El desastre de Ulm

domingo, 8 de junio de 2008

La ciudad de Ulm ha visto nacer a un genio de la física universal: Albert Einstein. Sin embargo, me parece mucho más interesante la historia de Albert Ludwing Berblinger, otro vecino de Ulm que intentó ser un adelantado a su tiempo haciendo posible el sueño humano de volar pero que, al contrario que Einstein, fracasó en su iniciativa.

Berblinger era satre de profesión pero no de vocación: su padre era inventor y desde pequeño se interesó por las posibilidades que le aportaba la mecánica. Su ingenió se demostró pronto cuando fabricó unas prótesis para ayudar a caminar aquellos que les faltaba una pierna. Pero su mayor ambición era la de construir un aparato capaz de volar.

Así, invirtió grandes sumas de dinero en construir su sueño con, según dicen, restos de madera, espinas de pescado, seda y cordones de seda. Su idea se asemejaba a la de los planeadores actuales, que no llevan motor y se deslizan desde una altura determinada hacia la tierra.

Pero el sastre de Ulm desconocía las leyes térmicas que le ayudarían a planear. Por eso, en 1811, con toda la ciudad reunida para contemplar su vuelo, su idea se tornó en desastre y el aparato volador se precipitó desde una altura de 19 metros a las aguas del Danubio. Menos mal que no le dió por tirarse desde lo alto de la torre de la catedral. La popularidad de Berblinger se hundió al mismo tiempo que su invento, y a partir de entonces, sin una clientela que confiase en él, vivió en la miseria y murió pobre.

Un final injusto para un hombre, precursor de la aviación, que intentó sin éxito algo que no consiguieron hasta 92 años después los hermanos Wrigth cuando realizaron el primer vuelo con motor. Alguien que, como calificó Max Eyth en una novela dedicada a su figura, fue "un hombre del siglo veinte que nació demasiado pronto".

2 comentarios:

I-bai dijo...

Aun no existia "Clear to Take off rwy 30, winds 310/15knt",....

Lince, viajero de culo inquieto dijo...

jeje que arte