Piruetas en el aire

lunes, 8 de junio de 2009

Todos los domingos primeros de mes el Aeródromo de Cuatro Vientos cierra su servicio de vuelos visuales para organizar una exhibición aérea de aviones antiguos de entre su colección de piezas que conserva en su museo permanente. Ayer fue primer domingo de mes y algunos de la clase con el wikipédico Iñaki a la cabeza fuimos a disfrutar del espectáculo.


La muestra está organizada por la Fundación Infante de Orleans, que homenajea en su nombre al primer piloto español de la historia, un hito en la historia de la aviación militar española. Su entorno, el aeródromo de Cuatro Vientos, con un acceso recóndito por la falta de paneles informativos, aunque trás más de un "perivoltio" buscando la entrada de la carretera de La Fortuna dimos con la clave para encontrarlo.

Nada más entrar nos topamos con las avionetas que formaban parte de la exhibición estática. Como si de una retransmisión deportiva se tratase, un speaker narraba la historia de cada avión, al más puro estilo Antonio Lobato. Acompañado de sus historietas y complementado con las apreciaciones de Iñaki, vimos verdaderas obras de arte, aviones testigos del pasado y reflejo de la historia del mundo de la aeronáutica. La aviación surgió con fines militares, y las primeras avionetas fueron usadas en las I Guerra Mundial como arma de ataque a las tropas enemigas. La colección data sus piezas desde 1925 hasta 1967, avionetas originales en su mayoría restauradas que permiten seguir una evolución lógica de la tecnología de la aviación: unas primeras avionetas biplano, con cables que unían las alas, monomotores de pistón y revestimientos de tela y una cremallera para abrirlos, a otras algo más avanzadas, con motores más potentes y trenes de aterrizaje fijos pero carenados.

Enseguida comenzó la exhibición de vuelo. El viento y las nubes no impidieron que estas rudimentarias máquinas surcaran los cielos ante la expectación de todos. Una tras otra, fueron despegando de la pista 28 del aeródromo, y algunas en solitario y otras en formación, fueron pasando una y otra vez sobre nuestras cabezas, con su traqueteo característicos de sus obsoletos motores. Pero la sorpresa se reservaba para el final. El campeón del mundo de acrobacias aéreas, subido a una avioneta especialmente diseñada para dar piruetas en el aire (y curiosamente patrocinada por SENASA), acude mensualmente a la exhibición para disfrute de los presentes. Ramón Alonso, que así se llama, es el Fórmula 1 de la aviación, y animado por los comentarios de Antonio Lobato, saludaba a los espectadores antes de su espectáculo. Y no era para menos. Un ascenso vertiginoso daba pie a todo tipo de actuaciones insólitas que desafiaban todas las leyes de la Física: avioneta en vertical, parada en el aire, tirabuzones hacia arriba y hacia abajo, vuelo bocabajo y oblicuo, una vuelta tras otra que causarían vómitos a cualquier mortal. Pero no al campeón, que descendió triunfante ante los aplausos de todos, y ante mi atónita mirada tras comprobar que todo lo estudiado hasta ahora puede tener excepciones.

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