El gusto de ser diferente

domingo, 7 de septiembre de 2008

Seguro que Obélix, cuando viajó a Gran Bretaña en uno de sus cómics, pronunció en algún momento la frase: "están locos estos bretones". Está claro que una de los aspectos más enriquecedores de viajar es aprender cómo otras personas viven haciendo las cosas de manera distinta a lo que uno está habituado. Pero, en el caso de los británicos, parece que el ir a contracorriente de los demás es una tendencia, que en ocasiones roza lo forzado.

Y no me refiero a los hechos tradicionales que todo el mundo conoce (y que tienen sus ventajas e inconvenientes). A saber: conducir por la izquierda; medir la longitud en pulgadas, pies, yardas y millas (curioso que estas medidas no guarden entre sí ningún tipo de relación decimal); el peso en onzas o libras; la temperatura en grados Farenheit; los líquidos en galones o pintas; no querer adaptarse al euro, etc. Me centraré en esta ocasión en los deportes, pues los ingleses son únicos en inventarse nuevas disciplinas y normas, aún si el resto del mundo lo hace de otra forma.

El críquet. Todos hemos visto alguna vez este deporte que levanta pasiones en el Reino Unido y las que fueron sus colonias en el pasado. Es una mezcla de béisbol (hay que batear, pero por bajo) y los monos de la feria (pues hay que tratar de derribar unos palos con una bola); pero, por más que lo he intentado, aún no he conocido a nadie (y mira que lo he preguntado) que sea capaz de explicarme las reglas. En realidad lo entiendo, pues es difícil hacerme entender cómo un partido de críquet puede llegar a durar hasta 3 días (siempre está en la televisión).

El netball. No sé si alguien se ha fijado que no hay ningún baloncestista inglés famoso. Es que allí no se practica este deporte, sino uno parecido que se conoce como netball. En realidad, me contaron que el baloncesto proviene del netball, pues éste se practicaba antes. Al lado de la residencia en Portsmouth se jugó un torneo de este deporte que sólo practican las mujeres (¿porqué?), pero lo más curioso es que la canasta no tiene tablero, y que la jugadora que lleva el balón no puede mover los pies (al estilo de la "popota bollá"). Además, sólo pueden lanzar a aro dos jugadoras determinadas del equipo, que dentro del área no pueden ser tocadas (lo que da lugar a posturas de las defensas muy divertidas). Raro, raro, raro.


El football indoor. Cuando vivía en Hull me invitaron a jugar un partido de fútbol sala. No lo dudé, pero las extrañezas comenzaron cuando me llevaron a un campo cubierto (normal, con todo lo que llueve en Inglaterra). Allí dentro, la cancha estaba rodeada de paredes, y las porterías no medían más de un metro de altura. "¿Esto qué es?", me pregunté. Pues el fútbol sala al estilo inglés. En su deporte, nadie puede entrar en las áreas (como en balonmano), y lo mejor de todo, es que ¡se puede jugar con las paredes! (menos las del fondo). La verdad es que fue curioso y divertido, aunque me costó adaptarme a las nuevas normas y a aprovechar el rebote de la pared para zafarse de un contrario.

El dodgeball. En el campus de Portsmouth nos trataron de explicar este juego, parecido al "matar" de toda la vida, pero jugando con varias pelotas a la vez y algunas personas fuera del área de juego. La verdad es que ni siquiera la activity leader, trabajadora de la residencia y encargada de llevar la actividad, era capaz de explicar las reglas (yo creo que ni ella las entendía). Así que finalmente nos dedicamos a jugar al "matar" de toda la vida. ¿Para qué complicarnos?

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