A vista de campanario

lunes, 2 de junio de 2008

Uno de nuestros pasatiempos favoritos en Alemania fue el de coleccionar torres de iglesia. Ya fueran protestantes o cristianos (ambas religiones son igualmente seguidas por todo el país), cada templo nos ofrecía una nueva oportunidad de aumentar nuestra colección y de disfrutar de una panorámica sin igual sólo reservada en principio a las aves. Cada subida suponía un nuevo reto, y en cada ciudad nueva que visitábamos la conquista del campanario se convertía casi en una obsesión, tanto más cuanto mayor era la altura.

Munich. En la capital de Baviera no pudimos escalar su majestuosa catedral pero pudimos verla desde la torre de la iglesia de San Pedro, la más antigua de la ciudad. Por su estrechísimo cuerpo ascienden 306 agotadores escalones que nos hicieron jadear al llegar a la cima. Un estrecho pasillo rodea la cúspide y el magnífico día de sol nos permitió ver al sur los Alpes, nevados, formando un interminable telón de fondo blanco. Casi se podían tocas las rojas tejas de la catedral y fuimos testigos de excepción, casi a su ras, de las figuritas de la torre del ayuntamiento, que danzan mecánicamente al ritmo de la música.

Constanza. Limitando con Suiza (sólo hay que cruzar una barrera que por supuesto pasamos) se encuentra esta ciudad que no tiene mar aunque el inmenso lago que la baña dé esa impresión (el lago Constanza es el más grande del país). Desde la torre de su catedral, hecha de una pulcra piedra color gris, fuimos incapaces de poner límite a la parte sureña del lago (que en realidad es un ensanchamiento del río Rin), aunque supusimos que acabaría antes de la cordillera alpina que nuevamente se veía, mucho más cerca que desde Munich. Los edificios, antiguos en su mayoría, tuvieron la suerte de no sufrir las consecuencias de la guerra mundial y se conservan tal cual.

Heidelberg. Su iglesia principal, en el centro de la ciudad, tiene multitud de puestos turísticos en sus bajos. Dedicada al Espíritu Santo, es de carácter protestante y su característico color rojo proviene del material utilizado en su construcción, arenisca roja. Desde la torre vimos que, por su color, el famoso castillo de Heidelberg se construyó con la misma pieda que la iglesia. Al norte fluía el Neckar, de una anchura considerable comparada con la que tiene al pasar por Tübingen. Y al sur, los edificios de la universidad, que han hecho famosa a esta ciudad por ser la primera de todo el país en crear esta institución escolástica en 1386.

Tübingen. Subir a la torre de la Stifskirche fue realmente complicado, y eso que vivíamos allí. No fue hasta el tercer intento cuando el ingreso estaba permitido (aunque luego nos enteramos que sólo abría de viernes a domingo). Es curioso porque la torre está en el frente de la iglesia; sin embargo, el acceso se halla en la parte del altar, al otro lado, por lo que hay que cruzar toda la iglesia por encima y se ven todos sus entresijos. Desde arriba, los triángulos isósceles de los tejados rojos, muy juntitos; el castillo, el ayuntamiento, y el Neckar al sur que seguirá su curso hasta Heidelberg.

Ulm. La subida más esperada de todas: la catedral de Ulm cuenta con la torre eclesiástica más alta del mundo, 161,53 metros. Tardamos más de media hora en subir, con varias paradas ya que no es fácil subir de un tirón 768 escalones. Desde arriba, la vista es realmente impresionante. El Danubio, a sus pies, parece un arroyo; las personas, en la plaza, hormigas; y los coches, Micromachines. Es extraño pensar para qué necesitaría esta ciudad tan pequeña una atalaya tan elevada, aunque quizás sus motivos fueran similares a los de Merthin en Un mundo sin fin.

Friburgo. La última torre que consquistamos fue la de Friburgo, con su catedral cristiana de bella arenisca roja. Como no podía ser menos en la urbe con más horas de sol de Alemania, el despejado día nos obsequió con bonitas vistas del mercado en la plaza (con aires medievales), de los canalillos de agua que corren por las calles, de sus espacios verdes o de sus numerosos tranvías (porque, además, Friburgo es la ciudad más ecológica del país). No logramos llegar a sus 115 metros de altura por obras de restauración; mejor, así volvemos de nuevo.

Sin duda, una colección muy completita que nos permitió desde arriba verlo todo mucho más claro, como dice la canción de Jan Delay (Klar).


2 comentarios:

Hanah M. dijo...

¿te acuerdas del almuerzo en la torre de Freiburg con el bosque de escaparate?

:)


sin lugar a dudas la mejor foto en el minuto 1'55 :D en Heidelberg.

un abrazo culo inquieto

Hanah M. dijo...

Perdón, nada de bosque... con la selva negra de escaparate!