Ver lo invisible

miércoles, 13 de mayo de 2009

La astronomía. Siempre me ha gustado mirar al cielo, ver las estrellas, preguntarme la distancia a la que están, o si la luz que estamos viendo es la de una estrella viva o muerta, si eso tan grande será un planeta, qué habrá ahí fuera que no vemos, o cómo puedo verlas si están tan lejos... Son tantas las preguntas y a veces tan pocas las respuestas. Eso es quizás lo que haga de la astronomía una ciencia tan interesante. Un par de visitas a dos observatorios astronómicos me han hecho acrecentar la admiración por el cielo.

Observatorio astronómico de Cantabria, Valderredible. Situado en medio de la nada, justo en la frontera entre Burgos y Cantabria, en lo alto de la gran llanura del páramo de la Lora. Alejado de toda luz artificial, es un lugar ideal para la observación de cuerpos celestes. Nada interfiere entre tus ojos y el cielo. El observatorio organiza visitas gratuitas, nocturnas y, para mi sorpresa, diurnas. Nuestra visita era a las cinco de la tarde y su experto personal nos dio la oportunidad de comprobar que las cosas están ahí aunque no las veamos.

Nos subieron a la segunda planta del observatorio donde una gran cúpula de 4 metros de diámetro coronaba la sala. En medio, un gigantesco telescopio al que se accedía por unas escaleras demandaba nuestra atención. Antes de poder utilizarlo, una de las personas del centro nos estuvo explicando algunos conceptos básicos de la astronomía. Pero enseguida pasamos a la acción. Nuestro guía puso una lente de 10 cm y nos dijo que nos preparásemos para ver el sol. Siempre es peligroso dirigir los ojos al astro rey, pero eso colocó un filtro a través del cual obervamos una especie de ostia consagrada de una redondez perfecta. A continuación, un nuevo filtro rojo que nos desveló algunos secretos que nuestro sol esconde: tiene unas manchas que corresponden a zonas frías que no mantienen la temperatura global de la estrella (aunque me gustaría saber a qué se llama "fría" en un astro que está a 5.000 grados de temperatura), y de su perímetro se desprendían unos hilillos, correspondientes a protuberancias en su forma. Después, una lente más ancha, de 40 cm, nos permitió llegar más lejos (a 25 años luz) para divisar Vega, una de las estrellas más cercanas al sistema solar. Se trata de una de las objetos más brillantes del cielo, aunque nunca imaginé que podría llegar a verla en pleno día.

Observatorio astronómico de Cardeña, Córdoba. En el paraje natural de la Sierra de Montoro y Cardeña, el pequeño municipio que da nombre al parque tiene, en su parte más elevada, un observatorio referencia en Andalucía. A pesar de no estar totalmente aislado, no existen grandes núcleos de población cerca luego las observaciones son excelentes. En esta ocasión la visita fue nocturna, junto con uno de los grupos de escolares de las Aulas Viajeras de la Junta, aunque me comentaron que también está abierto al público en general para visitas puntuales.

Lo más llamativo de la visita fue que, gracias a la buena temperatura, pudimos subir a una azotea desde la que el guía en cuestión nos estuvo explicando las principales constelaciones del cielo. Para ello, utilizó un puntero láser especial, de una potencia específica para este uso, pues su rayo verde llegaba tan lejos que tocaba los puntos brillantes del firmamento. El guía me comentó que para poder usar esta herramienta hay que tener un permiso especial, pues apuntar a los ojos con él puede ser bastante peligroso. Acto seguido, nos metimos en la cúpula que alberga el telescopio y, tras mostranos las Pléyades, nos dio la sorpresa de enfocar a Saturno. Fue una sensación muy especial ver otro planeta, no en foto ni en la televisón, sino allí, en vivo y en directo. De color blanquecino con un filtro especial, se observaban perfectamente sus anillos, y unos puntos negros que, según nos dijeron, correspondían a las sombras que dejaban sus lunas. Tan lejos y tan cerca. Algo que está a millones de kilómetros de distancia visto a golpe de telescopio. Impresionante.

Observar el firmamento es un lujo gratuito del que las grandes ciudades nos han privado. Por eso, estas visitas son tan especiales. Aunque no podré evitar siempre que pueda tumbarme en el campo una noche bien abrigadito a ver qué nuevo espectáculo me brinda el cielo.

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