Montaña rusa de río

martes, 16 de junio de 2009

Huesca es un paraíso para los deportes de aventura. Alpinismo, kayaks, rapel, escaladas, rafting, barranquismo... de todo para todos en entornos naturales de ensueño, con ríos con abundante agua y valles espectaculares. El lugar propicio para conocer uno nuevo: el Hidrospeed.

Esta modalidad de descenso de río me ha gustado por encima de muchas otras, como las aguas bravas o el rafting, pues es sentir el curso del agua como si formases verdaderamente parte de él. Es fácil y accesible, pero no deja de tener su punto de riesgo que le hace formar parte de los deportes de aventura. Te equipan con un neopreno especial, reforzado en las articulaciones para prevenir los seguros golpes contra las rocas de los ríos. Al chaleco y el casco se suman las aletas como elemento fundamental para el impulso en el agua, y el hidro trineo. Esta herramienta es una especie de tabla de body surf gruesa, de un material de alta flotabilidad sobre la que se apoya el cuerpo y en la que se meten las manos que ejerecen de timón de la "embarcación". Y ya está: a dejarse llevar por el río.

Aunque la cosa no es tan fácil. Nosotros elegimos la empresa Ur, en el pueblo de Murillo de Gállego. Allí nos propusieron un descenso de 5 kilómetros por el río Gállego, que en aquel momento se encontraba óptimo para esta actividad (hay que pillar el río con un volumen de agua determinado, porque muy por encima o por debajo de los límites hacen imposible su realización). Debido al fuerte calor, sus frías aguas fueron un gran alivio. Las primeras lecciones son de adaptación al hidro y de aleteo, que aumentan mi fama de patoso. No es tan sencillo como parece.

Enseguida comenzamos el descenso. Los tramos de rápidos se suceden uno tras otro, y las emociones aumentan. Los giros del hidro son fundamentales para coger bien las curvas y no volcar arrastrados por la corriente. El camino se convierte en un continuo sube y baja entre las olas que hacen poner el hidro casi en vertical. Los meandros del río aseguran la aventura y cada recoveco es un reto. Hay que tratar de esquivar las piedras aunque los golpes, si bien leves, son inevitables.

Algún remanso permite descansar y disfrutar del paisaje. Nos encontramos con el valle del río Gállego, cruzamos por debajo del Puente de Carcavilla y a nuestra izquierda nos acompañan por siempre las vías del famoso tren de montaña Canfranero. De fondo, los inmensos Mallos de Riglos.

La tranquilidad dura poco y la corriente del río se vuelve de nuevo vertiginosa. Nuevas olas, nuevos desniveles, y alguna cascada sobre nuestras cabezas para refrescarnos aún más. Ya se le va cogiendo el truco al hidro y es más cómodo controlarlo. Después de más de una hora descenso, llegamos al final. Se hace corto pero el cansancio se nota. Al fin y al cabo, no es sólo dejarse llevar por el río. Pero las agujetas del día siguiente no empañan el gran recuerdo de esta experiencia. Una montaña rusa de agua natural altamente recomendable.

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