Tocado y hundido

sábado, 6 de diciembre de 2008

Tocado y hundido te quedas después de circular en coche por Madrid, un deporte de altísimo riesgo no apto para conductores foráneos. El día que llegué con mi Focus, todo iba muy bien desde Sevilla hasta que me metí en la M-40 (una de las muchas circunvalaciones de la capital). La entrada no fue complicada, aunque hay que estar muy atento a los carteles que te guían por el laberinto de carreteras de múltiples carriles que te rodean por todos lados.

Una vez en la circunvalación y superado el problema de ubicación en la vía correcta, nos enfrentamos al segundo obstáculo: la agresividad de los conductores. En Madrid hay que tener un cuidado enorme, pues parece que cobran impuestos por usar el intermitente (casi nadie te avisa de sus giros) y los cambios de carril son muy bruscos (se meten en cualquier espacio por pequeño que sea).

A este riesgo de colisión hay que sumarle una tarea simultánea muy importante: leer (o más bien interpretar) los carteles. Por la M-40 los carteles parecen el Hundir la Flota, pues no hay más que números y letras por todos lados (que si la R-4, que si la A-3, que si la M-12) sin indicación de a dónde te conducen esas carreteras. Así, mientras trataba de esquivar a los "Alonsitos" de turno y de seguir a mi compañero Jesús que iba delante con su coche, tuve que analizar e interpretar qué querían decirme los carteles: las letras y números de arriba es la vía por la que vas (M-40); las siguientes líneas, si además del Hundir la flota aparece un nombre, es la salida más próxina que corresponde (M-21 San Fernando); por último, un galimatías de números y letras que te indican las futuras salidas de la carretera (hay que avisar con tiempo). A ella hay que sumar que el cartel suele llevar acoplado uno anexo a él con información de la salida inminente (de características similares).

Por supuesto, tenía que ocurrir: nos perdimos. Nos pasamos la salida a nuestro barrio y tuvimos que dar la vuelta, pero luego la vuelta te dejaba en otra carretera. Preguntamos, pero nadie sabía dónde estaba la Alameda de Osuna (¿?). Lo más gracioso es que en los carriles de salida de las carreteras (carril de decelaración) yo siempre dejo un hueco (de seguridad) para no chocarme con el de delante; pues aquí en Madrid, a la mínima que dejaba ese margen con el coche de Jesús, se me colaba uno. Yo cometía el mismo error (perdón, la misma prudencia) y se me colaba otro. Total que antes de salir a otra carretera ya tenía varios coches entre el de Jesús y el mío.

Finalemente, apareció un milagroso cartel con el nombre de nuestro barrio y yo, que aún no sé cómo he podido llegar a la Alameda, no he vuelto a sacar el coche de aquí (por si acaso no sé volver). El Focus aparcadito, pero también tocado y hundido... tocado por alguien que lo rozó y un pelín hundida la carrocería. Por suerte el que lo hizo me dejó una notita. Menos mal. La buena gente de la Alameda.

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