Érase una muralla

martes, 21 de julio de 2009

Pero no una muralla cualquiera. En este cuento se trataba de la muralla mejor conservada de toda Europa, de un recinto inexpugnable a los ataques enemigos o al avance del tiempo, distante de Madrid a poco más de una hora y que se convirtió en una excusa perfecta para disfrutar de un agradable día en Ávila. El coche se deja extramuros en la misma cuesta que cada año los ciclistas de la Vuelta a España ascienden fatigados para ganar la correspondiente etapa.

La ciudad antigua queda dentro y las únicas entradas son 9 puertas hoy afortunadamente abiertas para poder pasear por su interior. Porque la muralla forma un rectángulo perfectamente cerrado con un perímetro de 2.500 metros y paredes que alcanzan los 12 metros de altura. Obstáculo insalvable para las huestes enemigas de los reyes cristianos allá por el siglo XII en el que fue construida, herencia de incalculable valor monumental para los turistas del siglo XXI. Impresiona su espléndido estado de conservación, la disposición ordenada de sus 88 torreones que forman curiosas estampas en perspectiva, y el característico perfil que le confieren las más de 2.500 almenas que intermitentemente se alternan una tras otra en su contorno.

La muralla es visitable y se pueden hacer recorridos por varios tramos en altura. Algunas partes no están acondicionadas y otras son inaccesibles, como aquella en que la muralla queda fusionada con la Catedral; pero merece la pena pasear por los 1.500 metros transitables. Unas empinadas escaleras que conducen a unas excelentes vistas de la ciudad, antigua y nueva, dentro y fuera, pasado y presente. Y colorín colorado. En Ávila fuimos felices y comimos... un enorme chuletón.

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