La estrella de tres puntas

viernes, 13 de junio de 2008


Tenía ganas de inaugurar la etiqueta "Museos" en mi blog, y no se me ocurre mejor inicio que el que se enmarca dentro del vanguardista edificio de la fotografía. Se trata del museo de Mercedes-Benz, en Stuttgart, la capital mundial del automóvil (porque además de estar por todas partes inundada por el símbolo de la estrella de tres puntas, también ostenta la fabricación de los Porshe). Más que un museo de una marca de coches concreta, es un repaso a toda la historia de la automoción, desde sus orígenes en 1880 cuando Gottlieb Daimler y Karl Benz, ambos por separado y sin conocerse de nada, inventaron el motor de combustión interna que daba autonomía a los carros tirados por caballos que hasta entonces existían. Curiosamente, Daimler maquinó sus ideas en el barrio donde hoy se ubica el museo.

Personalmente, nunca me ha intesado en exceso el mundo del automóvil ni soy un entendido, pero este museo me fascinó. Por su espectacular diseño exterior y por su contenido. Se empieza por arriba, desde la planta octava, y se va descendiendo por rampas hasta la planta baja siguiendo en la exposición un orden cronológico desde el primer automóvil que se creó hasta los modernos Fórmula 1 (que tan mal augurio le supusieron a Fernando Alonso el año pasado).

Los diseños antiguos son fascinantes, por su simplicidad y belleza. Según se avanza en el tiempo, los coches van adaptando formas más parecidas a las actuales, con ruedas gruesas, puertas y capotas. Los cambios son más faciles de entender cuando se contextualizan en su época, por eso el museo informa con paneles de los hechos históricos más importantes que ocurrieron en el mundo mientras se va cambiando de sala. Por eso me enteré, por ejemplo, de que parte de culpa del "boom" del automóvil vino motivada por la gran oportunidad que le dio la Exposición Universal de París de 1889 para publicitarse (por la que se inauguró también la torre Eiffel); o que ambos inventores fusionaron sus empresas en 1926 para afrontar la crisis económica mundial de los años 20 (aunque Daimler cedió su nombre por el de su hija Mercedes para la nueva marca, que pasó a llamarse Mercedes-Benz).

Hay vehículos de todos los tipos: autobuses, guaguas, ambulancias, camiones, aviones, coches de policía... Para ver completo el museo harían falta al menos 4 horas, aunque es cierto que las últimas salas me interesaron menos, en las que abundan los coches más modernos. Pero todo ese tiempo se queda corto, incluso para mí que como dije no soy un gran fanático. Me acordé mucho de ingenieros como Guepardo o flipados del motor como Lobote, que hubieran disfrutado muchísimo durante esta visita.

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