La naturaleza no deja de sorprender. Uno cree que ya ha visto de todo y, de repente, se encuentra con lugares como los Mallos de Riglos, en la provincia de Huesca. En medio de un precioso valle, vertebrado por el aturquesado río Gállego, y en la ladera de una montaña, se elevan sin más unas inmensas cuasi verticales paredes de roca color anaranjada, o rojiza, que parecen colocadas "ad hoc" por un amante del dibujo como telón de fondo del pintoresco pueblo de Riglos que se asienta a sus pies.
En efecto, los mallos, por su enclave, sus formas redondeadas, su incalculable altura, sus crestas suaves y su disposición nos pueden hacer pensar en un elemento decorativo artificial. Pero estas rocas no tienen nada de mentira; al contrario, son muchos los estudios que han intentado explicar su evolución geológica. Las conclusiones son difíciles de entender (al menos para mí), lo que contribuye a acrecentar un halo de misterio en torno a los mallos. Lógicamente, el viento y el agua y el material del que están compuestos han colaborado en la formación de esos recovecos tan característicos que han servido para dar nombre a cada uno de ellos (El Puro, Visera, Cuchillo...), pero a raíz de ahí me pierdo. Como a la hora de adivinar su elevación. Hablan de 300 metros, de 150 metros... da lo mismo, impresionan por sí solos.
La palabra "mallo" es de origen aragonés, y se utiliza para referirse a este tipo de paredes verticales. Desde Aragón el término se ha internacionalizado, pues este lugar, entre los escaladores, se ha convertido en uno de los puntos de referencia a nivel mundial. No es raro encontrar practicantes de la escalada o el rapel afrontando con esmero la ardua tarea de ponerse cara a cara con el mallo. Incluso el pasado día, en pleno junio y a las 3 de la tarde, comprobamos cómo algunos valientes desafiaban el intenso calor y se pasaban horas tratando de hacer cumbre. Diminutos puntos perdidos en el inmenso mallo, con un avance lento pero seguro, desafiando al sol, a la gravedad y al vértigo. Sencillamente espectacular.
Los mallos, según he visto en Youtube, también sirven para los amantes del salto base (un brinco hacia el vacío con la única ayuda de tu paracaidas), lo que de haberlo visto en directo me hubiera quitado el hipo de por vida. Yo me conformaría con dar una vuelta a su alrededor por el sendero que se ha habilitado para poder contemplarlos de cerca, pues los mallos, desde abajo, también se ven muy bien.
Los mallos en junio
domingo, 14 de junio de 2009
Publicado por Lince, viajero de culo inquieto en 15:58
Etiquetas: 001.Naturaleza, 100.España, 160.Aragón, 162.Huesca
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