Me encanta Tübingen. Creo que lo he repetido a diario durante el mes que he pasado allí. La ciudad de la eterna sonrisa, que la lleva explícita incluso en su propio nombre (ya no puedo evitar ver siempre la carita sonriente en su segunda letra). No es de los lugares más conocidos de Alemania, pero es sorprendente. De un tamaño pequeño, conserva el encanto de una ciudad medieval que afortunadamente no notó los efectos de las bombas en las guerras sobre el país germano. Conserva muchos edificios de hace 500 años y, desde las vistas que ofrece el mirador de su castillo, se observan los escarpados tejados de teja roja de sus casas, similares a una cordillera montañosa de afilados picos (en invierno y con nieve el parecido debe ser asombroso).
Si por algo es conocida Tübingen en Alemania, es por su universidad, la segunda más antigua del país después de la de Heidelberg. Es por ello por lo que 23 mil de sus 80 mil habitantes son estudiantes, lo que la convierten en la ciudad con una media de edad más baja de toda la nación. Por sus calles, llenas de jóvenes, se respira acción. Hay miles de carteles o folletos con actividades de todo tipo (teatros, talleres, conciertos...) y existe cierto tono reivindicativo, que no deja escapar al mismísimo poeta Goethe con una placa que lo critica.
Salvo el 1 de mayo (con una gran manifestación a veces un poco alterada), es una ciudad muy tranquila. Es una delicia pasear por el centro peatonal o tomar un helado sentados en el murito sobre el río Neckar. Y para desplazarse, no existen atascos: apenas hay coches, las bicicletas invaden las calles y los transportes públicos cumplen a la perfección su cometido.
Además, tiene otras cosas muy curiosas. Aún se puede hacer botellona en la plaza del ayuntamiento (aunque allí son reuniones bastante menos ruidosas que por estos lares); tiene 4 ríos (uno de ellos forma un canal tipo veneciano que vertebra el centro de la ciudad); y a los coches se les puede poner la matrícula que se quiera, siempre que empiece por Tü y esté libre (con lo que da pie a curiosos juegos de palabras).
Por todo ello, es difícil no escapar de Tübingen con una sonrisa en la cara.
La ciudad de la sonrisa
martes, 20 de mayo de 2008
Publicado por Lince, viajero de culo inquieto en 1:34
Etiquetas: 000.Generalidades, 200.Europa, 210.Alemania
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2 comentarios:
Aber wahr!!
jejejejejeje
Pura coincidencia :)
Anda exagerao,.... Si la manigestación aquella no fue nada,... Lo mas peligroso fue un hippy que se subio a un tejao, mientras la policia se reia y le decia que bajara,....
Los Conservadores llevaban Velitas, solo les faltaba la Virgen,....
Tübi tranquila era pero un poco de moviminto de vez en cuando no viene mal,....
Un abrazo
Ibai
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