grave, ni amenazar con que venga la seguridad... todo muy de andar por casa. Inigualable.
Pero, sea lo que fuere, el metro ya está aquí para el disfrute de todos. Y que dure.
Lo nunca visto
miércoles, 6 de mayo de 2009
Publicado por Lince, viajero de culo inquieto en 23:16
Etiquetas: 003.Transporte, 100.España, 110.Andalucía, 113.Sevilla
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2 comentarios:
me ha encantado la entrada q risa con lo del conductor, GENIAL!! aun no lo he provado yo. pero ya va siendo horaa.... muchos besos
rota
jajajaja! que bueno lo del conductor!!yo después de mi primera experiencia fallida lo volví a coger ayer, y la verdad es que la cosa ha mejorado. Pero bueno, se puede seguir sacando faltas,jejeje!
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