Todo lo que se diga del Acueducto más famoso del mundo es poco. Espectacular, colosal, sorprendente... faltan calificativos para describir la primera impresión que provoca ver in situ el emblema de Segovia. Es difícil de entender cómo hace dos mil años se pudo construir tal obra de ingeniería con medios rudimentarios, y que aún se conserve y se mantenga en pie. Su máxima expresión se halla en la Plaza del Azoguejo, donde se levanta la sección del acueducto que todos conocen: la doble galería de arcadas que alcanza casi los 30 metros de altura.
Pero en esta visita a Segovia la curiosidad me hizo ir más allá de la plaza. Iniciamos un paseo cuesta arriba siempre en compañía de las columnas graníticas de esta obra romana hasta ver dónde llegaba. Para nuestra sorpresa, los arcos se decrecían en altura conforme subíamos, al punto que la doble arcada se quedaba en simple justo al torcer una curva a la izquierda. Un poco más allá, tras más de 700 metros de camino, los arcos desaparecieron de repente.
Todo tiene su explicación. El acueducto no siempre va sobre arcos. Es más, su inicio se halla a 18 kilómetros de Segovia, en el río Frío, de donde los romanos tomaban el agua para abastecerse. A través de un canal de 0,30 metros de ancho y otros 30 centímetros de profundo, el agua descendía desde la montaña hasta la ciudad. Pero por la especial configuración de Segovia, hubo que salvar un gran desnivel para llegar a la parte alta. Para ello se construyeron los 166 arcos de medio punto que han dado a este monumento fama mundial.
Es más, el agua seguía su discurso por el canal hoy soterrado por la ciudad hasta llegar a la ubicación donde hoy se sitúa el Alcázar, pero estas partes no están visibles. Por ello la gente se queda sólo con la imagen del acueducto de la plaza (que no es poco), pero para entender su importancia hay que ver más allá de los arcos.
Más que unos arcos
jueves, 9 de julio de 2009
Publicado por Lince, viajero de culo inquieto en 21:39
Etiquetas: 012.Monumentos, 100.España, 120.Castilla y León, 124.Segovia
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