Durante todo el día, el frío fue creciendo y los machuchos (gentilicio de la aldea) intentaban adivinar cuándo empezaría la nevada. Por la tarde, volviendo del Pozo Azul comenzaron a caer pequeños copos de nieve con gran intensidad. Todo ocurrió muy rápido, y en apenas 15 minutos el pueblo había cambiado por completo. Lo que antes era verde ahora se había blanqueado, encima de las casas no se veían las tejas, los coches no se distinguían unos de otros, y los árboles nos hacían creer que estábamos en Navidad. Las máquinas quitanieves empezaron su jornada y no pararon de pasar para retirar nieve de la carretera y echar sal. Y hacía mucho frío, aunque perfectamente soportable con un buen abrigo y un gorro de lana (muy al contrario que en Sevilla, donde el frío te cala los huesos).
Nunca había visto nevar de esa forma. Como decía Unamuno en uno de sus poemas, "la nieve es silenciosa", y es un espectáculo ver cómo los copos van posándose tranquilamente sin que nada se libre (llegamos a los 25 cms de grosor). El pueblo estaba hermoso, pintado de un blanco muy puro y limpio, más que el de Ariel. Y los machuchos salieron a la calle a pasear sobre la alfombra blanca (me encantó cómo crujían las botas sobre la nieve en polvo), o a lanzar bolas de nieve en improvisadas batallas (con alianzas de dudosa valía) , o a construir muñecos gigantes.
Por supuesto me apunté a todo ello, aunque lo que más me gustó fue la pista de hielo que montamos en la cuesta del Chimbo (la más alta del pueblo), donde ayudados de unos grandes plásticos nos deslizamos cual integrantes de un equipo olímpico de bobsleigh.
2 comentarios:
q bonitas las fotos!!!!
q sitio más chulooo,la próxima vez me llevas :P
besitos!!
la unica vez q he estado en burgos nos qedamos atrapados n l paso de carreteras 16h por la nieve...
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