La tan polémica Ley de memoria histórica aprobada por el gobierno en 2007 dividió, como siempre, a los partidos (y por ende a sus adláteres seguidores) entre aquellos que se oponían a la eliminación de estatuas y símbolos de exaltación franquista, y los que aplaudían la iniciativa de borrar para siempre los rastros de una época deshonrosa de nuestro país. La propia ley hace especial mención en uno de sus artículos al Valle de los Caídos, ese lugar de culto mandado construir por Franco 8 kilómetros al norte del Monasterio del Escorial.
Tenía ganas de visitar este monumento para poder hablar de él. El lugar impresiona; no obstante, consta de una cruz latina de 150 metros de altura (visible casi desde Madrid, a 60 kilómetros) cuya base se apoya sobre una gigantesca roca, en cuya interior se ha excavado un templo religioso que, para hacerse una idea de su magnitud, mide 262 metros de largo. La cripta consta de una única nave cuyo interior recuerda al intrépido Robert Langdon buscando símbolos en el Louvre del Código da Vinci.
El sitio es único; el problema es lo que significa. El Valle de los Caídos fue mandado construir por Franco tras su victoria en la Guerra Civil en homenaje a las víctimas del bando nacional. No hace falta ser muy listo para imaginarse quiénes fueron los artífices de abrir un agujero inmenso en una roca para recordar a los vencedores: cuántos presos de guerra no morirían retirando los 200.000 metros cúbicos de piedra necesarios para abrir tan ingente hueco. En la última época, con una dictadura más aperturista, el general decidió que el monumento sería un homenaje para los caídos en ambos frentes de la guerra. Pero lo cierto es que, en mi visita, no vi ni un solo motivo de recuerdo a los republicanos. Al contrario, todo eran vítores a los nacionales. Es más, además de las tumbas de Franco y de Primo de Rivera, ubicadas en el mejor lugar del templo, vi muchas inscripciones alabando a los que lo dieron todo por la patria. De los otros, ni rastro.
La citada Ley propone que el Valle de los Caídos se aleje de la política para convertirse en un simple centro de culto religioso. Yo, después de mi visita, me parece acertado reutilizar tan magna obra de ingeniería. Pero vería más positivo convertirlo en una especie de museo de la Guerra Civil, un lugar de estudio y reflexión donde todos seamos conscientes de lo que pasó y cuatos para que no vuelva a ocurrir. Y desde luego un lugar que sirva para recordar a unos y a otros, pero no para ensalzar a ninguno.
¿Recordar o ensalzar?
miércoles, 28 de octubre de 2009
Publicado por Lince, viajero de culo inquieto en 20:05
Etiquetas: 012.Monumentos, 100.España, 190.Madrid, 802.Promoción29
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2 comentarios:
te encontre de casualidad y ahora te sigo...Bss
Las cosas tienen el significado que le da la propia gente
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