Segovia... y la cosa se complicó

sábado, 11 de julio de 2009

Una tranquila visita turística a Segovia puede, inesperadamente, convertirse en una magnífica oportunidad de descubrir múltiples aspectos de una ciudad que desconocía abiertamente. Un día es suficiente para curiosear esta pequeña capital de provincia, de unos 56 mil habitantes. Situada sobre un promontorio rodeado por dos ríos que se eleva sobre la gran llanura de en derredor, vista de lejos asimila la forma de un barco, con su impresionante Alcázar actuando de avanzadilla en la proa. Sin duda, una magnífica elección para comenzar la visita, pues este castillo nos da la bienvenida con sus picudas torres que recuerdan a los castillos de la Alemania profunda.

Después de comer en una de las múltiples zonas verdes de que dispone el centro, continuamos nuestro descubrimiento de Segovia por las apacibles calles del casco antiguo, con cuidadas casas que no desentonan con el medieval entorno que nos rodea. Enseguida llegamos a la Plaza Mayor, donde la informadora turística no supo determinamos en qué casa de la ciudad vivía Eva Hache, aunque nos comentó que Perico Delgado sí se encontraba comiendo por el centro. Segovianos ilustres. La plaza queda eclipasada por la colosal Catedral, último vestigo del gótico en España y que sorprende por su gran altura y su claustro, inhabitual en los iglesias magnas de las ciudades.

En la plaza vimos que Segovia también dispone de SegoBici; me alegra comprobar que este medio de transporte se implanta cada vez más en nuestras ciudades. A la espalda de la Catedral se encuentra el barrio judío, por el que descendemos hasta pasar por un arco que es una de las puertas de la muralla. Esa es otra de las sorpresas: en Segovia, como en Ávila, también hay murallas, aunque, a diferencia de éstas, son de origen árabe y no se conservan en su totalidad.

Nuestro paseo continua hasta encontrarnos con nuevas reminiscencias del románico. La piedra domina la Plaza de Juan Bravo, con sus iglesias y casas medievales. Un poco más adelante nos volvemos a encontrar con multitud de piedras, pero dispuestas en arcos y de una altura enorme: hemos llegado al excepcional Acueducto de Segovia, símbolo de la ciudad y una maravilla universal conocida en todo el mundo.

Así acabó nuestra visita turística, pero no la visita a Segovia. A eso de las 7 de la tarde nos encontramos con Alberto, oriundo segoviano amigo de Jesús que se ofreció a mostrarnos otra cara más interesante de la ciudad. Enseguida nos llevó de tapas a los bares de alrededor de la Plaza Mayor. En ellos, además de que las cervezas son baratas (sobre todo comparándolas con Madrid), te regalan una tapa muy elaborada que además puedes elegir a tú gusto. Buena nota deberían tomar los bares del centro de Sevilla, que tanto presumen de tapeo con sus abusivos precios. Una caña tras otra de bar en bar y pronto te encuentras que sin darte cuenta has cenado. Así que queda explorar un poco más la noche segoviana.

Si bien nuestra intención era volver a Madrid en el día, la oportunidad no podía ser rechazada. Una noche de marcha por la ciudad sonaba más que bien. Así que conocimos la famosa "Calle de los bares" de Segovia, que no podía tener el nombre mejor puesto. Mucha gente en la calle y buen ambiente. Un día para recordar. Me encanta que los planes salgan mal.

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