Ya estoy de vuelta, en España y en el blog. La verdad es que tenía ya ganas de ambas cosas: tenía ganas de pasar calor (madre, qué frío he pasado por ahí) y de contar todo lo que me ha ido pasando en los múltiples viajes que me ha deparado el verano. Y como no sé muy bien por dónde empezar, lo haré por el final, que lo tengo más fresco.
Nada más bajar del avión que me trajo de Gatwick, y aprovechando que aterrizaba en Málaga, me recogieron Lourdes y Diana (dos de los amigos que hice en Tübingen) para disfrutar de la feria de esta ciudad, que se celebra siempre en verano en torno al 19 de agosto (el día de la patrona, la Virgen de la Victoria). La feria de los malagueños tiene dos partes bien diferenciadas, de día y de noche, que además, se celebran en sitios distintos.
Feria de día. Lo primero que hicimos fue ir al centro, a la calle Larios, que estaba atiborrada de gente. Me llamó la antención las escasas personas que iban vestidas de flamenca, aunque sí que vimos algún grupo (que aquí llaman "panda") de verdiales, el baile típico malagueño. No sabría muy bien describirlo, de hecho Lourdes (la malagueña) no sabe bailarlo, pero a grandes rasgos unas señoras bailan en círculos tocando unas castañuelas con lacitos de colores, mientras un coro de hombres canta dirigidos por el alcalde de la panda (que suele ser el más mayor, y según vi, también el más gordo) quien sostiene un bastón a modo de batuta. A ver si con este vídeo, grabado a los pies de la catedral, se entiende mejor:
Me gusto mucho esta animación callejera, junto con otras bandas tipo "charanga" que tocaban todo clase de canciones (el "Paquito chocolatero" no faltó, para dar por sentado que ya estaba en España), aunque Lourdes me contó que estos grupos son contratados por el ayuntamiento para tocar en las calles. Me sorprendió, pues yo pensaba que actuaban espontáneamente, algo así como las chirigotas ilegales en carnavales de Cádiz, pero no.
Seguimos la calle arriba y nos encontramos con Manolo, un amigo de Lourdes que se dedica a vender biznagas. Esta flor es el símbolo de Málaga, pues te la encuentras por doquier (como las enormes de la foto de arriba). Según nos contó, la biznaga es una especie de injerto del jazmín en un delgado y largo tronco (que suele ser de un cardo), que florece en forma de pompón y da un olor exquisito. Sólo dura dos días en flor, por lo que hay que darse prisa para venderlas. Pero parece un buen negocio, pues en los 5 minutos que estuvimos con Antonio vendió 4 (y eso que costaban 3 euros cada una).
Más adelante llegamos a la plaza de la Constitución, la más bulliciosa de todas. Allí, varias casetas (de Cruzcampo, de la Ser) reproducían música a toda voz, y fue un momento divertido el llevar sólo unas horas en España y estar ya bailando sevillanas y rumbas en plena calle. Otro gran momento fue la comida: pescaíto frito (chanquetes, adobo y calamares) que disfruté como un enano (ya estaba harto de chips a todas horas). Y la bebida típica de la feria, el vino Cartojal, un vino hecho con uva moscatel típico de Málaga, muy dulce y que, sirviéndose muy frío, es una auténtica perdición.
Después, comienza la feria en los bares, que hay muchos y la música es de lo más variado. Eso sí, hay que asegurarse entrar antes de la seis de la tarde, pues a partir de esa hora ya cuesta dinero entrar.
Feria de noche. Después de un rato de descanso en casa de Lourdes, nos dispusimos a conocer la fiesta nocturna, que se celebra a las afueras de la ciudad, en lo que se conoce como el real de la feria. Me sorprendió la gran luminosidad, la amplitud de las calles, y la de las casetas (sólo hay 214 pero todas son más anchas que en la de Sevilla). Las casetas son fijas (se mantienen todo el año) y me llamó la atención que en la parte frontal, en vez de toldos, tienen una pared con una puerta (como si fuera una casa normal y corriente). En todas ellas se puede acceder libremente, aunque el ambiente me resultó inesperado. La feria nocturna tiene poco de feria y mucho de discoteca, pues la música que se escucha es de todo tipo. Además, a partir de cierta hora ciertas casetas están tan llenas que hay que hacer cola para poder entrar.
Lo que más me gustó, sin duda, es que la feria no se limita sólo al real, sino que el ayuntamiento elabora un programa de festejos que va más allá de las corridas de toros. Todos los días hay un concierto en el auditorio, gratuito, al que puede accerder cualquiera y está a escasos metros del real. Nosotros vimos el concierto de Carlos Baute (bueno, más que un concierto era un show, os podéis imaginar), y me quedé con ganas de asistir al de Jarabe de Palo que es este sábado.
Me encanta conocer las fiestas tradicionales de los distintos lugares, y le agradezco a Lourdes que me diese la oportunidad de disfrutar de su feria. Ha sido una gran manera de celebrar el regreso.
3 comentarios:
Soy yo la que debe daros las gracias a tí y a Diana por vuestra visita, me lo pasé genial y habéis conseguido que no olvide está última feria sin peques.
Espero que pronto volvamos a hacer una quedada, ¿q tal el finde del 12 de octubre en Sevilla?
por cierto, mi amigo el biznaguero se llama Manolo no Antonio, ya lías los nombres españoles con tanta gente que conoces, jeje
ya está corregido lourdes, a Manolo lo que es de Manolo.
Un beso y nos vemos el 12 de octubre
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