Sorpresa en el camino

martes, 17 de marzo de 2009

Volviendo en soledad del curso de aguas bravas, y con tiempo suficiente para llegar al almuerzo en Madrid, decidí que sería una buena oportunidad para detenerme en algún lugar que me llamase la atención, aprovechando que ya me encontraba por allí. Desde mi coche pasé por varios pueblos pintorescos pero fue Cifuentes el que más me picó la curiosidad con un castillo y una iglesia que sobresalían por encima del resto del pueblo.

Una vez dentro del pueblo, me dirigí a esos dos monumentos que me habían atraido a este lugar alcarreño, y descubrí que lo que yo creía castillo era iglesia, y que lo que creía iglesia era convento. Me acerqué al punto de información turística y la empleada, con suprema amabilidad (no debía de haber mucho turista por la localidad), me contó con detalle toda la historia del municipio y los aspectos más interesantes que debía conocer. Y fue cuando, para mi sorpresa, me di cuenta de que había acertado con la elección: Cifuentes tiene mucho que ver.

Cifuentes es otro ejemplo más (como Córdoba o Tudela) de ciudad pacífica en la que han convivido las tres culturas (judía, árabe y cristiana), de las que quedan reminiscencias en sus calles. Las que no fueron destruidas durante la Guerra Civil, claro; pues Cifuentes soportó hasta 32 bombardeos durante el periodo bélico que arrasaron con muchas de sus casas y con el Convento, hoy afortunadamente restaurado y de uso público.

El pueblo es lugar de paso del Camino de Santiago (por ello quedan también restos de algún hospital de peregrinos, al estilo de los de Guadalupe) y precisamente en su iglesia destaca un pórtico románico dedicado al apóstol, con preciosas escenas de la vida de Jesucristo en sus capiteles, de los 12 apóstoles y de los hombres buenos sobre los seres malos (me recordó al mítico pórtico de Sangüesa, en Navarra).

Después de que en Turismo me dijeran que la Iglesia mayor era una auténtica joya, no quedaba más remedio que echarle un vistazo. Está dedicada a El Salvador (como la de Oviedo), pero no me dio tiempo a conocerla demasiado porque replicaban las campanas a las 12,00 para avisar del comienzo de la misa. Según salía me cruzaba con las señoras (muy) mayores que no faltaban a su cita del domingo, tan agradables al responder con felicidad un simple "buenos días".

Bajé por la calle Escalerillas a la plaza mayor, donde se concentraban varios moteros. Por estos pueblos de La Alcarria, según me ha contado mi compañero Migue, los amantes de las dos ruedas motorizadas se despachan a gusto por las sinuosas carreteras que conectan los pueblos; además, en Cifuentes, existe un Museo de Automoción que como estaba cerrado no sé de qué trataba pero seguro que a los moteros les gusta.

Enseguida llegué a otro de los elementos destacados de la localidad. En Cifuentes nace el río del mismo nombre, por varios conductos que brotan de la pared o incluso del suelo (como el río Huéznar en San Nicolás del Puerto) por medio de burbujitas que se aprecian desde la superficie del agua. De Hecho, el nombre de "Cifuentes" viene de "Cien fuentes", y aunque no se sabe de cuántas fuentes exactamente emana el río, se dice que "al menos nace de 7", y por eso en el escudo del municipio se representan 7 chorros de agua. La zona está muy bien acondicionada y se conoce como La balsa, donde varios patos nadan sobre el agua recién nacida. El río Cifuentes es un afluente del Tajo que se hermana con él en la localidad de Trillo, más al sur.

Y una vez allí, nueva sorpresa: en Cifuentes también hay castillo, pero no el que yo creía haber visto, sino otro sobre una colina. Un castillo con orígenes musulmanes pero aprovechado por ricas familias de duques portugueses que lo utilizaron tras la Reconquista como aposento real. Aquí, como en Guadalajara, los títulos nobiliarios tuvieron un importante peso. El castillo está vallado pero un resquicio me permitió darme una vueltecita y contemplarlo desde más cerquita. Y desde allí, desde lo alto, pude ver una estampa preciosa del pueblo al que, igual que Cela en su famoso libro Viaje a la Alcarria, había tenido la suerte de acercarme a conocer.

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