Si las bicis hablaran, se sorprenderían de cómo una ciudad como Madrid, a la cabeza en vanguardia para muchas cosas, las tiene completamente olvidadas en su red de comunicaciones; las bicis se quejarían de tener que ir por unas aceras estrechas, esquivando peatones, por el miedo a circular por unas calzadas repletas de coches en su doble vertiente: parados en un atasco o a velocidad endiablada; y llorarían por la incomprensión de conductores que les pitan, les aparcan en doble fila o les abren la puerta del coche sin mirar si viene alguna.
Justo ayer recorrí los 12 kilómetros que separan mi casa de la Puerta del Sol, un recorrido en exclusividad por la calle Alcalá (la más larga de la ciudad) que se tradujo en una terrorífica experiencia de riesgo: ni por la acera ni por la calzada, soportando pitidos, Alonsitos, atascos, taxistas... el ciclista no cuenta nada en Madrid. Realmente, acudía a un evento que pretende conseguir lo contrario: todos los jueves finales de cada mes, a las 8 de la tarde, se reunen de manera no oficial en la Plaza de Cibeles todos aquellos ciclistas que lo deseen para dar un paseo conjunto por Madrid. Es la conocida como Bici crítica.
Al llegar a Cibeles me sorprendí de la gran masa de ciclos presentes: podría haber más de mil personas congregadas. Y enseguida empezó el recorrido, un itinerario de unos 10 kilómetros que cada mes varía según van decidiendo los que van en cabeza, los veteranos de este movimiento que ha cumplido ya 5 años de vida. El ambiente es festivo, y el pelotón ocupa toda la calzada por lo que impide el paso de coches. Así, hicimos un tranquilo paseo, ya sin miedo a ser atropellados por nadie, de casi dos horas de duración por las principales calles del centro, pasando junto a la Puerta de Alcalá, las torres de Colón, el Palacio Real, la Puerta de Toledo, Atocha y de nuevo Cibeles.
La concentración carece de normas, aunque se suele respetar a los peatones que tienen que cruzar la calle. No así a los vehículos motorizados: en los cruces, algunos ciclistas taponan a los vehículos para que no pasen y la bici crítica permanezca compacta. En el gran pelotón se ve de todo: monociclos, bicis antiguas de estas altísimas, tandems, gente en patines o monopatín, incluso un ciclista con un remolque que va llevando un hilo musical un poco esperpéntico pero bastante animado. Es muy curioso observar las reacciones de la gente al ver una concentración de bicis por las calles de Madrid ocupando tanto espacio: los incrédulos, los que se enfadan, y los que están encantados, como la señora mayor que, loca de contenta, se acercó para darme las gracias por esa gran idea de salir todos en bici, algo que ella ya no podía hacer.
¿Necesita Madrid una red de carriles bici? Es más, ¿sería factible? Es cierto que las distancias en la capital son tan enormísimas que el coche se hace imprescindible para los desplazamientos. Pero Madrid debe estar a la altura de las grandes ciudades europeas, que están apostando por integrar las bicicletas en el trazado urbano como un complemento a la red de transportes. El transporte público en Madrid es la envidia de muchas ciudades (el metro, quizás el mejor del mundo), pero debería dar más importancia a este medio tan ecológico. Muchos dicen que no hay hueco, pero también se decía de Sevilla y se ha conseguido. Las bicis ya han hablado, ahora le toca el turno a los políticos.
Si las bicicletas hablaran
viernes, 29 de enero de 2010
Publicado por Lince, viajero de culo inquieto en 16:42
Etiquetas: 003.Transporte, 019.Eventos, 100.España, 190.Madrid
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