Pasión por el fútbol

jueves, 17 de septiembre de 2009

Siempre ha sido uno de mis sueños asistir a un partido en UK; disfrutar de la calidad de su juego y sentir en vivo la pasión desmesurada que los hinchas de los equipos británicos inculcan a su equipo. Pero conseguir entradas es casi una lotería: se reservan únicamente a los socios y apenas sacan unas pocas a la venta para los visitantes. En Glasgow me tocó el gordo por estar, sin quererlo, en el sitio adecuado a la hora justa.

Y vaya partido: la previa de la Champions League entre el Celtic y el Arsenal. Un estadio a rebosar que me recordó al del Betis, por su forma y sus colores pero que, curiosamente, en sus aledaños no emanaba ruido alguno. Los británicos son silenciosos hasta en sus aglomeraciones.

Todo lo contrario que en el interior. El Celtic Park se iba llenando amenizado por un concierto de un grupo local que iba calentando el ambiente. Cuando ya no cabía ni un alfiler, el speaker tomó las riendas y todo el público se puso en pie, en una especie de ritual al que, sorprendido, me tuve que unir y para el que no iba preparado: los aficionados, todos en camiseta, de aros verdes y blancos; y yo, muerto de frío, con chaleco, chubasquero y braga, de color rojo para más inri (el color, precisamente, del Alsenal).

Dada mi posición, no quedaba más remedio que unirse a la fiesta. Pero no costó mucho. Por los altavoces empezó a sonar una canción que los hinchas comenzaron a cantar al unísono. La Celtic song, un himno con melodías irlandesas muy animada.

Y a continuación, sin parar, empezaron los acordes de algo que me sonaba: era el You'll never walk alone, la canción símbolo de los aficionados del Liverpool. No me había equivocado de partido: Celtic y Liverpool están hermanados y ambas aficiones cantan esta exitoso tema de Gerry & The Pacemakers que triunfó en los 60. Los pelos se pusieron rápidamente como escarpias ante las 60 mil gargantas cantando en una sola voz con sus bufandas al aire. Un sonido capaz de intimidar al adversario más aguerrido. Algo realmente impresionante.

La afición estaba ya enfervorecida, y yo con ellos; pero aún gritaban más cuando salieron los jugadores y comenzó a sonar el himno de la Champions. Y aún más cuando los jugadores del Celtic se reunieron en una piña conocida como The huddle que forma parte de la ceremonia de inicio del partido. Y aún más con el pitido inicial. El estadio estalló. La pasión se desborda.

Vivir esta partido fue toda una experiencia. La afición se fue enfriando conforme su equipo jugaba cada vez peor, pero siempre actuando con deportividad. Fue una pena no poder cantar ningún "Yes" porque el Celtic no marcó, pero por lo menos comprobé que es cierto que se vuelven locos cuando tienen un corner a favor. Consuelo de muchos. Y después de la derrota 0-2 contra el Arsenal, y de un nefasto partido de los locales, los aficionados despidieron a su equipo con una sonora ovación. En ejemplo de que la pasión no está reñida con las buenas maneras. Cuanto tendríamos que aprender por los campos de España...

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