Guadalajara de cerca

domingo, 1 de febrero de 2009

Ya sabía yo que tarde o temprano terminaría visitando Guadalajara; por mucho que me habían insinuado sobre la pérdida de tiempo que supondría ir a una ciudad carente de atractivos turísticos, mi permanente curiosidad y los escasos 53 kilómetros que la separan de Madrid (lo que convierten a estas dos ciudades en las terceras capitales de provincia más próximas de toda España, por detrás de las duplas Valladolid-Palencia y Bilbao-Vitoria) me animaron a aprovechar mi sábado libre para hacerle una visita.

Y en tan sólo 25 minutos ya había llegado. No es un dato irrelevante, pues su proximidad a la capital de España forma parte, para bien o para mal, de su idiosincrasia. Esta tan cerca que desde allí se divisan a lo lejos las impresionante 4 torres de Madrid. Guadalajara está circundada por las autopistas que van a Zaragoza (la A-2 y la R-2) lo que la convierte en un lugar de fácil acceso para los madrileños que, por su cercanía, la han acogido como ciudad dormitorio (también quizás por unos precios de vivienda más asequibles). Ello repercute en la ciudad, que crece, pero con gente de fuera; algo que los guadalajareños asumen con la duda de si se convertirán en un barrio más de Madrid.

Pero Guadalajara tiene muchas aspectos que le confieren identidad propia. Tiene una historia, desde los árabes que la fundaron y le dieron ese nombre con el prefijo característico. Y unos nombres importantes para la ciudad, como la familia de los Mendoza, que dejaron como legado un impresionante palacio con un patio de doble arcada reflejo de su riqueza; o la condesa de la Vega del Pozo, que está presente en todos los rincones aunque nosotros sólo vimos un Panteón con su nombre de accesos complicados junto al recinto ferial.

El paseo por la ciudad es agradable aunque corto, pues con sólo 80.000 habitantes hay que tener cuidado para no salirse del perímetro. Pero tiene pinta de ser un lugar donde se vive con mucha tranquilidad. Como un pequeño pueblo. Subiendo por su calle mayor, se ven edificios de todos los tipos. Desde el ayuntamiento o el inmenso Banco de España, hasta las pequeñas casas que rodean la Concatedral. Desde fachadas mudéjares que recuerdan su pasado musulmán a graciosas muestras de graffitismo permitido en muchas paredes del centro. Casas que vieron nacer a ilsutres famosos como Buero Vallejo o afables anónimos como la señora Julia que nos ayudó por dos veces a encontrar nuestro camino. Contrastes extraños pero interesantes.

Por todo ello, rechazo las opiniones prejuiciosas que me aconsejaban no visitar esta ciudad manchega. Siempre es beneficioso conocer sitios nuevos, y más aún si los tengo a mi lado.

1 comentarios:

Lince, viajero de culo inquieto dijo...

Mi compi de clase José me aclara que a los de Guadalajara (él es de allí) no les gusta que les digan "manchegos".
Así que ya me he enterado de que su gentilicio, además de guadalajareños, es arriacense (suena raro) o alcarreño si se refiere más a la provincia.