Ofertas a bordo

martes, 5 de febrero de 2008

Coger un bus (o mejor dicho, "tomar", pues "coger" en Hispanoamérica tiene otras connotaciones) es una experiencia muy interesante en Costa Rica. Y no sólo porque sirva para desplazarse por el país a un precio muy económico (el billete de Liberia a Playa Tamarindo, un total de dos horas de trayecto, nos costó menos de un euro), sino porque pueden ocurrir situaciones disparatadas que hacen que el viaje por las complicadas carreteras sea un poco más ameno.

Poco después de arrancar, un misterioso pasajero con una mochila roja se levantó de su asiento y se situó en el centro del vehículo, en medio de las dos hileras de butacas y de cara a todos los pasajeros, cerca del chófer. Con un discurso claro pero muy veloz, comenzó a hablar presentándose primero de forma muy educada para posteriormente sacar un par de libros que empezó a comentar. No salíamos de nuestro asombro, pues no sabíamos si estábamos asistiendo a una reunión del club de poetas viajeros o a las recomendaciones que un amable viajero quería compartir con el resto del pasaje. Uno de los libros era una recopilación de canciones típicas ticas, mientras que el otro ahondaba en la propia espiritualidad. El misterio se resolvió pronto: el enigmático personaje pasó fila por fila entregando ejemplares de sus libros con la intención de regalarlos pero a cambio de una super oferta de 1000 colones por ejemplar. Desgraciadamente para el vendedor, su ganga no tuvo mucha acogida y nadie se quedó con los libros. Mal negocio pues no cubrió los gastos del viaje, pero al menos pudo pasar un rato en la playa.

Este tipo de situaciones son, al parecer, bastante comunes en Costa Rica. Tal es así que, después del frustrado promulgador de la cultura literaria, se irguió de la nada un vendedor de bebidas y alimentos varios, con más éxito que el anterior. Ni en un avión son tan atentos con los viajeros (ni tan baratos). Esto sí que son ofertas y no las de los duty-free.

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