Termae bajo las estrellas

martes, 19 de febrero de 2008

En algún recóndito lugar de Granada, lejos de la civilización y perdido en medio de la nada, se encuentra uno de esos misterios de la naturaleza que aún asombran al artificial mundo de los hombres. Se trata de unas termas naturales (o ter-mae, como a mi me gusta decir por motivos obvios), una pequeña laguna que acoge en su seno agua a una temperatura de, según nuestros poco científicos cálculos, unos 40ºC.

El camino a las termae es difuso, ya que se accede por una vía de tierra sin señalización alguna, sin sendero que seguir y con multitud de bifurcaciones engañosas. Para más inri, durante el trayecto en coche me quedé dormido, con lo cual mi despertar fue aún más enigmático. El oscuro panorama dejaba atisbar unas cuantas furgonetas de hippies aparcadas cerca de una especie de charca con algunas personas dentro. La decisión de desvestirse, a esas horas y en pleno febrero, se antojaba dura. Pero hubo que echarle valor para comprobar si eso que decían sobre las termae era cierto.

Y sí lo era. Nada más poner el pie en el agua me sentí como si entrase en un relajante baño casero. Un cierto tufo nos recordaba a huevos podridos. Pero no se podía esta mejor. Agachados para que el agua nos llegase al cuello y evitar así el frío del ambiente que nos rodeaba, la sensación era muy agradable: debajo de nuestras cabezas, un mar de tranquilidad; por encima, el inmenso universo estrellado que la luna nueva nos permitía admirar. Me costó distinguir si aún estaba soñando en mi letargo del coche o si este lugar era real.

No sabría volver a estas termae. Quizás ni quiera, pues si fueran abiertamente conocidas perderían todo su encanto. Aunque la peor noticia es que, desgraciadamente, se oyen rumores de la explotación comercial de este santuario natural. Espero que no sea así y que este lugar siga siendo por siempre el sueño de una noche de invierno.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué envidia¡¡¡¡¡¡¡