Más allá de lo que opine de sus dirigentes, el Monasterio de Guadalupe es una auténtica joya monumental. A simple vista parece una fortaleza por sus altas murallas; en realidad lo era, pues tenía que preservar todos los tesoros que encierra. Pero, una vez dentro, adopta la forma de lo que todos entendemos por un monasterio: un claustro mudéjar con un impresionante templete en el centro; un refectorio donde los monjes se reunían para comer; una cocina, etc. Hoy, las salas de alrededor del claustro están dedicadas a diversos museos donde se comprueba la importancia del edificio: un sala con libros gigantes (¿vivía allí Gulliver?), una galería de arte con cuadros de Goya, Rubens y Zurbarán (ahí es nada), un museo de trajes de curas (todos bordados en oro)...
Lo más curioso del caso es que la mayoría de las valiosas pertenencias del monasterio son donaciones particulares de gente devota de la virgen de Guadalupe. Parece que la fe mueve montañas, y no precisamente la del Aljarafe, sino mucho más altas. Porque la visita continúa y los ojos de nadie pueden quedar indiferentes ante la sucesión de riqueza que se observa. El coro de la iglesia; el llamado "tesoro" del monasterio (todo tipo de piedras preciosas, dos o tres coronas, oro y plata por doquier, vestidos y trajes para la imagen...); o el camarín donde descansa la virgen de Guadalupe, la morenita (por el oscuro color de su tez). Pero lo más impresionante es la sacristía (el lugar donde los curas se cambian de ropa). Una sala gigantesca, preciosamente ornamentada y con cuadros de Zurbarán de una calidad excepcional, todos dedicados a San Jerónimo. No llega a la categoría de la capilla Sixtina pero está considerada la mejor sacristía de España. No dejan hacer fotos en ningún lugar del monasterio (eso sí, venden postales en la tienda...) pero me tomé la libertad en un descuido del guía (sin flash no se hace daño a nada).
Todo este lujo se ha creado en torno a la Virgen de Guadalupe. Su historia es de lo más rocambolesco, y parece sacada de un capítulo de Lost. Según la leyenda, un pastor llamado Gil Cordero, natural de la comarca, encontró muerta una de sus vacas cerca de un río. Al ir a desollarla, le hizo con un puñal la señal de la cruz, y de repente se le apareció la Virgen. Su vaca volvió a la vida, y el pastor pidió a la virgen que sanara a su hijo enfermo, cosa que, como en estos casos suele ocurrir, sucedió. El milagro fue corriendo de boca en boca y ocurrió que, escavando en el punto donde yacía la vaca, apareció una imagen, una escultura de madera de escasos centímetros con la cara oscurecida... la Virgen de Guadalupe. En ese punto se erigió una ermita, la devoción fue creciendo, los peregrinos llegados de muchos puntos se congregaban para pedir favores divinos (por eso había tantos hospitales en el pueblo) y los regalos a la virgen aumentaban (incluso reales -de la realeza me refiero)... hasta llegar a hoy.
En verdad, algo de la historia se puede explicar. Está documentado que la imagen de la virgen se creó en época temprana, y que estuvo expuesta en Roma y Sevilla. Pero, debido a la invasión árabe, en el 714 fue tomada y enterrada junto al río Guadalupe (que significa "río escondido") para evitar que cayera en manos iconoclastas. Por eso Gil Cordero se la encontró en Guadalupe. No tiene mucha explicación lo de resucitar a su vaca, pero en parte así son los milagros. Te los crees o no. Tampoco tiene explicación, desde mi punto de vista, regalar tanto lujo a un trozo de madera, cuando quizás haya gente que lo necesite más (y seguro que la virgen estaría de acuerdo conmigo). Pero, como dije antes, la fe mueve montañas, y por supuesto lo respeto aunque no lo comparta (porque debe tener mucho mérito desplazar una montaña con lo que tiene que pesar).
La fe mueve montañas
martes, 21 de octubre de 2008
Publicado por Lince, viajero de culo inquieto en 0:09
Etiquetas: 009.Religión, 012.Monumentos, 013.Leyendas, 100.España, 130.Extremadura, 131.Cáceres
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