Fire alarm

jueves, 24 de septiembre de 2009

Ya conocía de anteriores visitas la preocupación que se tiene en el Reino Unido por el riesgo de incendio, pero en este último viaje a Escocia este temor ha llegado a rayar la obsesión. Cualquier edificio de uso público, cualquier habitación, cualquier pared, está plagada de carteles advirtiendo del peligro de fuego. Como si los edificios ardiesen en llamas tan asiduamente, es habitual encontrar dos, tres, diez papeles informativos con conductas a evitar, con planos del edificio y vías de evacuación.

Es curiosa está preocupación en un país en el que llueve a todas horas; pero el riesgo de fuego está siempre ahí, y hay que ponerle freno como sea. Es por ello por lo que todas las habitaciones tienen un detector de humos, conectado a la central de bomberos por si salta la alarma. La obsesión es tal que da lugar a situaciones abusrdas, como la del año pasado cuando, con una ducha propia en mi habitación, tenía que cerrar la puerta del aseo mientras me duchaba porque, según rezaba, por supuesto, un cartel informativo, el vapor del agua podía hacer saltar la alarma.

Este año la residencia era incomodísima. Los largos pasillos estaban divididos por pesadas puertas, que además siempre se cerraban solas, de modo que ir de un lado a otro parecía más un ejercicio de fortalecimiento de músculos por tener que abrirlas constantemente. La explicación la encontramos de nuevo en el fuego: son puertas corta-fuegos, de modo que siempre cerradas pueden obstruir el paso de las llamas en un incendio.

Otra cosa curiosa que jamás había visto antes estaba a la entrada de la residencia. Un gran panel azul lleno de alcallatas, cada una con un número. A cada uno de nosotros nos correspondía un número diferente, y cada vez que salíamos de la residencia, teníamos que colocar en nuestra alcallata una fichita roja. Y cada vez que regresábamos, acordarnos de quitarla. El sentido, nuevamente, la prevención: en caso de incendio, un vistazo a qué fichas están puestas nos revela quién está dentro del edificio y quién fuera. Un sistema tan incómodo como absurdo: por las veces que se te olvida ponerla cuando te vas, por las que no la quitas cuando regresas, y, sobre todo, ¿quién, estando dentro y cuando salta la alarma, va a perder tiempo en colocar su fichita?

Quien visita UK se da cuenta de lo estructurado y cuadriculado que lo tienen todo. No se saltan ni un procedimiento, aunque tarden más en lograr lo que buscan. Todos hacen todo igual. Con el fuego pasa algo parecido. Los protocolos de actuación están establecidos por ley, y nadie se los salta. Por eso cada 15 días hacen un simulacro de incendio en empresas, oficinas, colegios... Y por eso hay tantos carteles, tantas puertas, tantos extintores, tantos detectores y tantas alarmas de incendio por todas partes. Tanto tanto tanto que a veces pasa lo que pasa.

Y pasa que a veces salta la alarma cuando es falsa. Como cuando te duchas sin cerrar la puerta. O como en la ghymkana del primer día, cuando los chavales en la residencia abrieron las puertas de emergencia durante el juego sin saber que sólo eran para casos de incendio y un estridente sonido empezó a chirriar nuestros oidos. Menos mal que se pudo avisar a los bomberos del error, pues una falta alarma provocada se castiga con una multa de mil libras. Como para andar con bromas en UK.

2 comentarios:

Fátima dijo...

Jajaja! Sabía que ibas a hablar de las chapitas rojas..nunca me llegué a enterar de cuándo se ponían las negras.
Como para no acordarse de las malditas chapitas y el famoso día de la Fire Alarm, el desmayo y el discursito de Laurie (que afortunadamente me perdí)...

Lince, viajero de culo inquieto dijo...

Sin olvidar que alguno ni salió del edificio...