En Munich, la ciudad más importante del sur de Alemania, comimos en un bar de lo más típico. Al norte del lugar más ilustre de la ciudad (la Marienplatz, el centro neurálgico) callejeamos hasta encontrar una pintoresca plaza llena de refinados bares entre los que se encontraba la Hofbräuhaus. Acudí a él un poco receloso, pues lo recomendaba mi guía a sabiendas de que era un sitio clásico de reunión de guiris (aún no me acostumbro a asimilar que ahora también lo soy yo) al estilo de la Carbonería en Sevilla. Pero la experiencia fue sumamente satisfactoria.
Al entrar, nos encontramos con un amplio espacio lleno de alargadas mesas con sus respectivos bancos. Todas estaban ocupadas, aunque en una de ellas sólo había un hombre mayor sentado. Sabíamos que en Alemania es normal compartir mesa con desconocidos, así que no nos sorprendió la amabilidad con la que el senor nos acogió. Era alemán, y nos dio algunas recomendaciones sobre la cerveza que debíamos tomar y las comidas más típicas de la región (cómo no, salchichas, hervidas en esta ocasión, y un poco de carne banada en salsa de cerveza).
La Hofbrähaus, a pesar de estar llena de extranjeros, es un lugar de reunión de la gente de la zona de Baviera, quienes no dudan en ponerse sus trajes tradicionales de tiloreses para encontrarse con sus paisanos. Nuestro amigo alemán nos comentó que se reunen todas las semanas (ese día era domingo), y alzando un poco la vista comprobamos que en la mesa de al lado la indumentaria de tres personas no eran los clásicos vaqueros que todo el mundo lleva en Alemania; al contrario, eran tiroleses, con sus clásicos gorros verdes, camisas blancas con tirantes y pantalones cortos (aunque haga muchísimo frío). Uno de ellos llevaba incluso el típico bigote de color gris con las puntas alargadas y en forma de espiral.
Allí estaban, bebiendo cerveza en jarras de litro (que aún no he sido capaz de pedir -me conformo de momento con la de medio litro) y disfrutando al son de una banda de música tirolesa que tocaba unas canciones muy divertidas (con instrumentos de viento y percusión) y que animaba a la gente a beber a la voz de "Ein, zwai, suffe" (algo así como: "uno, dos, y a beber"). El bar estaba repleto de tiroleses y me llamó la antención una senora perfectamente ataviada para la ocasión que, golpeando su mesa con dos cucharas de madera, podía con naturalidad seguir la melodía de las canciones. Nuestro amigo alemán, cuyo ritmo de beber cervezas era imposible de mantener, nos comentó que esa mujer siempre aparecía por allí y ocupaba el mismo lugar.
Las camareras también iban vestidas conforme al estilo tirolés (con sus faldas y apretadas vestimentas); algunos jóvenes pasaban vendiendo los clásicos "Pretzels" (un pan en espiral algo saldado que se toma a todas horas) que sostenían en sus manos; y lo que más me llamó la atención fueron unas taquillas especiales, con forma de jarra de cerveza, en la que los clientes habituales podían guardar bajo llave su recipiente favorito (todo el mundo sabe que la cerveza hay que beberla en su vaso adecuado).
Todo de lo más típico, pero yo salí encantado. Ahora entiendo algo más a los guiris que visitan la Carbonería.
1 comentarios:
Me hacen un montón de gracia esos trajes, verlos en persona tiene que ser super guay; yo me tengo que conformar con seguir acordándome del capítulo de los simpsons en el que salen...jejejejej qrisa.Lo mejor es haber podido ver al hombre del bigote acabado ene spiral, qarte.
No bebáis mucho eh!!! Besitos y carpe diem!
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